Epílogo

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La lluvia despertó a Jimin en medio de la noche. El sonido de las gotas contra el cristal era incesante, los rayos iluminaban de vez en cuando en la estancia y los truenos zurcaban el cielo. Al voltear a su lado, Jungkook dormía profundamente, su cabello castaño caía por su frente y sus ronquidos se perdían en la tormenta. Jimin pasó los dedos por su espalda desnuda, su piel cálida al tacto, antes de taparlo con las cobijas y salir de la cama.

Caminó con cuidado, tratando de no tropezarse con las maletas y la ropa tirada en el piso. Al asomarse por la ventana, Tokio resplandecía, millones de luces de colores adornaban la vista. Envuelto en su cobija amarilla como un burrito, se sentó en el pequeño sofá de la entrada y contempló la lluvia, la oscuridad y la variedad de colores lumínicos que hacían de la vista algo hermoso y único.

Para Jimin era extraño, cómo las cosas podían cambiar tanto de un país a otro. Se perdió en sus pensamientos hasta que unos brazos lo rodearon por la cintura y sintió como Jungkook se hacía paso a través de la cobija para acurrucarse sobre su pecho.

—Minnie... —susurró con voz adormilada—. ¿Por qué no estás en la cama?

—Me despertó la lluvia, y quería apreciar la vista antes de irnos —contestó el rubio mientras pasaba sus pequeños dedos por el cabello de Jungkook, arrullándolo para que durmiera de nuevo.

—Mmmhmmm.

Prontó Jungkook volvió a dormir, y Jimin se mantuvo observando por un largo rato, recordando lo feliz que lo había hecho ese viaje, Jungkook se lo había dado como regalo de aniversario, tenían diez años juntos. Habían hecho como meta a corto plazo viajar mucho, por lo que en cuanto Jimin terminó su carrera universitaria, se habían dedicado a ahorrar y viajar. Habían visitado distintos lugares del mundo, desde recorrer América de norte a sur, viendo osos grizzly, subiendo pirámides y comiendo toda clase de cosas deliciosas, hasta probar cholocate en Suiza, recorrer la muralla China y conocer el Taj Mahal. 

Habían sido unos muy hermsos diez años, con altibajos y pequeñas felicidades, no había sido un camino sencillo. En cuanto se fueron a vivir juntos tuvieron que aprender a hablar sobre todo aquello que no los hacía felices, tuvieron que aprender a lidiar con las tristezas e inseguridades, con el dolor y las enfermedades, con los días malos y los arranques de enojo; pero Jimin creía que habían logrado formar un vínculo firme y lleno de amor, se habían cuidado mutuamente, se habían consolado, se habían ayudado a crecer, se amaban de manera profunda y firme.


La lluvía gradualmente bajó y el cielo lucía despejado, pequeños rayos de sol comenzaron a zurcar el cielo y dos hombres entrelazados dormían hechos bola en el sofá de un hotel en la capital de Japón. 

Horas más tarde regresarían a casa, donde un muy feliz Taehyung de la mano de Hoseok y acompañados de Suga y Suran irían a recogerlos. Llegarían a casa y comprobarían que todos los cactus que poseían seguían vivos gracias a los cuidados de su amigo, y que el pequeño Pomerania que habían adoptado en la perrera (idea de Jimin, obviamente) ansiaba su regreso. Llamarían a los padres del rubio y cenarían con los padres de Jungkook en el pequeño departamento que habían transformado en su hogar, platicarían sobre sus pasos por los templos japoneses y Disneyland, Jungkook tomaría la mano de su pareja mientras rememoraba todo con los ojos brillantes. En la noche, verían las fotos de su viaje con entusiasmo y metidos en la cama elegirían cuales imprimir para colocarlas en su diario de viajes. Especularían sobre su próxima salida mientras Pooka dormitaba a sus pies. Jungkook besaría suavemente los esponjosos labios de Jimin mientras le susurra que lo ama, Jimin sonreiría entre cada beso y contestaría a través de el lazo que él también lo ama. 

Ya entrada la noche, se acostarían para domir con las manos entrelazadas, ambas manos lucirían en su dedo anular una alianza sencilla de plata con una banda negra en medio, dentro de los anillos, podría leerse una sencilla frase.

"Inevitable, Jimin & Jungkook"


❧Espero que hayan disfrutado este pequeño epílogo, gracias por leer y acompañarme en el proceso de esta bella historia, besos a todes.

Inevitable II KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora