Familia

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Elizabeth avanzó detrás de Zeldris con cierta incomodidad, después de todo, él la culpaba del sufrimiento de su hermano y estaba consciente de que era cierto. Pero ella haría lo que sea para no volver hacerlo, incluso daría su vida por verlo sonreír. Poco a poco sonrió al recordar el tiempo que pasaron juntos cuando ella era una Diosa.

Habían llegado a uno de los patios del castillo, donde se veía gran vegetación y un pequeño estanque. Drake corría con gran agilidad por el lugar, hasta acercarse a Elizabeth.

- Oye, tía. - Habló Drake con curiosidad. Elizabeth lo vio algo avergonzada, aun no se acostumbraba a ser tía o ser llamada de esa manera.

- Dime. ¿En qué te puedo ayudar? - Le sonrió con dulzura.

Drake levantó su mano ofreciéndole una paleta. - Tome una paleta.

Algo sorprendida por el regalo, lo tomó con agradecimiento. - Muchas gracias. Me encantan los dulces.

- A mí también. - Exclamó Drake alegre al coincidir en gustos con la diosa. Regresó a correr por el lugar para intentar cazar a un ave.

Elizabeth miró a Zeldris con cierta empatía, él le había conseguido dulces a su hijo e incluso le permitió patearle el trasero a uno de los guardias, solo para que su hijo sonriera. Aunque de una manera, lo estaba malcriando.

- Zeldris... Se nota que adoras a tu familia. - Le dijo Elizabeth sinceramente.

- Claro. Haría cualquier cosa para que ellos estén sanos y a salvo. - Se volteó hacía con ella. - Y al ser la pareja de mi hermano, también te incluye en la familia.

La chica de cabellos plateados se sonrojó por las dulces palabras del demonio. Le sorprendía su rápida aceptación, le estaba agradecida pero aún se sentía mal por hacerlo sufrir.

- Yo lo siento. Debido a mí, Meliodas ha sufrido. Entiendo que estés molesto con mi presencia. - Habló Elizabeth con tristeza al recordar el rostro de miedo y tristeza de Meliodas de verla morir varias veces.

- Lo sé, pero he comprendido por qué él lo hizo. Y a causa de eso, recibió un castigo injusto de mi padre y de tu madre. Gelda fue mi inspiración a ser mejor demonio, hice lo necesario para que ella estuviera a salvo. Pero no funcionó. - Dijo Zeldris serio, apretó sus puños. - Comprendo el dolor de ver a tu amada morir y no poder hacer nada.

- Zeldris... - Elizabeth lo miró con tristeza. Entonces, recordó las viejas conversaciones que tuvo con Meliodas. - Tu hermano siempre pensaba en Estarossa y en ti. Pensó en un lugar donde todos los clanes convivieran en paz, para que pudieran vivir sin preocupación alguna.

- Pero él falló... Al menos ahora existe lo que se deseaba hace miles de años, paz. - Dijo Zeldris con melancolía, para luego cambiar a una voz firme. - Es por eso que me encargaré de evitar que mi padre salga del purgatorio.

Elizabeth asintió de acuerdo a lo que comentó Zeldris. Iba a hablar cuando sintió un par de presencias repugnantes. Dirigió su mirada al cielo, observando a dos residentes del purgatorio en forma de aves.

- Malditos... - Murmuró Zeldris con molestia. - ¡Drake! ¡Ven para acá en este instante!

Drake corrió hacia con Elizabeth y Zeldris, se quedó mudo al ver a las mismas bestias que lo habían atacado ayer. Elizabeth tomó al niño entre sus brazos y corrió hacia la entrada del castillo. Una de las bestias se lanzó en picada hacia a Elizabeth. Zeldris sacó su espada y cortó con gran agilidad las alas del ave.

El ave sin alas cayó al suelo para luego soltar un chillido que los aturdió. La segunda ave golpeó con sus garras a Zeldris, mandándolo a estrellar con una de las paredes del castillo. Sin pensarlo dos veces, el ave intentó hacer lo mismo con la chica y el niño en brazos. Pero Drake se soltó de Elizabeth para saltar con su espada fuera de su vaina y clavarla en su pecho.

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