Dulzura

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Después de haber sido recibida con ánimo y mucho, pero mucho cariño, Elizabeth acostada en la cama sonrió al observa a Meliodas desvestir a un Tristan soñoliento. El dolor que siempre recibía al revivir, ahora solo era una ligera molestia y todo gracias a Merlín. Aunque no podía moverse libremente, podía hacer pequeñas acciones con suavidad. Su hijo soltó un bostezo, mientras caminaba a la cama para llegar a ella y subirse.

- Mami... - Murmuró con alegría, pero cansado. Cuando llegó a estar con Elizabeth, se acostó en su regazo.

- Hay que dormir... Te han pasado tantas cosas... - Dijo Elizabeth para luego besar su frente con cariño, Meliodas caminó y tomó a Tristan entre sus brazos, el pequeño ni se inmutó. - Je... Ya se durmió...

- Sí. Lo pondré en el medio de la cama, para que duermas cómoda. - Comentó Meliodas, mientras hacía lo que decía. Vestido solo con sus pantalones, se acomodó a un lado de Tristan, quedando este pequeño en el medio de sus padres. - Elizabeth...

- Meliodas... - Susurró con cariño la chica de cabellos plateados, observando con dulzura el rostro de su amado. Temblando, levantó su brazo con dificultad e intentó tomar la mano del demonio, pero el chico se le adelantó. Atrapó su mano con suavidad y la apretó ligeramente con amor. - Te amo...

- Yo también, te amo... - Murmuró Meliodas sinceramente, mientras sonreía con alegría. - No sabes la felicidad que me trae tu presencia...

- Yo... - Pequeñas lagrimas empezaron a brotar de los ojos de Elizabeth, sorprendiendo a Meliodas, quien la miraba preocupado. - Lo siento... Todo este tiempo te he hecho sufrir, soy muy débil... A veces siento que no merezco este amor...

- Elizabeth. - Habló serio Meliodas, pero la princesa lo miró confundida porque su voz estaba tan llena de emociones. - No digas eso. Comprendí el por qué querías que rompiera la maldición, pasamos tiempo juntos como amigos y amantes, me cuidabas, me protegías, siempre buscabas mi bienestar, y lo más importante... Siempre me amaste en cada una de tus vidas... Si eso no es amor, entonces no sé qué es...

Elizabeth intentó reprimir sus sollozos para no despertar a Tristan, quien dormía profundamente. - Pero...

- Te amo y siempre lo haré. Pero si te sientes muy culpable de lo que ha pasado, entonces hazme el hombre más feliz manteniéndote mi lado. - Dijo Meliodas besando el dorso de la mano de Elizabeth, quien tembló ante aquel cálido contacto.

- ...Para siempre. - Completó Elizabeth con una hermosa sonrisa. Meliodas se acercó a ella y la besó dulcemente en los labios. Un tierno y casto beso fue suficiente para hacerlos sonrojar. - Prometo estar a tu lado, por mi corazón... Mi vida...

- Y yo por cada corazón, te haré sonreír, cuidaré, protegeré, esperaré, abrazaré, besaré y amaré por la eternidad. - Meliodas volvió a besarla tres veces, una en su frente, otra en su mejilla y finalmente en sus labios. Elizabeth sonrió y observó con cariño a su amado, mientras sentía sus párpados cerrarse con cansancio hasta quedarse dormida.

Meliodas rió ligeramente al ver a su familia dormir tranquilamente, admirando con felicidad a ésta. Estiró su brazo para atraer a Elizabeth a él, mientras acortaba la distancia entre los tres, quedando acurrucados entre sí. - Ya todo terminó...

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Gelda cargaba a Drake, quien se encontraba limpio y en pijamas, intentando dormirlo, cosa que funcionaba. En la habitación, Zeldris se quitaba sus accesorios para dormir cómodo, pero sin quitar la mirada de su familia. Sonrió para sí mismo, ya mero acabarían con este desastre solo ocupaban reafirmar el sello y su familia estaría en paz. La vampiro sonrió al escuchar ligeros ronquidos de su hijo y se acercó a la cama, dispuesta a acomodar a su hijo para luego acostarse.

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