Ira

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La fiesta apenas estaba comenzando y todos los invitados llegaban al salón de baile del castillo. Meliodas vestía un traje elegante blanco con toques verdes y estaba viendo con alegría a Ban y a Elaine bailar. Era divertido porque, básicamente, el inmortal cargaba a la hada mientras se balanceaba de un lugar a otro. Zeldris junto a Estarossa llegaron a un lado de él. Ambos vestían ropa oscura pero con toques rojos y plateados en sus trajes, respectivamente.

- Está fiesta le hace falta un poco de diversión. - Dijo Estarossa aburrido, solo había gente bien vestida y parloteo de un lado a otro. - ¡¿Dónde está el alcohol?!

- Solo disfruta, es el momento de Elizabeth y no deseo que se arruine. - Comentó Meliodas alegre con una sonrisa. Sus hermanos lo conocían perfectamente para saber que esa sonrisa no era amigable.

- Gelda y los demás siguen arreglándose. Así que tenemos que esperar a que lleguen. - Dijo Zeldris serio. - Eso significa que debes ser paciente para que la verdadera fiesta comience.

- Se nota que me quieres, hermanito. - Dijo Estarossa con cariño. Meliodas se rió por la cara de molestia de Zeldris.

- Dejen de mirarme así. - Dijo molesto. - ¿Por qué no vas a ligarte a alguien?

- Jaja... No tienes por qué decirme eso. - Dijo Estarossa ofendido, aparentemente. - Pero me encanta tu sugerencia, así que nos vemos hasta mañana.

Ambos hermanos vieron a Estarossa caminar hacia la multitud con ánimo. Meliodas miró a Zeldris con cierta empatía. - Veo que te enfadó. Pero hay algo que te está molestando, ¿no es cierto?

- Sí. Tengo el presentimiento de que algo malo va a pasar. - Murmuró Zeldris con preocupación, sorprendiendo a Meliodas. - Ver a Gelda en ese estado, me hizo recordar mi propia debilidad.

- Zeldris... - Dijo Meliodas preocupado, pero no sabía que decirle. - Arreglaremos todo este desastre que nuestro padre está haciendo y viviremos en paz.

Zeldris solo asintió. Meliodas golpeó ligeramente su espalda de manera cariñosa. Ambos observaron a King y Diane bailar con gracia. Quien hubiera imaginado que ambos, más bien King, bailaban excelentemente. Margaret bailaba junto a Gilthunder con elegancia, Verónica platicaba animadamente con Griamore y Baltra yacía en su trono viendo el lugar con gusto.

- ¡Oigan! - Ambos demonios voltearon hacia la voz chillona. - ¡¿Dónde está Elizabeth?!

- ¡Hawk! Te ves bien. - Dijo Meliodas al ver que el cerdo traía un pequeño traje elegante de color negro.

- ¡Cállate! Sé que lo haces con burla. - Exclamó molesto.

- Aun no llega. Se está arreglando junto a Gelda y los niños. - Dijo Zeldris.

- ¿Por qué no vas a ver cómo están? - Le pidió Meliodas con simpleza, aunque por dentro estaba preocupado.

- ¡Claro! ¡Déjaselo al gran Hawk! - Exclamó el cerdo con orgullo.

Sin más, el cerdo se alejó de ellos con ánimo. Pero en tan solo unos segundos, se detuvo de golpe. Meliodas y Zeldris se sorprendieron ante la repentina magia que llegó en el castillo. Sus rostros se endurecieron al reconocer esa presencia.

- ¡¿Qué está pasando?! - Gritó Hawk asustado por la gran presión de fuerza que estaba en el ambiente. Y no solo él, sino que todos los invitados se sintieron abrumados.

- ¡Meliodas! ¡Zeldris! - Gritó Estarossa acercándoseles, mientras les lanzaba una espada pequeña a cada uno, aceptándolas. Detrás de él, se acercaban los demás miembros de los siete pecados capitales.

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