Paz

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El hermoso y brillante paisaje confundía a Elizabeth, quien se encontraba sentada en un prado lleno de majestuosas flores y vegetación atrayente. No se sentía adolorida, por lo que dedujo estar en un sueño. El viento era cálido e incluso sin saber dónde estaba, se sentía bienvenida.

Llena de curiosidad, se levantó y caminó a su alrededor con precaución. Después de un rato sin saber dónde estaba, decidió jugar un poco con las flores. Era un poco raro que ella durara mucho en el lugar, pero no le tomó importancia. Cuando terminaba de hacer una corona de flores, sintió la necesidad de levantar la mirada.

- ¿Meliodas...? No, ¿Tristan? - Susurró sorprendida al ver una figura pequeña de color amarillo a lo lejos de ella. Sin sentirse intimidada, Elizabeth corrió hacia aquella presencia.

Se detuvo de golpe al ver que no era quien creía que era. Era una pequeña mujer, a comparación de ella, cabellos rubios y largos, no podía ver su rostro porque le estaba dando la espalda. Estando a un par de metros, Elizabeth sintió una sensación de inquietud, pero inusualmente se sentía en confianza. - ¿Hola...?

Elizabeth escuchó una pequeña risa, posiblemente de la joven frente a ella. - Muchas gracias. Sólo faltaba él...

Su voz era dulce, pero firme. Elizabeth confundida por sus palabras, intentó acercarse a ella. Sin embargo, la joven de cabellos dorados simplemente dio la vuelta dejando a su rostro a la vista de la princesa de Lionés. Observó el rostro de aquella joven con asombro ante la gran semejanza con su amado Meliodas, sus ojos verdes se cerraron para mostrarle una gran sonrisa. Era muy hermosa. - Te encargo a mi pequeño...

- ¡Espere! - Gritó Elizabeth al intentar tocarla pero cuando lo hizo, ésta desapareció en partículas negras, dejando completamente confundida a la princesa pero no iba a negar que se sentía llena de una manera llena de paz.

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Era el tercer día y Elizabeth ya podía levantarse, aunque solo podía caminar un par de pasos pues todos se negaron a que ella hiciera cualquier actividad fuera de la cama. Hasta hace un par de minutos se encontraba reflexionando sobre su extraño sueño, pero en estos momentos simplemente observaba con confusión las caras de Diane y Elaine, que expresaban emoción. Gelda se mantenía curiosa ante la situación frente a ella. - Me pueden repetir lo que dijeron. - Dijo Elizabeth confundida.

Diane en vez de sentirse ofendida por no ser escuchada, retuvo un chillido de emoción. - Qué debemos hacer los planes para tu boda, recuerda que tú y el capitán aún no están casados.

- Exacto. Ahora que no hay nada más que hacer que esperar, podríamos planear tu boda. - Dijo Elaine con emoción, adoraba las bodas. Era una de las pocas cosas humanas que amaba.

- Además, tengo que aprovechar que aún estoy delgada. - Bromeó Diane mientras acariciaba suavemente su plano, por ahora, vientre. Elizabeth rió ante la burla que su amiga se hizo a sí misma. - Gelda nos dejó ayudarle con la suya, ¡y vaya que fue genial!

Elizabeth se giró hacia la vampiro, quien sonrió positivamente. Con un poco más de confianza, la princesa asintió con ánimo. El sonido de la puerta abriéndose, llamó la atención de las chicas. Eran Margaret y Verónica, la primera sonreía con emoción mientras que la otra suspiraba con alegría, pero aburrida.

- ¡Me encantaría ayudar en la planeación! - Exclamó Margaret mientras se acercaba al grupo de chicas, quienes sonrieron animadamente.

- ¡Genial! Ves Elizabeth, ya tenemos más ayuda. - Comentó Elaine con alegría. Todas derrochaban alegría y emoción, a excepción de Gelda y Verónica, quienes sonreían tranquilamente.

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