Miedo

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Era de mañana, y Zeldris se despertó para levantarse de la cama algo cansado. Observó a su familia dormir. Gelda abrazaba a Drake mientras el niño soltaba pequeños ronquidos. Verlos descansar con esa tranquilidad le traía una enorme satisfacción. Acarició los cabellos claros de su esposa con dulzura, a lo que ella reaccionó con una sonrisa.

Mantuvo la mirada perdida por unos momentos, pensando en los acontecimientos que habían ocurrido. Saber que su padre estaba queriendo emerger del purgatorio lo aterraba, no quería perder a su amada otra vez... A su hijo e incluso sus hermanos.

- Algo no está bien... - Susurró para sí mismo. Observó a su alrededor con detenimiento, analizando cada rincón.

Regresó su mirada hacia a su familia, encontrándose que solo estaba Gelda durmiendo. Sonrió con emoción mientras cerraba los ojos, sintiendo el aire de la ventana entrar, Drake había salido sin que él se diera cuenta. Miró su mueble como si esperara no ver su espada recargada ahí, y efectivamente no estaba. Su hijo había mejorado sus técnicas. - Ese niño... - Murmuró con cariño.

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El movimiento de Mamá Hawk hizo que Meliodas se despertara con flojera. Se encontraba acurrucado entre los pechos de Elizabeth, quien dormía plácidamente. Sentir la suavidad de éstos en su cara le traía una tranquilidad, podía sentir el corazón de su amada latir con ritmo suave.

Estiró su brazo, pasando de Elizabeth, buscando la presencia de su hijo, pero no sintió nada. Murmuró con flojera unas palabras sin sentido. La falta de Tristan lo despertó por completo, tomando asiento en la cama miró como Elizabeth se despertaba.

- ¿Meliodas...? - Preguntó soñolienta, mientras se acomodaba en su regazo poco contenta ante los movimientos bruscos de la taberna.

El rubio soltó una pequeña risa al ver el leve puchero de su Elizabeth. Acarició sus cabellos plateados para luego pasar a sus pechos. Tomó uno de ellos y lo apretó suavemente, Elizabeth despertó con rapidez algo apenada.

- ¿Qué pasa, Elizabeth? - Preguntó con falsa inocencia en su acto.

- M...Meliodas... - Murmuró avergonzada por el tacto tan agradable, pero sin vergüenza del chico.

Soltó su pecho y besó su frente con cariño. Elizabeth lo miró con ternura antes de sorprenderse por el rostro de Meliodas. Una pequeña, pero animada risa llamó la atención de Meliodas, quien no entendía el por qué de la risa de Elizabeth.

Curioso por la alegría de Elizabeth, tocó su cabello para ver si no tenía algo pegado, pero solo era su usual cabello alborotado. Ella no se reía por eso, pues ya lo había visto con anterioridad y le dijo que se veía lindo.

- Elizabeth. - Le habló con una voz profunda, provocando un ligero sonrojo a la chica.

- ¿Qué pasa, Meliodas? - Dijo Elizabeth mientras se sentaba junto a él con una sonrisa.

- ¿Por qué te ríes de mí? - Dijo fingiendo estar herido. Elizabeth sonrió mientras acarició su rostro. - Hay algo en mi cara, ¿no es así?

Meliodas captó la indirecta y se levantó de la cama para ir al baño. Una vez allí, miró su reflejo sólo para comenzar a reír. Tenía tinta en su nariz y varías líneas en sus mejillas, simulando la cara de un gato.

- ¡Tristan! - Dijo con cariño.

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- ¿Qué tal les fue? - Exclamó Ban con alegría. Sonrió al ver las caras de orgullo de Drake y Tristan.

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