Capítulo 17

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- Itachi, se llama Itachi- El sonido del frasco al caer a sus pies, el agua y los vidrios volando en todas las direcciones no bastaron para distraerla del torrente de pensamientos que la embargaban desde que había recordado. Estaba en el laboratorio de Reishi trabajando con algunos medicamentos, cuando inesperadamente tuvo otra visión.

Lo vio dormido bajo la sombra de un gran árbol en medio de un gran bosque. Estaba tirado sobre la hierba con la cabeza hacia un lado y algunas hebras de su cabello color carbón cayéndole en el rostro con delicadeza, vestido con una enorme camiseta azul oscura y un amplio pantalón del mismo color. Su pecho subía y bajaba al compás de la profunda respiración.

Tuvo la tentación acostarse a su lado, meterse entre sus brazos y dormir tal y como él lo hacía. Llevaba tanto tiempo sin descansar, sin sentirse tranquila que la fatiga empezaba a ser demasiado evidente en su aspecto.

Quiso atesorar en sus recuerdos la cálida sensación que le crecía en el pecho al observarlo. Ese joven parecía familiar y desconocido al mismo tiempo. Se acercó despacio, contando cada paso hasta que estuvo muy cerca, se puso en cuclillas y con un dedo tocó la frente blanca del chico para apartar los mechones negros que ocultaban parcialmente sus ojos. Pero antes de que pudiera reaccionar, una mano muy fuerte se cerró alrededor de la suya, y unos ojos escarlatas se abrieron para mirarla fijamente.

La palabra salió de manera automática de su boca como si hubiera aguardado mucho tiempo para por fin ser usada. Sintió que aquella simple palabra estaba impresa en su ser de manera permanente y ahora surgía para reclamarle el hecho de haberla olvidado casi por completo.

- Itachi.

Al segundo siguiente volvía a estar exactamente en el mismo lugar de antes, de pie frente a la mesa con un frasco de hierbas en la mano y el olor de la medicina casi mareándola.

El frasco resbaló de sus dedos y dio contra el suelo lanzando cada uno de sus trozos hacia diferentes direcciones. Kaede arrastró las piernas hasta la mesa y apoyó los codos con los dedos masajeándose las sienes.

Era difícil tratar de reunir los recuerdos que tenía olvidados, pero estaba en la obligación de hacerlo. Por su hijo y por ella, porque debido a las visiones se daba cuenta de las proporciones desmedidas de su amor hacia él, y aquello de cierta manera la ponía inquieta, la urgía de él, de lo mucho que lo necesitaba y el anhelo que le quemaba las entrañas poco a poco con mayor fuerza.

No se movió del lugar en el que estaba, observó los trozos de vidrio esparcidos por el suelo. El tiempo pareció congelarse a su alrededor, nada se movía, los sonidos de la calle desaparecían tras las puertas y ventanas. Pero de repente, un brusco sonido la interrumpió, la puerta principal del laboratorio se abrió para darle paso a una mata de cabello negro algo empolvada por el mugre de las calles, una tez pálida solo un poco teñida de tierra y un par de ojos con un brillo verde brillante e impecable. Tora se la había pasado entrenando en las afueras de la villa desde su llegada, su habilidoso jutsu para ocultarse y parecer invisible durante algunos minutos le traía como consecuencia terminar convertido en un desastre.

Él se quedó parado observándola con curiosidad, la miró de arriba a abajo cuando de repente algo captó su atención en ella. Kaede siguió la mirada de Tora hasta encontrarse con su mano izquierda brotando sangre de la extensa herida sobresalía un delgado trozo de vidrio. Sin perder tiempo, Tora se acercó a ella, extendió la mano y con las yemas de los dedos rozó su hombro, bajó acariciándole el brazo hasta llegar a la muñeca y la apretó entre sus dedos con delicadeza. Se inclinó hasta quedar cerca del oído de Kaede para susurrarle:

- Deja de hacer tonterías.

La muchacha se sobresaltó un poco, sin embargo no hizo amago de moverse ni un centímetro. Seguía casi esclava de la visión acerca de Itachi. Por unos segundos no pudo asimilar lo que estaba sucediendo pero después de un rato la incómoda sensación de ser invadida la alertó sobre la imprudente cercanía del muchacho. Sorprendida, se apartó dándole un empujón en el pecho con la mano buena.

Guerra de EngañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora