Capítulo 3

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Ya llevábamos tres semanas instalándonos en Tokyo, iba por la calle donde estaba mi casa, revisaba mi Instagram, diablos, si que extrañaba a los amigos que había dejado en Londres, allá era parte de algo, acá simplemente no encajaba, aquí todo era raro, como del revés.

-Todo es tan horrible, aquí- bufe

A pesar de que ya había empezado el frío en Japón, el cargar las bolsas llenas de mi material de trabajo me hacía estar levemente acalorado, intente buscar mis llaves, pero no lograba localizarlas.

- Mierda, ¿Dónde se metieron estúpidas llaves? - intenté bajar una de mis bolsas, pero esta se trabó en uno de los salientes de metal del balcón de la casa, la bolsa se reventó al instante, y mis lápices de carboncillo salieron disparados por la calle, observé como rodaban por la calle y decidí sentarme en el suelo.

– AAARRRRG, estúpido Japón, estúpida bolsa de lápices, estúpidas llaves- grite mientras halaba mis cabellos y escondía mi cabeza entre mis rodillas.

- ¿Esto es tuyo? - escuche una voz ronca hablarme en un japonés demasiado fluido, mire hacia arriba, un tipo estiraba hacía mí, dos de mis lápices de carboncillo, me quede estático por tres segundos, lo mire de arriba abajo, pants de ejercicio, chamarra de algún equipo deportivo en motivos morados y blancos, bolso de deporte demasiado grande colgando de un hombro, clarooooo, el deportista vecino de enfrente.

- Ehhh, si, son míos, gracias- se los arrebate de las manos, el me observó impasible, miro alrededor, donde más lápices estaban desperdigados, llegando hasta la acera de enfrente- sabes japonés- dijo.

Lo observé caminar y recoger cada uno de los lápices, yo no deje de seguirlo con la mirada, su cabello si tenía tonalidades verdes, no era la luz de la mañana de aquella vez, era un tipo enorme, seguramente a la par de él debía parecer un fideo de esos del ramen instantáneo, ¿qué tipo de deporte practicaría?

- Si, hablo algo de japonés, soy mitad japonés - dije, señalando mis ojos que se almendraban sutilmente al lado opuesto de los lagrimales.

- Entiendo- dijo, me ofreció los otros lápices y yo los tome, él se veía serio, se colocó mejor su bolso- espero encuentres tus llaves- se dio la vuelta, cruzó la calle, y desapareció dentro de su casa.

Mi teléfono sonó en ese momento, lo contesté y sentí mis llaves en mi bolsillo trasero del jean, entre a la casa ya un poco relajado, cargando mis paquetes de arte. 

MakutanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora