Capítulo 10

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Seguí a Tendo, hasta la puerta de su casa, sus manos estaban llenas de carboncillo gris hasta las muñecas, supuse que había estado trabajando el día entero, me empecé a poner nervioso, mi abuela y mi madre podían venir en cualquier momento de a donde sea que estuvieran y no quería que me vieran salir de la casa de "los vecinos extranjeros" como decía mi abuela, él se dio la vuelta y me sonrío mostrando unos dientes afilados y blancos, yo respiré hondo, debía dejar de pensar demasiado las cosas, si el pelirrojo me agradaba debía darle aunque sea una oportunidad.

-Permiso- mi voz sonó algo tensa

Me quite los zapatos de deporte y los deje en el genkan. Él se quitó las botas de un tirón y corrió a la cocina, yo me quedé de pie observando las fotografías que decoraban la estancia, mostraban a Tendo en diferentes partes, otras donde ganaba premios, otras con su familia, se notaba que era enormemente feliz, me di la vuelta justo cuando venía con un vaso de té.

- He ganado algunos premios de pintura, no es para tanto- sonrió, sentándose en la alfombra, yo lo seguí un poco tenso- te habías perdido, Wakatoshi-kun- me dijo sonriendo abiertamente.

- No fue mi intención- dije serio- he estado ocupado entrenando, ahora tengo dos equipos.

- ¿Eres seleccionado nacional?

- Ehh, si, desde hace una semana, y he tenido que acoplarme a mis nuevos compañeros.

- ¿Cuántos años tienes? – pregunto mientras sorbía un poco de té

- Tengo 17 años, ¿y tú?

- Igual, vaya eres tan joven y ya estás en las grandes ligas, es increíble- comenzó a hablar, a contarme de sus estudios de arte, y yo sólo podía observar sus finos labios moverse, ese chico hacía que me distrajera demasiado, sus dedos largos hacían florituras en el aire mientras hablaba, yo los seguía como idiota, él me sonreía y sonreía para sí mismo, mientras comentaba de los premios que había ganado y todo lo que había hecho.

- Es mucho lo que has logrado, tú también, Tendo- alcance a decir antes que se diera cuenta que estaba nervioso y distraído, pues no encontraba nada más que decir. Siempre fui una persona callada y de pronto me veía obligado a pensar en cinco temas de conversación distintos con tal de seguir escuchando al pelirrojo hablar.

- Si, un poco, no tanto como tú, es claro.

- ¿Has estado trabajando? - pregunté, señalando sus manos, él sonrió y se acercó a mí - ¿Tienes un nuevo proyecto? – él se seguía acercando, podía ver tenues pecas en su nariz y mejillas, sus ojos brillaban, cerré los ojos instintivamente cuando lo sentí más cerca aún.

- Así es, Wakatoshi-kun- dijo con la voz elevada, pasando uno de sus dedos llenos de carboncillo por mi mandíbula, abrí los ojos instintivamente, él ya estaba a un metro de mi como en un inicio, llevé mi mano hasta la marca que seguramente había dejado su dedo – tranquilo, se quita- dijo riendo suavemente.




Todo estaba saliendo bien, estaba obteniendo justo lo que quería, los japoneses no acostumbraban a tener demasiada cercanía a personas que acababan de conocer y ahí estaba yo, Tendo Satori, ignorando por completo esas "reglas morales" todo sea por mi amor al arte, el grandote se había puesto rojo como tomate, ¿a qué no era adorable?, me levante de la alfombra, fui hasta la cocina y traje un paño mojado para que se limpiara mi marca gris de su muy perfecto mentón.

- Ten, es para que te limpies mi marca- dije, el tomo el paño y agradeció con un movimiento de cabeza, yo le sonreí, en ese instante mi celular sonó.

- ¿Alguien te llama? – dijo mientras yo me levantaba del piso

- Eh si, deben ser mis padres para preguntarme como estoy, quédate cómodo, no tardare- subí las escaleras hasta mi habitación y conteste.

Hablaba con mi mamá, estaba muy emocionada por lo que había logrado con su marca de diseños, que era una de las cosas importantes por las cuales había ido a Londres, me acerque a la ventana, el auto de los Ushijima se estaba estacionado en la cochera, supuse que mi grandote iría huyendo con sus familia, espere y espere pero él jamás salió de mi casa a la suya, me pareció realmente extraño, mi madre termino la llamada, diciéndome que no me desvelara por trabajar tanto, baje las escaleras y lo miré, recostado contra uno de los sofás azul marino, durmiendo de lado, se había quitado la chamarra, y solo traía una camiseta blanca ajustada, se veía relajado, sin las líneas duras en su frente, sonreí y corrí escaleras arriba.

Baje con mi sketch de dibujo y un bote lleno de mis lápices, es que si había un Dios realmente ahí arriba, este era mi momento de agradecerle, me había puesto a mi entera disposición a mi nueva musa, era mi momento, me emocione, ya les dije que amo el arte, y él era una obra de arte andando.

Inicie por su cabello, era café oscuro con esas tonalidades verdosas un tanto extrañas. Algunos mechones largos le caían por su frente, se veía suave, lo toqué, si, en efecto era suave, lacio, olía a sales de baño, sonreí, era fácil deslizar el lápiz cuando estabas tan cerca de lo que querías plasmar.

Las líneas de tensión que normalmente decoraban su frente, no existían. Poseía unas cejas definidas en su rostro masculino, se sentía tan bien dibujarlo así, de frente, sin su constante ceño fruncido arruinando esos rasgos perfectos, sus ojos, decorados de pestañas finas y largas que proyectaban sombras débiles sobre sus pómulos altos y angulosos, casi podía sentir como era ser acariciado por ellas, sus labios fruncidos, entre abiertos por la posición en la que estaba, eran rellenos con finas líneas decorándolos, ¿cuántas chicas creen ustedes, que los habrían probado ya?, tenían un leve tono rojizo, quizás por el frío de afuera, restos de barba amenazaban con oscurecer su mentón, lo toque delicadamente y tuve que taparme la boca para no gritar como colegiala hormonal, seguí pasando el carboncillo rápidamente, para dibujar sus orejas, su nariz un tanto aguileña y respingada, pero de un tamaño que armonizaba con su rostro.

Ya llevaba dos lápices que había hecho polvo, no importo, debía seguir, a su cuello, era grueso, la posición en la que estaba hacía notar su gruesa manzana de adán, su pecho amplio, los pliegues que se formaban en su camiseta. Sus manos, diablos, sus manos, estaban recostadas en su abdomen, eran grandes, gruesas, con venas un tanto saltadas por el esfuerzo físico, a esta altura, ya había divisado un plano medio de él, recostado en mi sofá. Seguí con sus brazos, eran largos, llenos de duros músculos, y de más venas tensionadas, sonreí más, en realidad no había parado de sonreír todo el rato, estaba disfrutando esto, debía aceptar para mí mismo y para ustedes, que sí, era guapo, lo admitía, era demasiado varonil, como me gustaban.

Respire la página que acababa de terminar, saque mi celular y le saqué una ráfaga de fotos para mis futuros trabajos, iba a iniciar con otra página, cuando otro teléfono en la habitación sonó.  

MakutanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora