La ciudad de María era una ciudad con playa, y Marcos vivía a primera línea de playa. Marcos pasaba siempre por una calle que se encontraba en una cuesta empinada. En la calle había un supermercado y muchas veces la gente no enganchaban los carritos de la compra y se caían calle abajo. El abuelo de Marcos protestaba porque siempre llegaban los carritos a su bar y se le cochaban contra la barca donde tenía sus espetos. También allí se encontraban una de las casas de una amiga de Marcos que esta noche preparaba una fiesta.
Marcos se levantó por la mañana de aquel martes. Recordó a Alicia, una chica de su clase que había muerto el día anterior, ¡bah! no importaba tanto como él. Se miró al espejo y se rasco el pelo mientra decía:
- ¿Por qué soy tan guapo?
Salió de su habitación y se vistió en el salón. Cogió su telefóno y estubo un buen rato con él. Pasaron las horas, era la noche del 1 de marzo.
-¿A dónde vas, hijo?- le preguntó su madre.
- Al nº 29 de la calle del bar del abuelo.
- Vale, pero no hagas muchas locuras.
- Las haré- dijo él maliciosamente.
Marcos saludó a su abuelo y siguió subiendo por la cuesta. Ya oía la música.
- Llevamos puesta la música todo el día, la vecina nuestra, la que trabaja en el super, no ha dormido en toda la noche, ahora está amargada y cansada- le dijo su amiga a Marcos.
La noche fue divertida y se acercaban ya las 00.00 cuando un chico dijo que salieran de la casa a gritarles a los coches que pasaran. Naturalmente, eso a Marcos le encantó.
En el supermercado, una pobre joven soñolienta había estado toda lo noche sin dormir porque sus vecinos le pusieron música a toda voz pero no quería llamar a la policía por si después se vengaban de nuevo, siendo peor. Estaba recogiendo los carritos y cogió una fila de ventinueve carritos y los colocó. Solo pensaba en dormir así que se fue sin engancharlos y todos los carritos empezaron a correr calle abajo.
Había carritos por todos lados, parecía una absurda locura. Marcos se puso a gritar de risa al ver los carritos pero no se rió tanto cuando uno se lo llevó por delante
- ¡¡¡Marcooos!!!- gritaban los otros
Algunos carritos caían en la costa, otros se caían al suelo pero el de Marcos siguió. El chico consiguió suvirse al carrito y puedo ver que se acercaba a la barca de espetos de su abuelo. Con esos palos tan afilados con los que se atravesaban las sardinas ¿Podrían atravesar más cosas aparte de sardinas?Marcos tragó saliva e intento levantarse para agarrar algo y no chocar contra la barca. Consiguió levantarse pero el carrito cayó y la cara y el cuello de Marcos se precipitaron brutalmente contra los afilados palos de los espetos. Las afiladas puntas le atravesaban la mano izquierda y la gargantas. Para los que vieron aquello sería un díficil recuerdo por olvidar...