Era una noche de invierno oscura. Era una de esas noches en las que tu estés probablemente dormido en tu confortable cama, sin que se te pase por la cabeza ni en un solo momento salir corriendo fuera de tu casa, y menos para ir a un vertedero. Pues eso mismo lo hizo Daniel Velasco esa misma noche. Esperó a que todos estuvieran dormidos y salió de casa sin hacer el más mínimo ruido. Fue junto a su perra dormida, la desperto y la soltó. Después, le ató su correa metálica y le dijo:
- Vamos, hoy es el día-
La perra andaba con difícultad ya que tenía un embarazo muy avanzado, se podría decir que iba a parir en cualquier momento. No era un perro terrorífico ni muy grande. Daniel bajó calle abajo con la perra y después giró y estuvo un buen rato caminando. La perra hizo un leve gruñido y Dani la acarició.
-Tranquila amiga, ya se que lo echas de menos pero estaba malito, nosotros te vamos a ayudar a cuidar a los cachorros, claro si estó sale bien...-
El chico hablaba del otro perro que había muerto la semana pasada de una extraña enfermedad, según el veterinario. Daniel era un chico bastante normal, no destacaba en nada, aunque era bastante amable con los demás. Era alto y castaño pero no aparentaba su edad, 15 años.
Tras un largo y misterioso paseo llegarón a una especie de vertedero. Cerca de la entrada Dani vio una segadora de maíz no muy vieja y se preguntó por qué alguien tiraría algo como eso aún pudiendo usarlo. Siguió andando y empezó a mirar a los lados en una explanada. Le rodeaban montones de basura imensos. Cogió su telofono e hizo una llamada:
- ¿No vas a venir? Ya estoy aquí.
- No- dijo la voz tras el móvil, estoy cansada de tus tonterías- dijo antes de cortar.
-¡Pero Carol....!- dijo pero se dio cuenta que ya no le escuchaba, guardó el telefono y siguió andando, de pronto, escuchó un sonido:
-Se qué estás ahi, pero no creas que por hablar no te voy a delatar-
Obtuvo un silencio por respuesta.
- ¡Sé lo que pretendes, es rastrero y egoista! -gritó- van a morir muchos de nosotros, no puedes hacernos esto-.
Vio a una persona cubierta por un pasamontañas.
-¿¡Qué tienes hay?!-dijó Dani alterandose- no intentarás...
Entonces soltó al perro y echó a correr. Llegó hasta la puerta y la encontró cerrada pero por suerte vió a un grupo de chicos pasar por allí cerca:
-¡¡Eeeeh!!-gritó mientras golpeaba la puerta- ¡Por favor ayudarme!!
Los cuatro chicos lo escucharon y se acercaron a la puerta. Daniel puedo ver por el cristal de la puerta que eran mucho mas mayores que él.
-¡Por favor, abridme!- dijo desesperado.
El chico más alto se acercó con una maliciosa sonrisa en la cara y dijo en tono de burla:
-Pobrecito, el jovencito se a quedado atrapado mientras buscaba aventuras- dijo mientras los demás se reían- pues mañana vendremos con tu mami a rescatarte.
Cogió la llave que estaba en la puerta y se la llevó mientras se reía.
-¡¡Por favor, no lo entendeís!!-.
-¡Qué pases buena noche!- dijo entre risas alejándose.
Daniel se sentó abatido y hundió la cabeza entre sus manos. Entonces, escuchó que la cosechadora se encendía y puso una mirada de horror. De repente, por casualidad, apareció corriendo con alegría, al ver a su dueño, la perra. Daniel gritó para que se estuviera quieta pero la máquina aceleró y atropelló al perro, pero con tal velocidad, chocó contra una montaña de basura y empezarón a caer objetos. Dani, tirado en el suelo, pudo ver la cadena de su perro tirada ya sin sujetar nada. Sollozó. Intentó coger su telefóno pero no lo encontró y se arrastró por el suelo sin rumbo fijo, solo deseaba salir de allí, pero vio como una sombra se colocaba delante de él. Sin mirar hacía arriba pudo ver un hacha y bastante nueva aún. Por una vez se alegró de que hubiera gente que tirara cosas aún en estado aceptable. La cogió y de un salto se levantó e intentó golpear a la persona misteriosa, pero esta le esquivó. Dani, que perdió los nervios, se puso a dar golpes como un loco pero ninguno tuvo algún efecto en la persona misteriosa que parecia saber con antelación todos los movimientos de su atacante. Cansado de está situación, la persona misteriosa sacó una pistola y Dani, hacha en mano, salió corriendo horrorizado, pero no llegó muy lejos ya que la correa metálica de su perra, que se había quedado enchanchada entre un viejo imán y la cosechadora, le hizo tropezar, y en la caída el hacha se le soltó de las manos. En el suelo, pudo ver que la ley de la gravedad hizo efecto con el hacha que caía por encima de él. Herido de muerte, escribió en el suelo: SALVÁLOS. El teléfono empezó a sonar y el desconocido lo cogió. Vio el nombre de Carol y una sonrisa al lado. Colgó y se fue misteriosamente entre las sombras...