Capítulo 24: Nacimiento (Final un poco editado)

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-¿Has oído lo de Raquel?

-No ¿¡Qué ha pasado!?
-Está muerta...se ahogó...

-Pobrecilla...que horrible.

- Lo peor es que se quemó toda la piel, como si la hubieran cocinado.

-¡No me digas nada más! No necesito saberlo...

-¿Sabes? Raquel descubrió a la segunda persona...

-¡He dicho que no me interesa!

                                                                                     ***

 Juan llegó corriendo a su casa, seguido de María, Andrés y Jorge. Desde lejos, vio como sus peores temores se cumplían, y varias furgonetas y vecinos curiosos se amontonaban sobre su chalet. El chico se acercó corriendo, pero no pudo pasar, ya que una cinta policial le cortó el paso.

-¡Vivo aquí!- gritó, desesperado- ¡DEJADME ENTRAR!

 Pero  nadie le hizo caso. Unos enfermeros pasaron con una camilla, tapada con una manta. Se podía ver un brazo colgando en ella. Juan reconoció por la pulsera que llevaba, que era el brazo de su hermana. María vino corriendo justo para ver como metían el cuerpo en la ambulancia. En ese momento, no quiso mirar y abrazó a Juan. El chico se tiró al suelo, sin poder dejar de llorar, y empezó a pegar puñetazos a suelo. Andrés y Jorge vinieron corriendo, algo rezagados. Se quedaron, parados sin saber que decir. En ese momento, un coche bastante caro se paró en la acera. Una mujer, de pelo corto y  vestida muy bien, bajó. Cerró el coche y se guardó las llaves en el bolso, pero cuando levantó la mirada, quedó sorprendida:

-¿Qué pasa?- les dijo a sus vecinos con una forzada sonrisa, de pronto, miró las ambulancias y a su hijo llorrar. 

 La mujer empezó a correr  con sus tacones y se tiró en la camilla donde estaba el cuerpo inerte de su hija, abrazandola.

-¡Mi niña! ¡Mi niña! No puede ser...No puede ser...- sollozó destrozada la mujer.

 María no había visto nada tan triste en mucho tiempo. La verdad que nunca había visto ha los padres de los chicos o chicas que habían muerto llorar así. Pero algo que no era normal en aquella sitación le llamó la atención: una risa.  Por un momento, a María le pareció que era su imaginación, pero la risa volvió a sonar. Y esta vez Juan la había escuchado también. Había levantado la cabeza del suelo, y estaba de rodillas, apretando dientes y puños. María iba a gritar un <<No>>, pero Juan, sin conocer a la persona que se burlaba, se levantó corriendo para pegarle un puñetazo, pero una mano paró su puño:

-No deberías pegar a chicos cinco años mayores que tú- le dijo Manuel, el primo de Pedro, apretando el puño de Juan para hacerle daño. Llevaba una cámara colgando al cuello y lo redeaban sus dos amigos,  cuyos nombres María no conocía, y Pedro, que era la persona que no paraba de reir. Manuel empujó a Juan y lo tiró al suelo. María se pusó junto a el y le cogió la cabeza:

-¿A VOSOTROS QUÉ OS PASA?- Gritó María.

 Juan estaba apretando los dientes, lleno de ira. Jorge se acercó a Juan, lo levantó y lo llevó lejos de allí. Andrés y María se colocaron, desafiantes, delante de Pedro y de sus primos. 

- ¿Qué haceis aquí?- dijo María. Ella también había llorado un poco, pero no tanto como lo estaba haciendo Juan, a lo lejos, siendo consolado por Jorge.

-¿Tú que crees?- se burló Manuel, señalando su cámara, colgada al cuello- Lo que hacemos siempre, fotografiar a todos tus amigos cuando mueren.

Los 32 asesinatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora