Capítulo 9. Noche.

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Mientras caminaban hacia al pueblo iban hablando.

-¿Te puedo preguntar algo?- dijo Abel un poco preocupado.

-¿Qué pasa?

-Es por Haley, ¿te acuerdas cuando... Me besó?- se ruborizó, Bob asintió con una sonrisa- temo que lo hiciera por pena... Para que no viajase.

-Abel, no digas tonterías, podría habértelo impedido de muchas formas- le puso la mano en la espalda- no te tortures, ella te está esperando, está ayudándote allí, ayudando a tu padre.

-Espero que esté bien, ese Xion... Más vale que no la toque.

-Tranquilo, ella sabrá defenderse. Ahora mismo tenemos problemas mayores.

-Lo sé... ¿Tu te fias de esos hermanos?

-Sí, parece que nos temen, pero ¿viste a Momoko? ¿Cómo nos ha recibido?

-Pues me acuerdo más de como te ha recibido Tomomi.

-Cuando descubramos algo más esta noche debemos volver y explicárselo. Ella es como yo, no quiero negarle la verdad que sé.

Al cabo de un tiempo llegaron a la entrada del pueblo, todo estaba oscuro, no habían farolas que iluminasen las calles. La única luz provenía de la luna que se encontraba brillando, en lo más alto. No había mucha gente en las calles, pero si unos pocos, qué no daban muy buena espina. Ambos asimilaron que a lo mejor no debían de ser vistos. Y en silencio fueron callejeando, buscando el lugar donde se encontrase el Gobernador de aquel continente. Algo rozó el tobillo de Bob y exclamó en silencio, tapándose la boca, al mirar al suelo vió un gato negro. Abel alzó la vista y vio que no había ni una sola criatura sobrevolando el cielo. Le pareció extraño.

Algo rozó el tobillo de Abel.

-¿Qué haces tío? No tiene gracia.

-¿El qué?- preguntó Bob.

Algo rozó el tobillo de Bob.

-Tranquilo, será el gato negro de antes.

Ambos miraron al suelo y vieron a un gato negro, los miraba desde abajo con unos ojos amarillos que brillaban. Pero aquel gato poseía cuatro colas. Cuando Bob y Abel iban a continuar su camino, el gato les agarró los tobillos con sus colas. Ambos sentían una fuerte presión, tenía mucha fuerza. Eran incapaces de moverse o intentar quitárselo de encima, les había paralizado manos y piernas.

-¿Qué coño es esto?- preguntó Abel estresado, intentado liberarse, en vano.

-No lo sé, este gato no nos quiere soltar.

-Oh ¿qué tenemos aquí?- preguntó una voz a sus espaldas.

-Un par de chicos inocentes caminando por la noche para respirar la brisa nocturna- afirmó otra voz.

-Deberíamos acogerlos en casa, y calentarlos, parecen estar helados- continuó otro, en un tono que estaba asustando mucho a los chicos.

Escucharon los pasos acercarse. Cuando se pusieron frente a ellos, vieron que eran tres hombres. Aparentaban entre 45-50 años cada uno. Tenían una barba gris muy desaliñada y vestían ropas desgastadas y rotas por todas partes. Tenían una expresión en la cara que no podía describirse. Uno de los hombres acarició la mejilla de Bob, que paralizado no dijo nada. Abel lo miraba, sentía unas fuertes ganas de pegar a aquel hombre pero no podía, el gato no les soltaba.

-¿Y qué hacen aquí unos niños tan guapos?¿acaso son nuevos y no saben que no se puede salir a estas horas de la noche?- dijo el hombre dejando de acariciar a Bob pero sin dejar de mirarlo.

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