Capítulo 14. Una verdad que duele.

7 4 9
                                    

Bob corrió hacia Abel a gran velocidad, intentando esquivar aquellas peleas separadas pero que formaban parte de una misma lucha. La primera criatura ya había acabado con uno hombre y la segunta con dos. Momoko seguía luchando contra aquel señor, que a pesar de la edad que aparentaba era mucho más ágil y fuerte que Bob y Abel juntos. Cuando llegó junto a Abel le desató y le quitó la cinta de la boca.

-Abel...- dijo Bob mientras le acercaba a él y le daba un abrazo- venga, no hay tiempo para quedarse al margen, ayudemos a Momoko. Bob se levantó pero Abel seguía en el suelo.

-No... No. Tú no lo entiendes. En esta pelea no hay buenos Bob. No los hay. Vamonos ahora que podemos.

-Abel ¿qué estas diciendo? Tenemos que ayudar a Momoko, ella fue la que te ha ayudado.

-A mi no, a su hermano pequeño y a su hermana.

-Sí, también pero...-Bob vio que Momoko empezaba a tener difiultades- ¿podemos hablarlo luego? Quiero escucharte, pero si no los detenemos lo volverán a hacer.

-Tío, no sabes donde te estas metiendo, yo paso, ¿no ves donde me han metido? Tú haz lo que quieras.

Abel se levantó y se fue. Se dirigió a una casa en la que había estado retenido anteriormente esperando a que su amigo se fuera con él, pero no lo hizo y se quedó allí para esperarle, pues a pesar que quería irse, sabía que Bob no tenía ni idea de la verdadera razón por la que querían al hermano de Momoko. Bob mientras, aún que no pudiese hacer mucho decidió intentar ayudar. Se sentía culpable por no prestar la atención que Abel necesitaba, pero quería hacerle daño a quien había dañado a su mejor amigo, no, a su hermano de otra sangre. Sabía que Abel le ocultaba algo, o quería decírselo, pero lo primero era acabar con aquella estúpida pelea.

El señor se separó de Momoko sin quitar su posición de lucha.

-¿Sabes que pasará si muero hoy?

-Que todo nos irá mucho mejor- respondió Momoko manteniendo la distancia.

-Puede... Si no fuese porque tu amigo Abel sabe la verdad... Bueno mi versión de la verdad.

-¿Qué? ¿por qué los metes? Eres un...

-Seré todo lo que tu quieras, pero yo le he dicho mi verdad antes que tú y la creerá, ¿no lo ves? Tu amigo Bob le ha desatado y no viene a ayudarte. Es cuestión de tiempo que el otro se entere.

-¿Qué mentira le has dicho abuelo?- preguntó Momoko furiosa.

-No me llames abuelo, tú y yo ya no tenemos nada que ver. Solo le he contado la verdad. Nada más. Si muero solo te afecta a ti, si mueres solo sabrán mi historia y te odiaran.

-¿Y si morimos los dos?- preguntó desafiante.

-Tu sales perdiendo, en cada una de las opciones.

-Me arriesgaré- concluyó la conversación y comenzó de nuevo su pelea.

Bob miraba desde la distancia a Momoko y al anciano, estuvieron hablando de algo que Bob no pudo escuchar, pero enseguida volvieron a enfrentarse. Las criaturas estaban agotadas, eran ellas solas contra un grupo más grande y muy fuerte. La segunda criatura que llegó, cayó al suelo de rodillas durante unos segundos y el único hombre en pie que quedaba intentó aprovecharse, se acercó a la criatura levantando su arma. Bob debía hacer algo, rápido. No quería matarlo él, solo pararlo. Rápidamente cojió una flecha de la bolsa de su espalda y la tensionó en el arco, apuntó y disparó. La flecha iba a gran velocidad y le dio en la mano en la que tenía el arma, haciendo que la soltase. Bob emocionado por hacer algo bien, por ayudar a alguien saltó de alegría. La criatura volvió en sí y aprovechando el dolor que sentía el hombre le atravesó con su espada. A Bob se le quitó la sonrisa, se le había olvidado por un momento que esta batalla era a vida a muerte, y el acababa de ayudar a matar a alguien. Bob miró a Abel, arrepentido y él lo miró desde la distancia, veía en sus ojos compasión y decepción. Bob quedó inmóvil. No quería hacer daño, en verdad no quería hacerlo, pero si alguien te apunta con una pistola a la cabeza dispuesto a apretar el gatillo ¿se defendería o dejaría que lo maten por miedo a matar? Tenía una mezcla de pensamientos y emociones contradictorias. Abel se dio cuenta y fue a por él para llevárselo a la casa, para estar seguros. Allí quedaban unos pocos hombres aparte de Momoko y las criaturas.

UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora