Capítulo 25

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     Ya había pasado poco más de un mes desde que había llegado, aún faltaban unas semanas para que iniciaran las clases y en lugar de dedicarme a conocer la ciudad, o a las personas que vivían en el mismo dormitorio que yo, me recluí en mi habitación, de la cual solo salía para ir a comer a la cafetería de la escuela, además de eso solo había salido un par de veces para conocer el edificio en el que tomaría clases. Me pasaba el tiempo pintando, mis pláticas con Kris eran cortas y las que tenía con Julie eran reducidas.

     El día no era diferente a los anteriores, estaba soleado, pero no hacía demasiado calor, en realidad no importaba, no era como si el clima me interesara demasiado; había logrado dormir un par de horas, aunque no era suficiente para sentirme menos cansado, aun así me puse de pie cuando la alarma sonó. Me di una ducha con la esperanza de que eso me ayudara a sentirme mejor, y lo hizo, un poco.

     Después de vestirme me dirigí hacia mi caballete, el cual había sacado de la caja en la que estaba empacado en cuanto lo había recibido, a diferencia del resto de mis cosas. En el caballete estaba una pintura que había empezado ayer y que no había terminado, suspiré y tomé un pincel para continuar pintando. Pasaron un par de horas antes de que me sintiera satisfecho con lo que tenía frente a mí, dejé a un lado el pincel y salí de mi habitación para ir a comer. Cuando regresé me senté en el escritorio y encendí mi computadora, dejé que unas horas más pasaran antes de moverme del escritorio a la cama, donde me dejé caer antes de tomar una de las almohadas, la cual abracé, pegándola contra mi pecho.

     Intenté, igual que todos los días, no pensar en Ian, pero ahora que no tenía nada más que hacer era difícil evitarlo. Había bloqueado su número en mi celular, así que no sabía si el rubio me había llamado o enviado mensajes, pensé que de esa manera sería más fácil no pensar en él, pero me había equivocado. Cerré los ojos e inhalé profundamente, sin poder reprimir el deseo de que el rubio estuviera a mi lado. A eso parecían haberse reducido mis días, pintar y añorar la cercanía de Ian.

     A pesar de que aún era relativamente temprano comencé a sentir que el sueño se apoderaba de mí, antes de que pudiera quedarme dormido el sonido de alguien tocando la puerta hizo que mi atención volviera a centrarse. Consideré no abrir la puerta, sabía quién era, o podía imaginármelo.

—William— la voz que venía desde afuera, con un pesado acento italiano, no hizo más que confirmar mis sospechas— sé que estás ahí, abre la puerta

     Era el encargado del dormitorio, gruñí mientras me levantaba de la cama, sin soltar la almohada, no tenía nada contra él, pero su personalidad a veces resultaba abrumadora. Abrí la puerta y sostuve una corta conversación con él, solo había ido a avisarme que los libros de texto para el curso ya estaban disponibles en la biblioteca. Cerré la puerta después de despedirnos, quería volver a acostarme antes de que el sueño desapareciera completamente. En cuanto llegué a la cama volvieron a llamar a la puerta, maldije internamente antes de volver a abrirla, esperando poder deshacerme de Maurizio rápidamente.

     Cuando abrí la puerta mis ojos se encontraron con los irises azules que parecían imposibles de olvidar. Mi respiración se quedó atorada en mi garganta mientras miraba detenidamente el rostro de Ian. Tenía el ceño fruncido y los labios torcidos en una mueca, parecía realmente molesto.

—Ian...— susurré inconscientemente

—Oh, ¿aun te acuerdas de mí?—preguntó

     Mi labio inferior comenzó a temblar en cuanto escuché su voz, debía estar soñando, no era posible que Ian estuviera parado frente a mi habitación, con cara de pocos amigos, mirándome fijamente como esperando que dijera algo. Me aferré con más fuerza a la almohada que aún tenía contra el pecho mientras intentaba deshacer el nudo en mi garganta.

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