Capítulo 10 | Pequeñas Rivalidades

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El martes, el quinto día de su trabajo, Lena se sentó en una habitación desnuda, sin techo, en la parte trasera del Viktoria Theater, y esperó a que el señor Sokolov, el director interino, fuera a ver sus diseños y partituras.

Max se había ido el día anterior dando bufidos porque lo habían sacado del proyecto.

A Lena le pareció una gran suerte
que no la hubieran despedido a ella también con su maqueta, así que siguió las instrucciones del señor Sokolov al pie de la letra.

El señor Sokolov se mostraba muy
obstinado con cualquier cosa que no fuera habitual o muy sencilla.

Al desarrollarse toda la obra en el salón, había que cambiar un montón de diálogos del último acto y se habian perdido algunos muy buenos.

En su nuevo boceto, había una chimenea de ladrillo, amplias puertas algo acristaladas que daban a una terraza, dos puertas, un sofá, un par de sillones de esos que tienen respaldos pomposos y unabarrar.

Lena se levantó, se estiró y tomó la chaqueta de pana que colgaba detrás de la puerta.

La habitación estaba fría como un refrigerador.

Seguro que el señor Sokolov no
aparecía hasta por la tarde, o quizá no fuese en todo el día si ella no se lo recordaba.

El escenario no corría prisa.

Era el detalle de menor importancia de toda la producción, pero ella se había pasado toda la noche trabajando con entusiasmo en su
Boceto y las partituras que eran sencillas pero muy buenas.

Salió a esperar entre bastidores.

Todos los actores estaban listos en el escenario con los papeles del guión en la mano.

El señor Sokolov les hacía ensayar e interpretar toda la obra para que, según decía, se familiarizasen con ella.

Pero, al parecer, aquel día todos
estaban como adormecidos.

Excepto Stanislav Poniatov , los demás parecían languidecer.

Stanislav era un joven morocho y alto que hacía de protagonista masculino y era quizá demasiado enérgico.

Julia Peresild tenía sinusitis y cada hora tenía que parar, echarse gotas y luego reposar durante unos minutos.

Gennady Korzakov , un hombre de mediana edad que hacía el papel de padre de la protagonista, gruñía continuamente entre diálogo y diálogo porque no le gustaba Sokolov.

-No, no, no

Le dijo el señor Sokolov por décima vez, interrumpiéndo y haciendo que todos bajaran su guión y se voltearan amables hacia él, entre una mezcla de
sorpresa e irritación.

-Empecemos otra vez desde la página veintiocho.

Lena lo observó.

Él movía los brazos para dar las entradas, levantaba una mano
para callarlos y bajaba la cabeza como si dirigiera una orquesta.

Stanislav Poniatov le guiñó un ojo y se colocó la mano debajo de la nariz.

Al cabo de un momento, Lena volvió al cuarto que había detrás de la mampara, donde ella trabajaba y donde se sentía menos inútil.

Se sabía la obra casi de memoria.

Era una versión mas simple de "Il mutto"

Los diálogos eran divertidos e ingeniosos, pero Lena esperaba que pudiera cambiar la ambientación del escenario, aburrida y funcional, que Sokolov le había encargado.

El Precio de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora