Capítulo 15 | Un Angel Caido Del Cielo

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Julia avanzó descalza, a pasitos cortos, hacia el baño que había en la esquina, gimoteando de frío.

Llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo y su pijama azul le quedaba grande.

—Es culpa tuya, por abrir tanto la ventana

Le dijo Lena y Julia apartó la cortina y la pelirroja oyó correr el agua de la ducha.

—¡Ah, qué delicia, tan caliente! Mucho mejor que anoche.

Era una lujosa habitación, con una gruesa alfombra y paredes forradas de paneles de madera.

Todo estaba envuelto y sellado con papel celofán, desde las zapatillas de
tela hasta la televisión.

Lena se sentó en su cama, envuelta en su bata, mirando un mapa de carreteras y extendiéndolo con la mano.

Una palma y media suponía un día entero conduciendo, al menos teóricamente, aunque no era probable que lo hicieran así.

—Hoy podríamos hacer todo el camino a través de Ekaterimburgo.

—Katya. Notable por la unión de cinco rios. A la izquierda, el famoso Big Ishir Idol, y a donde la gente va de excursión a las minas para tener sexo.... Claro está que las minas son lugares para acampar, no están en función.... Por eso van a sesiones de sexo salvaje...

Therese se rió.

—Creo que hoy me pondré unos pantalones. ¿Quieres mirar a ver si están en esa maleta? Si no, tendré que ir a buscarlos al coche. Los claros no, aquellos de algodón azul marino.

Lena fue hacia la gran maleta de Carol, que estaba al pie de la cama.

Estaba llena de blusas, ropa interior y zapatos, pero no había pantalones.

Vio un tubo niquelado asomando dentro de un sueter enrollado.

Levantó el jersey.

Pesaba... lo desenvolvió y estuvo a punto de dejarlo caer.

Era una pistola con empuñadura blanca.

—¿No?

Le preguntó Julia.

—No

Le dijo Lena, y envolvió la pistola poniéndola otra vez donde la había
encontrado.

—Querida, se me ha olvidado tomar la toalla. Creo que está en la silla.

Lena la tomó y se la llevó, y en su nerviosismo, mientras ponía la toalla en las manos extendidas de Julia, sus ojos bajaron sin querer desde la cara de Julia a sus pechos desnudos y bien formados y más abajo... Donde no debería de ver...

Vio la rápida sorpresa en la mirada de Julia mientras se volteaba.

Lena cerró los ojos con fuerza y se acercó despacio a la cama, pero a
través de sus párpados seguía viendo la imagen del muy sensual y desnudo cuerpo de Julia.

Lena se bañó y, cuando salió, Julia estaba ante el espejo, casi vestida.

—¿Qué te pasa?

—Nada.

Julia se volteó hacia ella, peinándose el pelo oscurecido por el agua.

Tenía los labios brillantes del lápiz de labios recién aplicado y entre ellos había un cigarrillo.

—¿Te das cuenta de cuántas veces al día me contestas eso? ¿No te parece un poco desconsiderado?

Durante el desayuno, Lena le preguntó:

El Precio de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora