Enero.
Aquel enero hubo de todo.
Y hubo algo casi sólido, como una puerta.
El frío encerraba la ciudad en una cápsula gris.
Enero era todos aquellos momentos, y también era todo un año.
Enero dejaba caer los momentos y los congelaba en su memoria: la mujer que a la luz de una cerilla miraba ansiosamente los nombres grabados en una puerta oscura, el hombre que garabateó un mensaje y se lo tendió a
su amigo antes de irse juntos por la acera, el hombre que corrió toda una manzana para alcanzar por fin el autobús.Cualquier acto humano parecía desvelar algo mágico.
Enero era un mes de dos caras, sonando como los cascabeles de un bufón, crujiendo como una capa de nieve, puro como los comienzos y sombrío como un viejo, misteriosamente familiar y misterioso al mismo tiempo, como una palabra que uno está a punto de definir, pero no puede.
Un joven llamado Roman y un carpintero calvo trabajaban con ella en el decorado de la obra basados en sus bocetos.
El señor Sokolov estaba muy contento de todo.
Una tarde apareció el señor Beliakov.
El señor Beliakov le habló de una obra que iba a empezar a producirse al cabo de un mes y medio.
Él estaría encantado de recomendarla como ayudante, y Lena dijo que le iría muy bien porque de todas maneras iba a estar fuera de la ciudad hasta entonces.
En los últimos días, todo estaba saliendo muy bien.
El señor Androvich le había prometido un trabajo de dos semanas en San Peter a mediados de febrero, que seria justo el momento en que volviera de su viaje con Julia.
Lena apuntó el nombre y la dirección del hombre que conocía el señor Beliakov.
—Está buscando a alguien, así que llámele a principios de semana
Le dijo el señor Beliakov
—Será sólo un trabajo de ayudante, pero su primer ayudante, un alumno mío, ahora trabaja con Hrunov.
—¡Oh! ¿Cree que usted o él podrían conseguirme una cita con el señor Hrunov?
—Nada más fácil. Lo único que tiene que hacer es llamar al estudio de Hrunov y preguntar por Andy, Andrey Wuornovich. Dígale que ha hablado conmigo. Déjeme pensar, sí, llámele el viernes. El viernes por la tarde, a eso de las tres.
—De acuerdo, muchas gracias.
Faltaba toda una semana para el viernes.
Lena había oído decir que Hrunov era inaccesible y tenía fama de no conceder nunca citas y de no acudir jamás a las que había concedido, porque estaba muy ocupado.
Pero tal vez el señor Beliakov le
conociera mejor.—Y no se olvide de llamar a Wuornovich
le dijo el señor Beliakov al salir.
Lena miró otra vez el nombre que él le había dado: Andrey Wuornovich,
Inversiones Teatrales, y una dirección privada.—Le llamaré el lunes por la mañana. Muchas gracias.
Aquél era el sábado en que había quedado con Sash en el café después del trabajo.
Era el diecisiete de enero, once días antes de la fecha en que Julia y ella
tenían planeado irse.
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El Precio de la Música
FanfictionLa historia esta basada en hechos reales, transcrito del libro y película...