Lena no pudo descubrir qué coche tenía el detective porque los coches estaban en garajes separados, y aunque desde el solárium veía los garajes, él no salió aquella mañana.
Ni tampoco le vieron a la hora de comer.
Cuando se enteró de que se iban, la señora Blanchett insistió en que fuesen a su habitación a tomar un cordial.
—Tienen que tomarse la copa de la despedida
Le dijo la señora Blanchett a Julia
—¡Si ni siquiera tengo su dirección!
Lena recordó que las dos se hablan prometido intercambiar macetas de flores.
Recordó que la larga conversación que habían tenido en el coche sobre los plantios había cimentado su amistad.
Julia mostraba una paciencia infinita hasta el final.
Una nunca se hubiera imaginado, viendo a Julia sentada en el sofá de la señora Blan, con la copita que la señora le rellenaba una y otra vez, que tenía prisa por marcharse.
Cuando al fin se dijeron adiós, la señora Blanchett las besó en las mejillas.
Desde Vologda, tomaron una autopista que iba por el norte hacia Novgorod.
Se pararon a tomar café en el tipo de sitio que siempre preferían, un restaurante corriente con una barra y una máquina de discos.
Pusieron monedas en la máquina, pero ya no era lo mismo.
Lena sabía que ya no sería igual durante el resto del viaje.
Pero Elena intuía que el objetivo de Julia era San Peter.
Pasaron la noche en un camping montado de forma circular, como un
campamento.Mientras se desnudaban, Julia miró al techo, donde la tienda acababa en pico, y dijo aburrida:
—Son problemas que sólo se buscan los imbéciles...
Y, por alguna razón, su comentario provocó en Lena una risa histérica.
Se rió hasta que Julia se hartó y la amenazó con que si no se callaba, le haría beber de un trago un vaso entero de brandy.
Lena seguía sonriendo de pie junto a la ventana con el brandy en la mano, esperando que Julia saliera de la ducha, cuando vio un coche que se acercaba a la amplia tienda de la oficina del camping y se paraba.
Al cabo de un momento, el hombre que había entrado en la oficina salió y miró a su alrededor, al oscuro círculo rodeado de tiendas.
Fue su andar acechante lo que le llamó la atención.
Aunque no le veía la cara ni distinguía claramente su silueta, enseguida se convenció de que era el detective.
—¡Julia!
La llamó y Julia apartó la cortina de la ducha y la miró, dejando de secarse.
—¿Es…?
—No estoy segura, pero creo que sí
Le dijo, y vio cómo el enfado invadía la cara de Julia endureciéndole los rasgos.
El susto hizo que Elena recobrara la sobriedad de golpe, como si hubieran insultado a Julia o a ella.
—¡Mierda!
exclamó Julia, y tiró la toalla al suelo. Se puso la bata y se ató el cinturón
—¿Pero qué está haciendo?
—Creo que se ha parado aquí.
Lena seguía junto a la ventana
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El Precio de la Música
FanfictionLa historia esta basada en hechos reales, transcrito del libro y película...