Capítulo 6 | Una Visita Inesperada

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Lena salió y miró a su alrededor, pero las calles estaban vacías, como todas las mañanas de domingo.

El viento se agitaba en torno a la alta esquina de cemento del edificio de su trabajo, como algo enojado por no encontrar ni una sola figura humana que se le opusiera.

Sólo ella, pensó Lena, y sonrió para sí.

Podría haber pensado en un sitio más agradable donde quedar.

El viento era como hielo contra sus dientes.

Julia llevaba un cuarto de hora de retraso.

Si no llegaba, ella seguiría ahí parada esperándola durante todo el día y toda la noche.

Una silueta emergió de la boca del metro, la figura presurosa y delgada como un palillo de una mujer con un largo abrigo negro, bajo el cual sus pies se movían tan deprisa como si fueran cuatro y girasen en una rueda.

Entonces Lena se volvió y vio a Julia en un coche que se acercaba al bordillo de la acera.

Lena se acercó a ella.

—¡Hola!

Exclamó Julia, y se inclinó para abrirle la puerta.

—Hola. Pensaba que no vendrías.

—Siento muchísimo llegar tarde. ¿Estás helada?

—No.

Lena entró y cerró la puerta. Dentro del coche la temperatura era cálida.

Era un coche azul oscuro tapizado de piel azul oscuro y negro.

Julia se dirigió despacio hacia el oeste.

—¿Quieres que vayamos a mi casa en el campo? ¿Adónde te gustaría ir?

—Me da igual

Le dijoLenan. Veía las pecas de la nariz de Julia, quizás eran manchas de la edad, porque si era mas grande que ella.

Su pelo algo corto y rubio, que a Lena le sugería un frasco de perfume colocado a la luz, estaba recogido hacia atrás con el pañuelo verde y amarillo que le rodeaba la cabeza en forma de banda.

—Vayamos a casa. Es un sitio muy bonito.

Se dirigieron a la parte alta de la ciudad.

Era como cabalgar dentro de una montaña rodante que podía barrerlo todo a su paso, pero que obedecía totalmente a Julia.

—¿Te gusta conducir?

Le preguntó Julia sin mirarla. Tenía un cigarrillo en la boca.

Apoyaba las manos suavemente sobre el volante, como si no significara nada para ella, como si estuviera sentada cómodamente en una silla cualquiera, fumando

—... ¿Por qué estás tan callada?

Entraron en el túnel Trotsky.

Una salvaje e inexplicable excitación invadió a Lena mientras miraba por la ventanilla.

Deseó que el túnel se derrumbara y las matara, que sus cuerpos se arrastraran ahi juntos en sus últimos momentos.

De vez en cuando, sentía la mirada de Julia posarse sobre ella.

—¿Has desayunado?

—No

Le contestó Lena.

Supuso que estaría pálida.

Había empezado a desayunar, pero se le había caído la botella de leche al fregadero y lo había dejado.

El Precio de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora