1.5 Ataque Sorpresa.

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— ¿Danielle? —ella volvió abruptamente a la realidad. Scorpius la miraba desde el otro lado de la carpa deslizando las manos dentro de un par de guantes negros. Él estaba listo. Lo miró sin parpadear, perdida en la palidez que emanaba su rostro con aquel atuendo negro— Tenemos que irnos —murmuró tendiendole una capa identica a la suya.

Dolohov se movió roboticamente hacía él. Scorpius le ayudó a colocarsela— No quiero hacerlo —a él no me sorprendió el comentario de la chica. Tomó la obsidiana que colgaba fuera de su cuello y suspiró. Ya no era necesario que Danielle elevara la cabezas para verlo. Sus estaturas eran iguales entonces— Yo tampoco quiero hacerlo —hubo una pausa— Albus se ha convertido en mi mejor amigo, Danielle —giró la obsidiana entre sus dedos enguantados— Ojalá tuvieramos opción —pero ella sabía que no la había. Su familia, ellos; todos estaban en peligro. El juramento inquebrantable de sus padres los habían compromedito a una vida de oscuridad— Ojalá tuvieramos otra vida —corrigió la chica cubriendose la cabeza con un (gorro) perteneciente a su equipo favorito. El Mundial de Quidditch era un evento para disfrutar en compañía de familia, pero en su lugar, ambos Greengrass estarían preocupados porque nada se les escapará de las manos en su primer ataque— ¿No crees que es demasiado negro? —ella preguntó. Sus brillantes ojos azules paseando su cuerpo entero. Malfoy le sonrió tirando una vez más del dije de obsidiana, esta vez para lucir fuera de la capa— Ahora ya no —los dos rieron tenuemente— Nadie lo notará Dan, lo prometo —ella asintió y solos, como habían llegado a su destino, emprendieron camino. Sería una larga noche.

El palco que los apellidos como Malfoy y Greengrass ocupaban, eran exactamente aquellos junto al anunciador del partido: Dean Thomas. Y desde ahí, era fácil apreciar de extremo a extremo el estadio.

Ese año ni siquiera una aguja sería distinguible entre la multitud. Danielle se preguntó entonces ¿cuantos inocentes morirían esa noche?

El lugar se volvería un area de guerra y ella pronto pudo imaginar los alrededores llenos de cuerpos inertes y desangrados hasta la muerte. Los fuegos artificiales estremecieron su pecho. El partido dio inicio.

Danielle deseó sentir la pasión de todos los presentes, la rivalidad hacia el equipo contrario o la decepción de las bajas en el equipo por fracturas y perdidas de conocimiento. Pero absolutamente nada de eso llegó. Lo único distinguible era el nudo de nervios que consumía la boca de su estomago lento y con tortura a medida que se acercaba el final.

Por un segundo ella pensó en escapar a toda velocidad o incluso romper las reglas apareciendose, pero nueva voz a su lado, le hizo detenerse— Si fuera tú, yo no lo haría —se le cayó la mandíbula hasta el suelo— Cameron —ahogó un grito de sorpresa. Scorpius también lo miró con ojos muy abiertos. ¿En qué momento él había llegado?— ¿Ya consideraste las consecuencias que tendrás si lo haces? —el recién llegado siguió hablando, la mirada al frente y los brazos cruzados. Danielle abrió la boca y la volvió a cerrar. No, realmente no lo había pensado. ¿Qué pasaría si alguien rompiese un juramento inquebrantable? El rubio seguía ajeno a la situación— No quiero convertirme en esto Cameron —se defendió. Finalmente el chico se volvió. Profundas ojeras adornando sus ojos y las mejillas hundidas. Danielle nunca lo había visto tan delgado— Nadie lo quiere Dan. Pero una vez comprometidos ya no pueden huir —ella pasó saliva— Él los seguirá a donde quiera que vayan —se inclinó ligeramente hacia ambos— Tiene una especie de conexión con todos aquellos que portan su marca —por un segundo, un atisbo de esperanza inundó el pecho de la chica. Ellos no tenían una marca— Nosotros no... —Zabini los interrumpió con un tono de voz brutalmente seco— Pero sus padres la tienen y ellos han echo el juramento inquebrantable —pasó un respiró en el que nadie dijo nada.

— Lo lamento —Cameron se disculpo sobando el puente de la nariz con dos dedos— Esta situación me pone los vellos de punta —el castaño tomó a la rubia de la mano y tiró de ella suavemente— Tenemos que irnos, el partido esta a punto de terminar —Dolohov giró al campo, la voz de Dean Thomas volviendo a tomar un lugar importante en la escena. La victoria de los Búlgaros con Viktor Krum como entrenador fue inevitable. Danielle hubiese deseado tener oportunidad de decir "¡Se los dije"! A sus dos mejores amigos: Albus y Scorpius, pero no había tiempo. Resignada, se dejó levar por el chico Zabini. Scorpius pisandole los talones.

UN NUEVO INICIO:  EL COMIENZO #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora