Capítulo 12

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Ha transcurrido poco más de siete meses desde que me marché de Gasglow, poniéndome rumbo hacia un destino que aún estaba por determinar, huyendo como un cobarde, en un intento desesperado de dar con una oleada de alegrías que iluminaran los lugares más sombríos de mi mente y sobre todo, de mi día a día. Estuve en la ciudad de Kansas, en Irlanda e incluso vistando las ruinas de Denver. He perdido la cuenta de las veces que he salido huyendo de una ciudad por miedo a recordar el daño que le hice a la mujer de la que estoy enamorado. No merezco su perdón, ni siquiera que me confíe ciegamente la custodia del pequeño cuando nazca. Fui un cobarde y un egoísta al comparar a nuestro futuro retoño con una sanguijuela. Estaba tan cegado por el miedo a perderla para siempre que hablé sin pensar e hice aquello que intenté evitar a toda costa desde que la conocí, lastimarla.

Por un lado me siento totalmente abatido e, incluso, enfadado conmigo mismo por haber dejado a un lado mis modales. Ni siquiera me reconozco. En todo este tiempo he sentido que algo dentro de mí estaba cambiado lentamente, apoderándose de mi ser por completo, haciendo desaparecer mi verdadera esencia. Y eso me reconcome por dentro. No sé cuánto tiempo más me queda siendo yo mismo antes de perderme del todo. Y por otra parte, no puedo evitar sentirme satisfecho por haberme apartado de Liz y haberle dado la oportunidad de ser feliz junto a un buen hombre. Sé que Jamie va a protegerla y va a quererla como se merece. Yo sólo era el arma asesina. Ella la víctima y Jamie el escudo que puede protegerla. Es mejor así. Al menos, me he convencido de que así es.

Quiebro las cadenas que sellan la entrada a casa y, ejerciendo una leve presión sobre la puerta, consigo abrirla de par en par. Doy un par de pasos hacia el frente, adentrándome en mi hogar, y cierro detrás de mí, siendo rápidamente invadido por un fuerte y desagradable olor a cerrado. Avanzo hacia el frente hasta desembocar en el salón solitario y sombrío, cuyos muebles están cubiertos por una fina sábana blanca que enmascara una capa gruesa de polvo.

Me pongo rumbo hacia la escalera lateral y deslizo mis dedos por el pasamanos, recogiendo una generosa muestra de polvo. Comienzo a ascender los peldaños que me distancian de la segunda planta y una vez alcanzo la cima siento como una inesperada corriente de aire se levanta y juega con mi cabello temporalmente. Hago ademán de desviarme hacia el pasillo de la derecha cuando siento unos ojos clavados en mi espalda, como si pretendieran atravesarme. Doy lentamente media vuelta y centro mi atención en el lugar desde el que sentí que me observaban pero, para mi sorpresa, no hay ni rastro de un posible acechante. Así que decido retomar mi propósito anterior.

-Kai, sé que estás ahí.

Silencio.

Detengo mi caminar ante la habitación de Luz, la abro de par en par y descubro que su habitación ha sido remodelada, abandonando los detalles infantiles para ser sustituídos por una serie de retoques propios de una niña de aproximadamente dieciséis años. En un lado hay una cama recubierta con una colcha de notas musicales y las paredes están adornadas con pósteres y cartulinas de colores con letras de canciones. Los estantes cubiertos de peluches han sido sustituídos por decenas de libros de géneros diversos.

Cierro nuevamente la habitación, preocupado con respecto al estado psiquico de mi hermano, y camino hacia su habitación. Llamo un par de veces para anunciar mi presencia pero al no recibir ningún tipo de invitación decido invadir la estancia, autoinvitándome. Tras apartar la puerta visualizo a mi hermano observando el paisaje que se alza al otro lado de la ventana, con una copa de whisky en una de sus manos, a escasos centímetros de sus labios.

-¿Qué estás haciendo aquí, hermano?- pregunto, echándole un vistazo al dormitorio-. ¿Has estado encerrado durante meses en casa?

-He estado guardando luto.

The Creatures; Origins (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora