V - Lobo Suelto

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Era viernes 24. Adriano decidió pasar un rato por la oficina antes de cubrir alguna noticia. Se saludó con algunos colegas y les preguntó si sabían algo del caso Trotta, aunque sólo recibió negativas. De todas formas, les llamaba también la atención cómo había desaparecido todo rastro de la noticia. Sólo algunos periódicos sobrevivieron físicamente, pero no aportaron nada nuevo. Adriano los pidió prestados y se los puso a leer con detenimiento por algunos momentos de su jornada laboral. La familia de la víctima no se había manifestado en ningún momento y los únicos contactos que aparecían eran para la policía. Ni testimonios de conocidos, siquiera. Evidentemente hubo mucha difusión espontánea en la prensa para ser un muchacho buscado por nadie. De todas formas, no creía conveniente volver a hacer revuelo mediático al respecto y arriesgarse a comprometer más información, mucho menos exponerse él mismo.

A lo largo de su jornada laboral, no podía entender que a nadie le llamase la atención todo ésto hasta que finalmente se dio cuenta y sinceró consigo mismo, incluso, de que ésto pasa todo el tiempo en todos lados. Las noticias van y vienen y nadie parece aferrarse demasiado a algo a menos que se lo refrieguen en la cara a diario. Al poco tiempo de perder cobertura mediática, ya nadie se acuerda. Ya a nadie le importa. Ya no existe. Ésta realidad no iba a hacerle fácil la búsqueda de información. La prensa gráfica no decía nada que no hubiese salido también en la digital, aunque ese patrón de pensamiento lo llevó a un resultado: ¿Quién había dado la orden de borrar los artículos del portal? Definitivamente esa era una pregunta que podía hacer con facilidad y obtener una respuesta preguntándole al editor de contenido.

No hubo mucho trabajo a lo largo del día más que cubrir algunas marchas. Apenas tuvo la oportunidad de volver al piso de las oficinas sobre Diagonal Norte, lo hizo sin dudar y se acercó a toda prisa a buscar respuestas. Eran alrededor de las 5 de la tarde y no había demasiados colegas en los escritorios del piso 3. Adriano golpeó la puerta del despacho con calma y aguardó a que su superior atendiera. Finalmente, Oscar Coda, con todo su esplendor, lo recibió e invitó dentro.

Oscar Coda tenía alrededor de 40 años. Su sobretodo marrón colgaba del perchero. Encima tenía unos lentes redondos a lo Harry Potter, una camisa a cuadros beige y blanca, un jean que alguna vez fue azul y unas alpargatas marrones. Su pelo era corto y oscuro, algo calvo en la parte trasera. Sus ojos oscuros eran severos, normalmente. Tenía una boca fina y pequeña que acompañaba su nariz flaca y puntiaguda. Nunca estaba de ningún humor en particular, siempre era dedicado al trabajo. En cuanto se sentaron, Adriano no tardó demasiado en lanzar la pregunta que tenía en la cabeza:

 - Coda, Hace unos días encontraron el cuerpo de un pibe de Saavedra, Guido Trotta, pero las notas desaparecieron por completo de nuestro portal web. ¿Por qué las borraron?

 - ¿Las borraron? ¿Quién? ¿Cuándo? - Reaccionó, con cara de asombro, el editor.

 - A las pocas horas de que lo encontraron, de hecho. Pensé que la orden había sido tuya.

 - Para nada. ¿Estás seguro que buscaste bien en la página web? Es una cagada, pero los archivos deberían estar.

 - Estoy positivamente seguro. ¿Algún otro editor que haya podido meter mano? ¿Habrá venido de más arriba la orden?

 - Mirá, Adri, la verdad que para que de arriba me bajen una orden para modificar un artículo, tiene que ser algo bastante turbio y especulativo y no pasa desde el caso Nisman. Aparte tené en cuenta que con los papelones que a veces salen de acá, que bajen una nota es muy muy raro. Ni empecemos a hablar del quilombo que puede ser para justificar pagos de las notas a los pasantes...

 - ¿Entonces? ¿Quién tiene acceso a la base de datos o la página aparte de vos? - Comenzó a concluir, Adriano, al notar que no iba a poder sacar mucha más información.

AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora