XI - El Lado Oscuro del Fuego - Parte 2

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El Gordo nunca se había tirado para atrás ante ninguna pelea, pero ahora hasta Adriano creía que estaba loco de remate. No preguntó demasiado y se tiró a la muerte junto a su amigo. Tal vez era él quien no hubiese dejado todo por un amigo antes. Estaba aprendiendo de ellos más cosas ahora que cuando eran chicos.

El Renault no tardó demasiado en tocarle los talones al auto negro. Seguían estando dentro del barrio por la calle Pareja mientras la persecución ocurría y esquivaron autos por los pelos llegando a las esquinas. Entonces, el Gordo se dió cuenta que estaban encarando hacia Avenida San Martín. Adriano sabía que si llegaban a una avenida él no iba a poder usar su habilidad ya que las cámaras los comprometerían al extremo y la patente quedaría registrada. Se decidió a sacar el torso por la ventana e intentar darle a los escapistas con una bola de fuego en las ruedas y detenerlos. Estuvieron al borde de embestirlos cuando llegaron al cruce de Nazca porque disminuyeron la velocidad para no chocar con el caudal de los autos, pero se mandaron igual ambos vehículos y la persecución se mantuvo. Luego de cruzar una plaza, sabían que sólo tenían apenas un puñado de cuadras más hasta llegar a San Martín. Uno de los secuestradores asomó el cuerpo por la ventana trasero-izquierda y con su mano derecha desenfundó un revólver del cual disparó cinco veces a los perseguidores. Acertaron al coche pero no a ellos. Tres balas pasaron por el parabrisa, dos siguieron de largo hasta el vidrio trasero y una atravesó de milagro apenas el costado del respaldo de la cabeza de adriano. Bajo el efecto de la adrenalina, perdió la paciencia y saltó él hacia el costado del auto e intentó concentrarse como en la meditación que había hecho con Miguel. Sintió como el calor de su cuerpo fluía e intentó concentrarlo en su mano derecha. Pudo notar como la misma comenzó a rebozar de fuego. Lo utilizó como si fuese un proyectil y lo arrojó con firmeza hacia el vehículo de los captores, el cual recibió el impacto en su rueda trasero-derecha, provocando que perdieran el control y chocaran contra un árbol.

 - ¡Pará, sacado! La vas a matar a Lidia, también - Le advirtió, Matías.

 - ¿Y qué querés que haga? Si está en el asiento de atrás, no debería haberle pasado más que algún golpe. ¡Vamos rápido!


Se bajaron del Renault rápidamente, después de estacionarlo más o menos. No tenían demasiado tiempo y lo sabían. En cualquier momento iban a tener encima a la policía por los tiros, la explosión y el choque. Adriano se acercó corriendo con la cabeza gacha, mientras Matías se quedó a cubierto detrás de la puerta abierta de conductor. "¡Acordate que están armados!", le gritó el Gordo. Gracias a eso, Pudo darse cuenta a tiempo de su exposición y se ocultó detrás de la cola justo a tiempo para esquivar una balacera que salió del interior. Escuchó que de la puerta de acompañante, unos de los secuestradores bajó y atinó a flanquearlo, pero a toda velocidad y adrenalina, salió como un relámpago y le incrustó una trompada cargada de llamas en medio de la nariz y lo lanzó con tanta fuerza que al golpear la puerta, la arrancó de cuajo.

"Guau, de verdad soy más fuerte de lo que creía", pensó. Se oyeron más disparos de adentro del coche y otro sujeto salió del asiento trasero izquierdo, en posición opuesta a Adriano, Del vidrio derecho roto de los pasajeros, vió a Lidia amordazada y los ojos vendados con un paño negro. Rápidamente agachó la cabeza al ver que otro secuestrador seguía con ella y el otro seguía intentando darle. intentó retroceder de nuevo hasta la cola y agarrar al tirador por sorpresa y lo logró. Se levantó con el puño izquierdo cargado y lanzó una bola de fuego en el pecho del agresor y lo estampó contra la pared de la casa que estaba allí. Pero un tiro resonó como ningún otro al darse vuelta y Adriano cayó de culo al piso. Un intenso ardor se expandía por su hombro derecho. Se había descuidado y subestimó a sus rivales. Lidia lanzó un grito ahogado y salió del auto con su captor. Matías saltó al auxilio de su amigo, que ahora estaba deplomado en el suelo.

AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora