VII - El Ojo de Tigre - Parte 2

40 15 0
                                    

Del techo gris decadente colgaba un cable que terminaba en una intermitente luz. Las paredes no estaban siquiera pintadas, por lo que en algún punto dicha habitación fue remodelada. Adriano abrió más los ojos e intentó pararse para observar más a su alrededor. El piso era de baldosas negras de cerámico y sólo una puerta de madera vieja sin picaporte y entreabierta adornaba el panorama. Intentó pararse sobre sus piernas, pero sintió un intenso dolor desde los pies hasta la cabeza. Se observó y vió que estaba vestido con una especie de túnica color beige de tela gastada. Parecía que llevaba puesto una túnica de trapos hippie. Pudo escuchar a través de la puerta que había gente hablando. Aún el miedo no lo había invadido porque estaba absolutamente confundido. Todo parecía haber sido un sueño, hasta que se apartó un poco la ropa del pecho para darse cuenta que una marca ovalada colorada se destacaba. Luego de vérsela, comenzó a recordar con más detalle todo lo que había ocurrido. Al levantarse de la cama, la misma hizo un ruido chillón que no llegó a interrumpir a las otras personas. Adriano se intentó acercar lentamente a la puerta para intentar oír la conversación. No llegaba a entender lo que decían. No eran susurros, pero aun estaba algo desorientado y no lograba oír bien. Entonces, se dio cuenta de que en el auto eran 3: Mora, el viejo y él. Una voz sí parecía del anciano, pero la otra parecía más difusa, algo espectral... Casi como la de Mora cuando de la nada sacó volando la puerta por los aires. Intentó asomarse y pudo ver que había una sala amplia, de unos 20 metros de ancho y unos 15 de largo. Parecía un edificio abandonado, pero tenía sillas, algunas bolsas para golpear colgando del techo, un piso de goma como de gimnasio en el centro y algunos ventiladores distribuidos en las esquinas para que fluya el aire. La iluminación entraba apenas por una única ventana dividida en tres horizontalmente.

Cerca de la ventana, una persona canosa estaba sentada hablando. Reconoció que era el viejo del Fiat. Parecía hablar solo, pero algo horrorizó a Adriano: Una silueta verde oscura, parecida a la que había visto en uno de sus sueños, flotaba a la derecha del hombre. Hablaba y tenía una voz distante y algo aguda. Parecía representar lo que alguna vez fue un ser humano, pero su aspecto era etéreo, irregular y apenas distinto a un estado gaseoso. Nada en esa criatura parecía respetar ley alguna de la física. A los pocos segundos de quedarse observando atónito, ambos se dieron vuelta hacia donde estaba él. La conversación terminó y Adriano estuvo a punto de desmayarse de nuevo. No caía de lo que estaba viendo. Intercambiaron una eterna mirada, hasta que finalmente, el viejo le dijo: "Hola, Adiano. Vení, sentate". Se había subido al auto de ese tipo sin pensarlo, pero ahora estaba de a poco cayendo de que tal vez se haya metido en un gran problema. Abrió la puerta y atravesó la sala hasta finalmente llegar a ellos. Sus ojos estaban clavados sobre el espectro que flotaba en la sala. No podía dejar de mirarlo hasta que el mismo habló:

 - ¿Qué pasa? ¿Nunca viste a un fantasma fachero? - Ironizó, con una voz espectral pero tonada muy porteña.

 - ¿Sos... Un fantasma? ¿En serio? - Tartamudeó, Adriano.

 - Fantasma, demonio, espectro, Lucifer. Soy todo eso y me llamo Ricky.

 - "Un fantasma llamado Ricky". Excelente nombre para una película - Bromeó, el viejo, con una voz rasposa. Su aspecto era algo extraño, pero le parecía familiar: Era petiso, encorvado, de boca torcida hacia la derecha y una nariz enorme con una ligera punta roja. Vestía una vincha roja que sostenía su pelo canoso medio-largo, un sobretodo verde oscuro, como si fuese a salir o recién volviese, y unos zapatos negros bastante viejos.

 - ¿Qué pasó con Mora? ¿Está bien? ¿Dónde estoy?

 - ¿Tu amigo? - Preguntó, Ricky - Está recuperándose en el cuarto al lado del tuyo. Le hice gastar hasta lo último de energía para sacar volando por los aires dramáticamente esa puerta - Explicó, riéndose.


Adriano se dió vuelta y vió que la había, en efecto, otra habitación y se dirigió allí con prisa.


AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora