XII - Caminando por Villa del Parque - Parte 1

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-Che, ¿Cómo se llamaba el papá de Mora?

- ¡Jorge, te dije, Javo! Igual lo vas a reconocer cuando lo veas - Respondió, fastidiado Martín.

- ¿Es una buena idea ésta? Matías nos acaba de avisar que se armó un re quilombo por allá.

- ¿Se te ocurre alguna mejor? Capaz tenemos suerte: Entramos y salimos antes de que siquiera se de cuenta nadie.

- Seguro treinta oficiales en una oficina cerrada no van a notar a un hippie con barba y un pibe de 2 metros de altura.

- Man, venimos a buscar a Jorge e irnos, no a fajarnos con los policías.

Se encontraron por César Díaz y Nazca y de allí caminaron las cinco cuadras que tenían por la primera hasta la comisaría. Los dos eran una bola de nervios y no sabían qué iban a hacer. ¿Estaría Jorge ahí nomás en la puerta? ¿Lo estarían interrogando? ¿Estaría detenido? ¿Estaría? Ninguno de los dos lo conocía más que físicamente pero esperaban que fuese cooperador. Al llegar a la esquina, ambos se frenaron sin decir una palabra al notar que habían cuatro oficiales en la entrada. Se alejaron un momento de la vista y se quedaron mirando con terror.

 - Hasta los huevos - Destacó, Javo

 - Ehhh... ¡Bueno nada que no se veía venir! Ni que pareciéramos delincuentes. Vamos tranquilos, entramos y salimos. ¡Ya fue! - Respondió, intentando inspirar falso coraje.


Luego de mirar a la nada durante unos minutos, se dieron una última ojeada en búsqueda de aprobación mutua y se dirigieron a la boca del lobo con las piernas temblándoles un poco. Fueron los cien metros más largos de su vida. Transpiraban y ya no querían ni volver a mirarse. Eran un escracho andante y los policías se volvieron para preguntarles si estaban bien, a lo cual sólo asintieron con la cabeza y cerrando un poco los ojos, los cuales se habían mojado con un poco de sudor. Atravesaron un bello jardín con un piso de flores blancas y rosas al costado del camino y se adentraron en la caverna. Más efectivos hacían guardia dentro y tanto Javo como Martín podían sentir como si ya tuviesen las miras laser de cada uno de ellos apuntando a sus cabezas.

 - Boludo, estás pálido y chivado. Ponete un poco las pilas - Le intentó advertir, Martín.

 - Vos ya sos blanco así que sólo se te nota la transpiración. Andá a hablar vos.


Jaque mate. Ya había sido seleccionado quién iba a dar la cara, por más que los dos no tenían ni el menor indicio de bronceado. Del otro lado del patio estaba el oficial receptor. Martín observó para todos lados, pero no vió a Jorge por ninguna parte.

AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora