XIII - Déjalo sangrar - Parte 3

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 - Miguel, ¿Podemos hablar un momento?

 - Los veo totalmente destruidos. ¿Qué pasó ahí afuera?

 - Fui a la casa de mi amigo que estaba inconsciente y estaban intentando llevarse a la madre unos tipos. Mientras la rescatábamos con Matías, Javier y Martín se acercaron a la comisaría de Paternal a ver si estaba allí demorado el padre. Por lo que tengo entendido, también pretendían retenerlos a ellos sin razón, lo que me da a entender que la fuerza está informada de ésto o por lo menos a quiénes tienen que buscar. Parece que los oficiales normales no estaban al tanto, pero si los superiores. Alguien se acercó allí a ponerlos al tanto. Puede haber sido el Turco o un socio. Los rescatamos a ellos también y vinimos aquí, ya que en ningún lugar estamos seguros a ésta altura. Todo se fue a la mierda, no sé qué hacer.

 - ¡Por dónde empezar! Primero, tenemos que traer también a los padres de esos dos chicos y me temo que hay que hacerles entender que no pueden salir de aquí por un tiempo. Tenemos suerte que nadie más que los presentes conocemos éste lugar. Yo, por nuestro lado, puedo pedirle a Ricky que regrese a esa comisaría y busque cómo se contactaron con la policía. Si fue alguien en persona o sólo por radio. Tenés un grupo de amigos bastante valientes, creo que podemos empezar a pensar concretamente en desbaratar éste grupo de asesinos de una buena vez.

 - ¿Vos estás loco? Somos pibes comunes y corrientes en el medio de todo ésto. No quiero arruinarles aún más la vida.

 - Es hora, Adriano, que veas la verdadera situación. No pueden regresar a sus hogares, sus familias están en peligro y tampoco pueden trabajar. Están siendo buscados. Lo primero que tenemos que hacer es garantizarles seguridad aquí, que la tendrán mientras no se expongan al aire libre. Eso es nuestra prioridad. Con una mano en el corazón, ¿Querés resolver ésto o dejarlo por la mitad? ¿Acaso no viste ya el potencial que tenés?

 - ¿A qué te referís?

 - Puedo ver cláramente que te dieron un balazo y sanaste muy rápidamente. Si entrenás, las balas dejarán de ser una amenaza para vos y sólo el Turco podrá ser tu verdadero enemigo. Nunca en mi vida vi semejante cosa. Somos de carne y hueso, pero no invencibles. Vos soportaste una paliza insólita del luchador más habilidoso que haya visto, que te dió a matar y acá estás. No es mera perseverancia. He visto a otros Majis traicionarse como si fuesen desconocidos, pero el vínculo que tenés con tus amigos los hizo tomar coraje para enfrentar una situación que otras personas nunca rozarían en su vida. Se les ha presentado a todos ustedes la posibilidad de luchar por sus seres queridos y no dudaron en hacerlo. Es mucho más de lo que he visto de pares nuestros. No se necesitan poderes sobrenaturales para hacer la diferencia. No los sigas subestimando.

 - No lo hago, es sólo que ésto que está pasando es culpa mía... No quería que ésto termine así. Es culpa mía.

 - ¿Ah sí? ¿Vos mandaste al turco a asesinar? ¡Vamos, Adriano! Es bastante más normal de lo que crees ser preso de las circunstancias, pero ustedes pueden hacer una diferencia. Si nos organizamos como corresponde, creo que podemos lograrlo. Ya no recuerdo la última vez que había sentido una esperanza así.

 - Podría haber investigado más lento, pero solo. Podría haberlo hecho de otra forma, sin joder a nadie.

 - Lo hecho, hecho está. Te considero más inteligente que como te veo ahora. Recomponete, descansá, porque apenas recuperen energías, todos vamos a entrenar sin descanso.

 - Quiero hacerte una pregunta más... - Adriano se detuvo un instante. Miguel pudo notarlo con algo más profundo en mente que simples culpas, por lo que tuvo paciencia- ¿Qué somos nosotros? Bueno, no me refiero a Majis o Kasaicoso, pero mejor dicho, ¿Por qué somos así?

 - No creo que estés expresándote como sentís. Nadie puede decirte quién debés ser, sólo debés aprender con la vida y construir tu propio camino hacia ser la mejor versión de vos mismo. Sin embargo, puedo explicarte el motivo de nuestros poderes, pero no se si es realmente lo que querés oír. ¿Tus amigos sabían de tus poderes antes de ésto?

 - No... Se los conté poco antes de todo lo que pasó hoy.

 - Entonces deberías estar agradecido de ellos. Prefirieron arriesgar sus vidas antes que desconfiar de vos. Ahí tenés tu respuesta. Lo que ahora tenés que ser es un mejor amigo.

 - Gracias, Miguel. De todas formas, quiero que me cuentes más de nuestros poderes después. Si vamos a estar acá, vamos a necesitar una forma de tener internet sin que nos detecten y creo que Mora puede hacerlo.

 - Bien. No podemos estar incomunicados ni podemos depender de Ricky para todo. Para mañana tené organizado lo necesario y vemos cómo lo conseguimos. Andá con tus amigos, ahora me voy a hablar yo también con el fantasmal bromista del grupo.

 - Gracias, Maestro.

Miguel se sorprendió por la cordialidad e interpretó que se había ganado el respeto de Adriano al no dejarlos tirados en la calle. Entre nosotros, claro está que no podía ser tan garca de largarlos así nomás luego de haberlos motivado a accionar, pero bueno nunca deja de ser un buen gesto. El joven sabía que no había respuesta que lo reconfortara del todo y que necesitaba reflexionar su nueva vida por él mismo. Se sentía muy confundido. Sus ideales se veían algo distorsionados, pero no perdidos. Todo lo que lo había apasionado hasta ahora parecía perder importancia, pero no quería que así fuese. Al luchar, no sintió sólo adrenalina. Se sintió feliz golpeando a esas personas. Sintió una necesidad de seguir haciéndolo y tuvo que luchar contra ello. Era consciente y lo perturbaba un poco. No se había atrevido a preguntárselo a Miguel, pero sabía que necesitaba encontrar un punto medio en ésta inexplicable sensación. En el fondo, sabía que había un rencor que lo carcomía en muchos aspectos de su vida y que no dejarse llevar por ellos siempre fue su mayor lucha. Esa pelea interior estaba poco a poco comenzando a manifestarse desde la paliza del Dahak y supo que tendría que trabajarla. No eran sólo preguntas. Un concreto cambio brotaba desde su interior y no sabía cómo controlarlo. Él, que siempre creyó tener sus emociones y pensamientos bajo control se encontraba de golpe absolutamente abrumado por información y sensaciones con las que nunca había tenido contacto. Sabía que, antes de enfrentarse al Turco, se iba a tener que enfrentar consigo mismo, tarde o temprano.

Al salir de la cocina, Adriano pudo ver las caras preocupadas y apenadas de sus amigos. Lidia se encontraba sollozando en los brazos de Mora, quien se había puesto al tanto de la situación a través de sus amigos. Todos sabían el peligro que corrían, pero no qué hacer ahora. Se quedó contemplándolos un momento antes de explicarles lo que había hablado con Miguel. Sus ojos no reflejaban bronca ni odio, pero sí miedo. Recién ahora estaban empezando a caer en cuenta de en lo que se habían metido y que podía ser muy jodido zafar, pero Adriano sabía que no iban a quedarse viviendo en aquel lugar. 

AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora