Y así fue. Esa misma mañana tuvo que comenzar por lo más básico: Correr, flexiones de brazos y abdominales. Luego de una hora y media, recién ahí entrenaron golpes. Primero, Miguel comenzó tirando 5 series de 20 puños a la cara y el pecho, los cuales Adriano debía despejar hacia un lado al mismo tiempo que contraatacaba con un codazo al estómago o un contundente gancho a la cabeza. Se habían hecho las 08.15 y ya tenía que bañarse y rajar hacia el trabajo. Por suerte, estaba relativamente cerca del centro como para poder ir. Luego de haberse preparado, salió rajando para la oficina.
Apenas llegó al edificio de la editorial, lo mandaron a cubrir una manifestación cerca del Ministerio de Trabajo. El país seguía en un momento de transición de Gobiernos y la cosa no repuntaba. Adriano se encontraba ahora enajenado de todo eso. Lo que antes lo inspiraba a la lucha ahora se había vuelto como una rutina y había sido eclipsado por una puerta que se abría ante él. Peligrosa, pero nueva. Por primera vez en la vida, él era el protagonista de la historia que estaba viviendo. No tenía que entrevistar a otro. Él tenía en sus manos lo que seguía. Todo dependía enteramente de lo que hiciese ahora. Lentamente, el periodista frío que cubría el evento se fue apartando mentalmente de su cuerpo y volvió a pensar en los Trotta, en su maestro Miguel, en los poderes de Ricky y de su implacable enemigo, el Turco. Sintió que había estado de formas retorcidas siempre siguiendo el destino de otros. Incluso las veces que decidió vengarse de quienes lo habían fastidiado demasiado, se dio cuenta que estaba dejándose llevar por su temperamento. ¿Realmente ésta era la vida que quería seguir? ¿De verdad seguía queriendo servir al mundo en lugar de forjar su propio camino? Tal vez había terminado la hora de escribir sobre otros y dedicarse romper sus propios límites.
Sólo habían pasado 3 horas de trabajo y ya estaba harto. Sentía que todavía podía seguir entrenando con Miguel y que ni siquiera había empezado a rozar la verdadera fuerza que tenía dentro. La abstinencia de cigarrillo y marihuana estaba produciéndole algo de nervios, pero por primera vez había probado el poder de la meditación y el autocontrol. Estaba decidido, su propio cuerpo estaba pidiéndole mejorar. Entre muchas dudas, dio media vuelta y se fue. Guardó el grabador en la mochila y regresó al gimnasio. Al no tener celular, nadie podía ubicarlo. Sabía que tenía que abandonar su trabajo y dedicarse a entrenar si de verdad quería estar a la altura de su rival. Adriano no era demasiado impulsivo. Solía mantenerse al margen de demasiados problemas y sólo se involucraba con cosas que sabía que podía resolver o ganar. Ésta vez, todo era distinto. Nunca se había tirado a la pileta sin garantías y lo sentía muy emocionante. Su enemigo era alguien con sus poderes y con un estado físico y mental apabullantemente superior.
Estando cerca del gimnasio de Miguel, buscó un cibercafé para poder conectarse a internet y ver si tenía novedades de sus amigos. De hecho, las tenía: Martín no había logrado comunicarse con los padres de Mora y eso lo preocupó muchísimo. No había mensajes de Damián o Javier, sin embargo. Éste último estaba casi seguro durmiendo, todavía. Como eran casi las 13 horas, le contestó que se acercara a donde estaba en La Boca para charlar qué hacer ahora. Al poco rato, se sentaron a comer una pizza en una esquina:
- ¿No te respondieron el llamado o no pudiste ubicarlos en absoluto? - Preguntó, Adriano.
- Y... Estoy medio cagado, Boludo. No me atendieron el teléfono, no publicaron nada en redes sociales. Nadie los ve desde ayer. ¿Decís que vaya a golpear la puerta?
- Vos estás laburando, Feno. Dejá que va a ser mejor que vaya yo. Ya estoy jugado, pero vos no tenés por qué enterrarte tan de lleno en ésto. Apenas sepa algo, te aviso. Dejame anotado tu celular, por las dudas.
- Bueno dale. Fijate qué pasó y avisame, que voy a estar pendiente del aparato. ¿Hablaste con los otros dos?
- No. Damián me parece que no quiere saber nada con todo ésto y Javo debe estar durmiendo, todavía, el muy forro. Sigamos nuestros día y a la noche te contacto de alguna forma para ver qué hacemos.
Tras la partida de Martín, Adriano cambió sus planes y se dirigió a Villa Pueyrredón. Sobre Pareja, casi tocando Constituyentes, estaba la casa de los Morales y allí esperaba encontrar la madre de Nicolás, al menos. Estaba preparado para lo peor, teniendo en cuenta quién estaba detrás de ellos. Se bajó del colectivo sobre la avenida y antes de cruzarse, pudo ver desde enfrente que habían dos personas de civil paradas en la puerta. Era un Lunes a las tres de la tarde y no mucha gente transitaba por la calle. Era evidente que estaban allí por la familia de su amigo, pero esos sujetos no eran el Turco. ¿Tal vez estaba adentro? Entonces, recordó que era improbable que estuviera allí, ya que había quedado malherido el sábado por la tremenda mordida que Ricky le dio con el perro. Aun así, sabía que era un tipo duro y que nada era imposible.
Había luz plena, por lo que el sigilo no iba a ser una opción. No tenía mucho tiempo para intervenir pero tampoco sabía cuáles eran las habilidades de esos agentes. Tras observarlos unos instantes, Adriano pudo notar que estaban equipados con pistolas calibre .22 en la cintura, por lo que era probable que no fuesen Majis. Eso no los hacía menos peligrosos, igualmente. Era momento de tomar una decisión antes de que sea tarde.
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Adriano
General FictionAdriano Fuzzeta es un periodista de poca monta que bebe para olvidar y fuma marihuana para controlar su especial cualidad: Manipular el fuego. Vive refugiado en sus vicios preguntándose si es el único en el mundo así hasta que un día, un jóven de Sa...