Javier Palazzo
Eran las 11 de la mañana. Javier recién se levantaba luego de una noche de quedarse en la computadora hasta tarde. Al ser Martes, no tenía ningún apuro. Vivía con su familia y sólo trabajaba los fines de semana o feriados como patovica de un boliche de San Martín. Se dirigió a su comedor y al no estar sus padres, prendió la calefacción del aire acondicionado y se sentó en el sillón en calzoncillos a ver la televisión mientras se calentaba agua para hacerse un té. Luego de un rato, se sentó a jugar a la Playstation hasta que le dió sueño y se durmió una siesta. Más tarde, se puso a ordenar su habitación hasta que su escritorio de computadora quedó despejado, entonces se volvió a sentar para ver algunas de sus series favoritas mientras tenía ataques de bostezo. A las siete y media de la tarde llegaron sus padres y lo mandaron a hacer unas compras. Cuando volvió, comenzó a cocinar la cena rápidamente para llevarse su porción y seguir viciando en su cuarto hasta la madrugada.
No toleraba la mera presencia de su madre y padre, por lo que cualquier excusa era genial para compartir lo menos posible. Se sentía encerrado en su propia vida, pero le faltaba coraje para crear una nueva. No se animaba a dar el salto y mudarse solo. No sabía a qué dedicarse, por lo que simplemente usaba su cuerpo para presencia en esos antros que él mismo detestaba. No consumía alcohol casi nunca y su carácter era bastante taciturno. Su mirada se había vuelto esquiva y su cabeza gacha. Extrañaba juntarse con sus viejos amigos, que ya habían seguido con sus vidas, y eso le provocaba una cotidiana depresión. Lo único que lo animaba era juntarse con Damián, pero en los últimos meses éste se había puesto de novio y ya no se reunían con tanta frecuencia.
Los días de la semana pasaron y llegó el Viernes. Odiaba tener que hablar con los otros patovicas, que por lo general eran bastante estúpidos. Muerta la noche, regresó a la casa para descansar. Su sábado comenzó después del mediodía, sólo para almorzar. Por la tarde, se sentó a jugar a la Playstation hasta que fuese la hora de trabajar. No era de informarse ni tampoco le interesaba nada en particular. Su jornada laboral terminó y la tarde de Domingo al despertar lo encontró con la sorpresa de varios mensajes de texto de Damián preguntándole si sabía algo de Mora, a lo cual se negó. Le preguntó luego a Martín, a Miche, al Gordo y finalmente a Adriano. Parecía ser cierto. Todos respondieron menos el último. Algo despreocupado, se sentó a jugar en su computadora. Llegando la noche, el timbre de la casa sonó y quien estaba en la puerta era Damián, pidiéndole que se suba rápidamente con él al remis, que Adri les había pedido que se reunieran con él. Era lo único emocionante que le pasaba en mucho tiempo, aunque entonces recordó que tal vez las noticias fueran la muerte de alguien quien alguna vez había sido un amigo muy cercano.
ESTÁS LEYENDO
Adriano
General FictionAdriano Fuzzeta es un periodista de poca monta que bebe para olvidar y fuma marihuana para controlar su especial cualidad: Manipular el fuego. Vive refugiado en sus vicios preguntándose si es el único en el mundo así hasta que un día, un jóven de Sa...