II - Los soldados

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Los únicos amigos que el dúo sintió rescatar por su pasaje en el secundario fueron Javier, Martín, Nicolás, Mariano y Damián. Cuando se juntaban, eran legión.

Solían ir a bares o boliches para meterse en problemas. Entre todos, no armaban uno. No había noches de sobriedad, sea donde sea. Eran todos casi tal para cual, aunque distintos entre ellos.

El Javo era algo así como el "tanque" del equipo. Tenía una nariz flaca, larga y puntiaguda que te recibía primera que nada. Después venían sus cejas pobladas pero cortas, sus ojos negros, perdidos, su boca chata y fina, su mentón pequeño y gordo y su frente tapada por sus pelos lacios, olvidados por la estética. Medía casi 2 metros y era grandote de cuerpo. Solía ser intolerablemente tranquilo, pero cuando se enojaba no lo paraban ni entre los seis.

Martín era un hipster en potencia. Usaba anteojos de snob, era fanático de las artes marciales y tenía la mejor barba de todo el equipo (bien parejita y sensual). Solían mirarlo con algo de recelo por eso. Medía 1 metro 75 y era relativamente flaco, pero pegaba fuerte. Sus cejas eran medianas y cortas, nada loco. Sus ojos eran marrones oscuros y tenía una mirada firme, segura. Aunque no siempre fue así.

Nicolás era el cerebro. Siempre sabía de todo un poco y daba datos concretos de lo que sea que se presentara. Era un salidor de primera y no había boliche en Capital Federal que no conozca. Medía 1.70 metros, de pelo corto, morocho y enrulado y tenía la mirada más buena de la historia. Sus cejas eran gordas y caídas, sus ojos negros gachos y perdidos, su boca delgada siempre tensionada y su mentón pequeño, Eso hasta que se ponía en pedo. Ahí era otra persona. Sacaba de no se donde el coraje de un guerrero y era capaz de encarar dragones. Generalmente eran mujeres, igual. Ahí todo se volvía un papelón.

Mariano era el ortiva. Era siempre el pájaro de las malas noticias. Siempre bajaba los pies a la tierra de todos. Era lo que hacía que lo quisieran tanto. Medía 1,80 metros y tenía el pelo largo y también enrulado. El último de los narigones del grupo. También era fina y larga, pero no tan puntiaguda como la del Javo. Sus cejas eran pobladas y largas, casi como un ladrillo. Sus ojos eran marrones oscuros. La mirada era dudosa: Solía variar entre la firmeza y la incertidumbre total. Su boca era gorda y corta que despedía una voz severa y calma.

Damián era un tipo raro. Algo así como el más normal de todos. Medía 1,76 y era fanático a muerte de River. Su rostro era siempre serio. Sus cejas eran largas y finas, nariz pequeña y balanceada. La boca pequeña y proporcionada y su mentón no se destacaba demasiado. Solía ser el único en condiciones de dar la cara y eso le servía a todos.

Podría pasar días contándoles todas sus anécdotas, pero no son nada que los jóvenes en general no vivan. Lo interesante es quienes eligieron ser luego.

Adriano se puso a estudiar Comunicación Social en la Uba y con su actitud alegre no tardó demasiado tiempo en conseguir contactos en medios. Terminó entrando a los 22 años en un decente medio digital como movilero en un principio y fue feliz con eso. Siempre quiso tener los pies embarrados y ver las noticias de cerca. Ese progreso le permitió alquilar un monoambiente bastante descuidado cerca del centro de Morón. De todas formas, no estaba demasiado allí.

Siempre soñó con ser como Rodolfo Walsh e iniciar investigaciones sobre aquellas noticias que no le cerraran, pero aun sentía que no había encontrado lo que desatara su atención al máximo. Solía tener un buen olfato con la corrupción y las mentiras.

Pronto, su curiosidad despertaría. La joda se había terminado.

AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora