VI - El hombre que vendió al mundo

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Se acercaba el fin de semana más largo de la historia. Eran las 5 de la mañana y Adriano no podía pegar un ojo. Todo efecto de borrachera se había esfumado de su organismo y había sido reemplazado por el mayor miedo que lo hubiese atravesado en su vida. No quería ni siquiera tocar su cigarrillo de marihuana pero no dejaba de fumar tabaco. Su cabeza era un torbellino. Se había mandado un cagadón haciendo explotar parte del colectivo y lo sabía. Había sido en su propio barrio y en el transporte que solía tomarse. No paraba de mirarse el cuerpo en busca de quemaduras, pero no tenía nada. Lo que había soñado se sintió absolutamente real. A veces tenía pesadillas así, pero nunca tan espantosas. Parte de él quería creer que era sólo el estrés de lo que había estado viviendo esa semana, pero algo le seguía haciendo creer que no. Esa sensación de frío era la misma que había experimentado cuando fue a visitar la casa de los Trotta. Luego de un rato, intentó pensar racionalmente acerca del terror que había experimentado. Se dio cuenta de que era posible que, de la borrachera, se haya dormido muy profundamente y que todo estaba relacionado con sus pensamientos tirados debajo de la alfombra. Relacionó el frío con el de la casa, las quemaduras con Trotta y su sensación de no estar seguro respecto a su muerte, y las siluetas con... ¿Con qué? ¿Tal vez eran sus miedos personificados? Tal vez era el humo que quedaba después del fuego.

Ningún disco sonaba ésta vez. Tras pensar mucho, logró dormirse y descansar unas horas. Temía volver a tener otra pesadilla, pero el cansancio le ganó.

Lo máximo que pudo mantener los ojos cerrados fue 5 horas. Le dolía mucho la cabeza y se sentía sumamente fastidiado. Rara vez Adriano tomaba medicamentos, pero ésta vez decidió darse un ibuprofeno y tomar un café. Su malestar lo desorientaba un poco y por un momento quiso creer que todo había sido un sueño. Mientras tomaba el café y guardaba silencio, supo que todo fue real.

La semana había terminado de una forma sorpresiva. ¿Alguien más habrá visto todo lo que pasó? No lo recordaba y tampoco valía la pena preocuparse. Lo único que quedaba era mantenerse guardado y con perfil bajo, sólo por si acaso. Se sentía decaído anímicamente pero quería recuperarse, por lo que puso en su equipo el disco "The Bends" y se dispuso a fumar un cigarro de marihuana para relajar la cabeza antes de prender fuego otra cosa. Se colgó escuchando un rato los altibajos del álbum y cuando terminó, se sintió aburrido y encerrado. Podía tener perfil bajo al aire libre, por lo que creyó que nada malo podía salir de caminar un rato y despejarse. Paseó un rato por las calles de barrio de Morón, cubierto por su gorra negra de la suerte y unas gafas de sol marrones hasta llegar a la plaza principal. Cuando llegó, se sentó en un banquito a pensar y fumar un cigarro. Al rato, Adriano sintió que era hora de dejar ir lo que había pasado ayer y que lamentándose no iba a llegar a nada. Lo hecho, hecho estaba.

No había arreglado para verse con nadie, así que el fin de semana era enteramente para él. Decidió que podría ser un buen momento para leer y escuchar algunos discos y salirse un poco del caso Trotta. Necesitaba una suerte de descanso para ver hacia dónde le convenía seguir. Estar en la plaza con sol, a pesar del frío, lo puso de mejor humor. Siguió sentado unos minutos y un perro negro comenzó a acercarse lentamente mientras lo miraba a los ojos. No movía la cola y tenía el paso algo errante. Recorrió por lo menos veinte metros y se sentó a dos. Se mantuvo observándolo, con aspecto extrañado. Adriano le habló alegremente diciéndole "¿Qué pasa, Negro lindo? ¿Estás perdido?" y el perro le respondió "¿Estás de incógnito hoy, después de la boludez que hiciste anoche?". El muchacho abrió los ojos como dos platos y al levantarse, las piernas se le entrecruzaron y casi se cae. Una señora se acercó a toda prisa y tras darle un chirlo suave en la anca al perro, se lo llevó para el lado contrario y le pidió disculpas al joven porque se le había escapado el animal y se fue tras él.

AdrianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora