Sonia:
Y ahí me encontraba yo de nuevo, sentada en el sillón de mi balcón, botella de ron en mano, mirando al horizonte mientras mis lágrimas nublaban mi vista. Y todo por ese estúpido que se creía con el derecho de destrozar mi vida de buenas a primeras.
¿Por qué me afectaba tanto?
Creo que sabía perfetcamente la respuesta a esa pregunta. Su olor permanecía en mí como mi propia piel, juto con las marcas de mi corazón el cual había dejado de latir por nadie hacía mucho tiempo. Pero con tan sólo su mirada hacía que todo mi cuerpo temblase.
Y os estareis preguntando... ¿por qué no vuelvo con él? Simplemente no puedo, es como si mi propio orgullo quisiece que estuviera sola por el resto de mis días. Sinceramente sólo necesotaba a Harry bajo mi poder. No porque lo quiera, porque es mi mejor amigo, no. Porque se que si está conmigo ese imbécil de Payne estará todo el santo día atrás de mi. Sí, mi vida se basaba en hacer lo que fuera para que él vaya detrás de mí a pesar de que mi ego no le quería cerca de nuevo.
En verdad creo que no era orgullo lo que hacía que quisiese que estuviera lejos, si no mi propio corazón, el cual yacia mal herido en algún oscuro lugar. El único protector que había tenido, mi corazón.
-¿Qué haces niña?
Preguntó Anne con voz tierna apareciendo en mi balcón cuando me encontraba en aquel balcón.
-Vamos a dentro.
Ella se había convertido en la madre que nunca había tenido. Esa figura materna qu por mucho que mi hermano intentase ser no había conseguido.
-Venga, necesitas ducharte pequeña.
Entré sola en el baño y me duché con agua fría mientras las gotas de agua se mezclaban con mis amargas lágrimas de soledad. Salí para secarme y vestirme. Cogí el cepillo y salí de la habitación en busca de Anne para que ella me peinase. No la ví en la habitación así que bajé al piso de abajo. Escuché una voz masculina en la sala. Me paré tras la pared que separaba el pasillo de la sala escondiendome para que fuese quien fuese no me viera.
-¿Dónde está?
Escuché una voz demasiado conocida para mí.
-La señorita se está bañando.
Anne, oh dios, pobre. Se merecía un mundo entero y sería poco.
-Bien, traigame un martini, la esperaré aquí.
Dijo su voz mientras, tras el reflejo de la ventana podía verle sentarse en mi sillón.
-No creo que sea buena idea señor Payne, vamos, déjela ya, la niña está sufriendo.
Dijo Anne con voz calmada.
-Anne, ella no es la única que sufre, así que por favor, traigame lo que le pido y comuniquele que la estoy esperando.
Anne asintió con un suspiro y apareció a mi lado. La agarré por el brazo y la pré.
-No hace falta, ya voy yo.
Ella asintió y entré en la sala cerrando las grandes puerta de corredera.
-¿Qué querías?
Podía ver en su ojjos y en su gesto que él siempre tomaba el mismo caminoq ue yo para refugiarse.
-¿Vas borracho cierto?
Le pregunté caminando hacia el otro sillón.
-Sabes que siempre nos refugiabamos en lo mismo.