Parte 11

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Una pregunta rondaba últimamente por su cabeza y se posaba en esta con manera más asidua de la que deseaba y esta era la cuestión: ¿Existe algo peor que la soledad? Personalmente la consideraba el peor sentimiento después del dolor o la muerte, que como diría Alina, era absoluta; y siendo un poco imparcial debía admitir que esta pelaba con uno que muy poco cruzaba por su vida, es decir, el remordimiento.

La cuestión era que la soledad no era su sentimiento predilecto, no, todo lo contrario. Cada hora que pasaba Abril se sentía más triste, ya que los días previos a la llegada de Travis fueron buenos y los subsiguientes hasta cierto punto decentes. Salvo alguna por alguna indirecta emitida por aquel personaje con ínfulas de superioridad - Aunque debía reconocer que esa faceta iba dirigida específicamente a ella, ya que con todos era un amor de persona – no entendía bien cuál era su problema, si es que ser linda era un pecado imperdonable o Xavi Summer estaba celoso de que la atención de sus amigos fuese ahora compartida.

¡Menudo ego se gastaba! Suspiró frustrada de tanto darle vueltas al mismo punto, para finalmente restarle hierro al asunto, lo cierto es que ellos no eran amigos ni le debía nada, bien podía pintar un bosque y se perderse en el mismo el muy cretino.
Aún recordaba el día que llegó a casa con Travis, quien parecía molesto de saberla en su antigua casa. ¡Si hasta se atrevió a amenazarla si se atrevía a dañar a Santos! ¿Acaso había algo más loco? Que ideas absurdas tenía aquel par, eran tal para cual; ambos ególatras, famosos y prepotentes. Unas fichitas, ni más ni menos y pensándolo bien, no entendía el amor que Orianna le profesaba al fulano Xavi, quien en un principio parecía estar encantado de estar en la mansión – Momentos antes de verla o más bien, tenerla en brazos – cuando de la nada salió aquel monstruo peludo llamado Romana ¡Ahhj que asco de mascota! Pero bueno, teniendo en cuenta el propietario...

Claro, ese era un asunto diferente al que se trataba y formaba parte del pasado, actualmente lo que la tenía sumida en tal soledad era algo diferente, aunque también implicaba al dúo inseparable, ya que en dos meses sería el primer cumpleaños de Dean y su padre – Corrección, sus padres - planeaba festejar tal acontecimiento a lo grande.
Y básicamente a eso se debía su presencia en la mansión durante tres días, convencer a Alina de marcharse con ellos y así contribuir en la gran celebración – ¡A la que por cierto, no la invitaron! ¿Quería otra muestra de su desagrado? ¡Pues esa era una grandísima! – Por supuesto la mujer lucía bastante entusiasmada ante la idea de celebrar el aniversario número uno de su primer nieto; no obstante, mostró algo de resistencia a tomar una decisión definitiva, ya que no quería abandonarla en esa casa y parecía hallarse entre la espada y la pared.
Lo cual la dejó en una tesitura aún más compleja ¿Ser quien le agregase sal a la herida? ¡Ni hablar! Por lo cual se vio en la obligación de insistirle que aceptara la oferta de su hijo, ya que no tenía problema en permanecer algunos días sola. Dijo esto con tal de no incrementar el odio ya existente de su cuñado y perrito faldero - ¡Ups! De su mejor amigo – pero siendo honesta, moría de miedo de permanecer sola en la mansión y de no tener un intercesor en su "no - relación" con Santos; pero al ver a la señora tan complicada en tomar la decisión, se obligó a afirmarle que estaría bien – Algo falso, obviamente – y además agregó que en caso de necesitar ayuda, podría contar con Victoria, Joe, y en últimas, con Santos – ¡Cómo no! - sólo así pudo convencerla de viajar con su hijo y nieto, logrando que su suegra diera saltitos de emoción por volver a París. Y allí se encontraba, más sola y triste que una ostra, con enormes deseos de sentir un abrazo, deprimida ya que desde que su bebé empezó a hacerse notar eran más frecuentes las ganas de que la consientan.
Su amiga Victoria, como de costumbre se marchó a una fiesta con sus amigos; alegando que era importante, casi vital ir a mover el esqueleto – Algo que ella también deseaba hacer, a todas estas - y Joe por su parte, era un hombre ocupado y tuvo que partir a un congreso de obstetricia en Oslo. Definitivamente ella no había nacido para estar sola – expulsó el aire de su boca de manera frustrada, apartando su flequillo con un gesto caprichoso – y además, como la cereza del pastel a su bebe le urgía un chocolate y había terminado su ración diaria de los mismos. Tomó ánimos y salió de su alcoba, subió las escaleras con calma y fue directamente hacia el único lugar dónde podría encontrar su preciado manjar de los dioses: el segundo piso, la tercera habitación a la derecha, es decir, la habitación de Santos.

Sorteando mil obstáculos pudo ubicarse en el camino que la llevaría hasta su objetivo, ya que al estar a oscuras le resultaba una tarea más compleja de lo necesario – Sin contar con el esfuerzo psicológico de dirigirse justo hacia donde Santos se encontraba, obviamente – ¡Si era casi la una de la madrugada! Pero ni hablar, su bebé siempre se lucía a altas horas de la noche, para salir con los antojos más extraños que había visto. Por lo que era frecuente encontrarse con un atento Santos a las tantas de la madrugada, siempre dispuesto a cumplir con sus deseos, como cada mañana al encontrar una porción de chocolate blanco en su puesto de la mesa del comedor.
No era raro ver como se esmeraba en cumplir sus antojos, llegando hasta el límite de ir hasta otra ciudad por aquellas frambuesas especiales ¡En plena madrugada! Llegó hasta la puerta de la habitación que estaba medio abierta dejando un camino de luz que se extendía hasta el pasillo donde ella se encontraba, estuvo tentada en llamar a la puerta y hacer alarde de su buena educación, pero la decoración – más bien, su sentido chismoso - era tan singular que captó su atención por completo, por lo que olvidando cualquier atisbo de educación y por supuesto del chocolate – La razón por la que estaba allí en un comienzo – ingresó hasta llenar sus ojos del panorama tentador que la estancia le profería.

Las paredes de la alcoba estaban pitadas completamente de un tono azul casi llegando a las tonalidades grises, lo cual le daba un aspecto sobrio, masculino y al mismo tiempo juvenil, una muestra inequívoca del buen gusto que poseía el capitán de The Bears - Equipo perteneciente a la NLA - es decir, su esposo. Estaba decorada con diversos afiches deportivos – De hockey, específicamente – trofeos de campeonatos y una variedad de fotografías del mismo desde sus primeros años de vida, algunas mostraban a un Santos bebé, luego variaban de acuerdo a su crecimiento, para finalmente mostrarlo desnudo de la cintura hacia arriba y apenas cubierto por una toalla. Casi lo devoró con la vista y solo hasta verlo sonreír lo supo.
¡Mierda! Ese no era un retrato, los retratos no sonríen ¡No señor! Y si no estaba mal, ese era un espejo de cuerpo completo y Santos estaba justo a sus espaldas, viendo de primera mano que era una metiche, chismosa y para colmo depravada. ¡Bien! – Se dijo así misma – Esa era la imagen que debía dar una futura madre ¡Uff, el vivo retrato de las buenas costumbres! - Tuvo la decencia de sonrojarse.

Por su parte, Santos se mostraba bastante entretenido con el panorama, lo cierto era que no esperaba una visita de su parte y mientras observaba sus mejillas teñirse de un ligero rosa al ser descubierta In-fraganti. Se encontraba apenada, notó con ternura, de hecho no daba crédito a que ella precisamente estuviera allí, justo en su habitación.
Cuando Victoria lo llamó para informarle que Abril se encontraba "sola en casa" no dudó un segundo en regresar, y no por parecer un aprovechado para estar a sola con ella, sino porque no sería correcto dejarla cuando podía presentarse cualquier emergencia – Como la primera vez en la cocina - y su instinto de protección se activó inmediatamente, de modo que nada más llegar se dirigió al cuarto de baño para tomar una ducha refrescante, solo que nada lo preparó para verla en su propia alcoba.

-¿Abril, te encuentras bien? – Indagó Santos con premura – ¿Le ocurre algo al bebé? - Preguntó genuinamente preocupado. Ya que siendo justo no se haría ilusiones falsamente.

-No, yo... – ¡Hay por todos los dioses! ¿Cómo podría concentrarse con semejante cuerpazo frente sus ojos? ¿Yesos ojitos de cachorro? – Solo quería un chocolate - Dijo finalmente, regañándose a sí misma por sus vacilaciones, pero es que Jumm se relamió los labios mentalmente.

Santos suspiró aliviado, ya que si bien Abril no lo evitaba como antes, ni se ponía a llorar por su cercanía, tampoco lo buscaba y verla buscarle a esas horas lo asustó muchísimo. - Si me permites, me cambio y te busco los que gustes - Dijo con una sonrisa coqueta.

Abril asintió con la cabeza, sin dejar de reñirse al haber ser capturada con las manos en la masa, pero ya puestos ¿No era una golosa graduada? Por lo que se limitó a dejarle espacio y siguió fisgoneando la decoración, ya que una vez chismosa, chismosa para la eternidad – Se dijo con sorna – ni modo, no se quedaría con las ganas de admirar su colección de trofeos. Santos al notar su curiosidad optó por no incomodarla, tomó sus pertenencias y se marchó en dirección al baño, pensando que contrario a sus absurdas reglas de adolescente sobre no permitir acceso a mujeres – Aunque fuese su madre - Abril parecía encajar perfectamente en su santuario personal, donde guardaba sus recuerdos más preciados y los trofeos de hockey desde pequeño.

Cambié Tu Destino  (Próximamente Retirada) (3° Libro De Saga Destino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora