Parte 16

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No, eso no podía ser cierto... Abril estaba estupefacta, su rostro lívido daba cuenta de ello ¿Por todo eso había tenido que pasar Santos? ¡Dios! Era la vida de un ser humano, un bebé inocente que había perdido la posibilidad de existir gracias a los escrúpulos irrisorios de su propia madre ¡Diablos! Ese sí que debió ser un golpe duro para el pobre, aun no lo podía creer, es que era simplemente ¡Inconcebible! ¿Cómo existían personas tan desalmadas? Y luego la muy zorra tuvo el descaro de venir y plantarle cara, pretendiendo que Santos... Observó su rostro contraído y el reflejo de sufrimiento que revivir esa historia traía a su vida y simplemente no lo soportó, parecía tan herido, perdido y ese solo hecho echó por la borda cualquier temor de que esa mujer por muy bella que fuera le inspirase algo más que desprecio. No, jamás se permitiría dudar de él en ese sentido; ya era hora de plantar cara y dejar de mostrase tan frágil y desvalida, debía luchar por su familia.

-No te vayas – Casi rogó, con voz torturada por el terror de saber lo que Santos debió sufrir. Y es que él una vez culminada la historia, con toda esa locura que implicaba había hecho el intento de dejarla sola quizás para que pudiese meditar sus palabras. No lo necesitaba, todo lo que quería se encontraba con ella, justo en esa habitación – Por favor.

Santos por su parte, entendía que sería difícil convencer a su esposa tan fácil y quizás como mencionó su padre ella no lo perdonaría así como estaba su situación actual. Por lo que escuchar sus palabras logró darle un vuelco al corazón y esperanzado volvió su rostro hacia ella - ¿Tú me crees Abril? – Cuestionó con el corazón en la mano - Porque si no es así, te juro que no sabría que más decir o hacer para lograr que comprendas que lo único importante en mi vida son ustedes: Mi familia.

Abril no salía de su asombro al escuchar las razones de Santos para odiar a la tal Ximena, sí, definitivamente ese hombre era un santo y ella no dejaba de sorprenderse cada día de poder tener el privilegio de ser su... Espera, qué eran a todas estas ¿Novios, esposos? ¡Ahhj! Ya no sabía qué pensar de toda esa situación.

- Lo siento tanto – Logró articular las palabras después de transcurridos los minutos, pero nadie la podía culpar ante la magnitud de esa confesión. Guau esperó cualquier cosa menos eso – pero es que no pude evitar sentirme tan tonta que, ¡Dios! Quise morirme – pronunció entre sollozos – tuve tanto miedo de perderte, aun sin que fueses mío siquiera porque todo esto es ¡Tan extraño! Y era lógico que tuvieses una relación y que... – las palabras le salían a borbotones, que apenas la dejaban respirar.

Santos al ver la perorata de palabras que burbujeaban en su boca y el sin fin de ideas que en cuestión de dos horas se había hecho en la cabeza, no pudo más que asombrarse de los alcances de su imaginación ¡Joder! Debía empezar a andarse con pie de plomo si quería una vida apacible con su mujer e hijo; sin embargo, ello significaba que era importante para ella y esta vez no se dejaría vencer tan fácilmente por los inconvenientes.

- Hey calma nena, nada es más absurdo que eso ¿En verdad creíste que sería capaz de tener un hijo contigo y al mismo tiempo engañarte de esa manera? – espetó con irritación, a veces los celos se pasaban de absurdos definitivamente - ¡No, nunca lo haría! ¿Comprendes? Para mí tú eres mi mujer, la madre de mi hijo, y eso tenlo por seguro que nadie lo va a cambiar – mencionó con voz resuelta - aunque tú misma me odiaras, nunca te dejaría, Abril yo no soy ese tipo de persona. Debes dejar de imaginar imposibles y aunque reconozco que apenas nos estamos conociendo, solo el hecho de que estés aquí y que lleves mi hijo en tu vientre es prueba suficiente de que vales toda la maldita la pena... No soy un cobarde que se oculta tras las faldas de su madre, por el contrario siempre he hecho frente a cualquier situación por grave que parezca y ahora no será el caso, de huir despavorido en aras de nada. No va con mi perfil, de eso puedes estar segura – decretó con voz solemne.

En lo que a Abril concernía se encontraba absolutamente e irrevocablemente derretida por ese hombre, por lo que luego de tan hermosas palabras – aunque obvió un par de maldiciones en su discurso - no tuvo más remedio que decir: -¿Me abrazas? – con voz dormilona. Santos sonrió ante esa carita apenada, rogando que Dios lo amparase, porque esa chica desde ya era su perdición y ni tan siquiera llevaban más de tres meses de conocerse.

- Ven tienes que descansar - dijo recostándose a su lado, acunándola en sus pecho. Abril era una mujer tierna, pensó mientras la abrazaba, y por lo menos había demostrado un poco de sensatez al confiar en su palabra, por lo que no fue en vano abrirle el corazón y su alma, algo que jamás pudo hacer con el resto de su familia, ni siquiera con su madre; no respecto a ese tema tan complejo que aún lastimaba su corazón.

Joe permanecía estático en su lugar, tenso, él mejor que nadie sabía las consecuencias que podía generar en una gestante las impresiones fuertes, por lo que después de hablarle seriamente con su primogénito – por primer vez, debía reconocer - tomó una ducha relajante y decidió darle una última inspección a su nuera. Esperaba que Santos actuara de una manera paciente, dándole el tiempo necesario para calmarse y así poder explicar bien sus razones; aunque ese par de jóvenes siempre lo sorprendían – notó deteniendo su avance abruptamente – la imagen que se desarrollaba ante sus ojos era casi inaudita ¿De qué demonios se había perdido? – se dijo extrañado - si tan solo estuvo ausente una semana y al regresar se vio de cara con todo un desastre horas atrás. Pero ahora estaba contrariado al ver que Abril descansaba plácidamente en los brazos de Santos ¿Desde cuándo tanta familiaridad entre ellos? ¿Era eso posible? – cuestionó con un poco de duda – En fin, solo esperaba que todo siguiese de esa manera y que su hijo por fin pudiera volver a ser el de antes.


***

Trascurrió una semana después de aquel incidente y las aguas habían vuelto a su cauce, Abril era una mujer alegre y vivaz, que colmaba de alegría la mansión con sus risas desparpajadas y sus bromas todo el tiempo, parecía resplandecer por sí sola y de ello daba cuenta la luz reflejada en sus ojos. Todos parecían amarla y en cuento a situaciones desagradables no se presentaron desde aquel día, quizás la única nota distinta eran las constantes visitas de Adriana - una amiga de Victoria – quien era bastante relajada y lograba integrase a las reuniones sin ningún inconveniente. El embarazo tenía doce semanas aproximadamente y aquel día pudieron conocer a su bebé a través del ultrasonido, estaba sano y crecía acorde a las expectativas, aunque aún no podía distinguirse el sexo, pero todo marchaba de maravilla.

Su regreso a la mansión lo hizo con Santos tomando de su mano, se veía eufórico ya que una sonrisa adornaba su rostro; ella por su parte se encontraba un poco aprensiva, quizás nerviosa, pero sobre todo feliz por conocer a su hijo - uno que si bien antes no había planeado tener pues se consideraba muy joven para ser madre, ahora era una parte indispensable en su felicidad, y es que su vida anterior a la que estaba viviendo era fantástica, de acuerdo a su propio concepto; estaba resuelta, era mimada en su casa y amada por el noventa por ciento de las personas que conocía, para el otro diez por ciento, podía ser su peor pesadilla. Aunque se supo una mujer frívola, si debía admitir que tenía algo de superficial, ya que se resumía en realizar múltiples viajes por Europa con sus amigas y participaba de las fiestas más populares, donde eran sin duda el mejor espectáculo en cualquier reunión. Presentaban un contraste maravilloso, Grethel era una pelirroja de ojos verdes, Orianna una morena de ojos azules, Korina una rubia de ojos negros y ella una rubia de ojos con una mezcla entre azul y verdes, por lo que no era de admirar que se robasen todas las miradas. Cuan lejano parecía todo aquello, si en cuestión de meses tenía otras prioridades, mientras anteriormente no concebía tener una relación con nadie, ahora se encontraba exultante de dicha al sentir que era amada - porque sí, Santos la amaba, de eso estaba casi segura al ver su entrega y fascinación respecto a ellos – por lo que no podía imaginar un futuro mejor, ya que ese era un sentimiento fundamental en su vida, desde niña – incluso antes de nacer – fue amada por sus padres, por sus amigas quienes la adoraban, en la escuela ara admirada por los maestros quienes le tenían en alta estima y en la universidad, no era muy diferente. Entonces no era para nada extraño recibir amor por parte de otras personas – aunque tampoco es que se conformase con menos - al final sí tuvo suerte y eso sería lo único que le agradecía a Bárbara, que conocía sus gustos ya que desde años atrás estaba encandilada del capitán y líder de "The Bears" de la NLA. Abril ya lo quería desde antes y con sus cuidados sólo lograba que lo amara irremediablemente.

Cambié Tu Destino  (Próximamente Retirada) (3° Libro De Saga Destino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora