Todos creían que la magia de Lance no eran más que trucos baratos de cualquier típico y supuesto mago, Lance nunca los contradecía. Pero aveces sí que le daban ganas de hacer a los demás ver que su magia no era sólo eso. Su magia era mucho más auténtica y antigua de lo que los demás creían, y se había heredado en su familia por generaciones, siendo su abuela de quien Lance obtuvo sus poderes. La magia era muy quisquillosa, siendo así que había situaciones en las que se saltaba un par de generaciones para volver a escoger un digno portador en la familia. La madre de Lance no tenía ni la más remota idea de su magia, ni de que la verdadera razón por la que siempre estaba con su abuela era, lejos de ayudarla con sus tejidos, para que ella le enseñara a controlar sus poderes.
—Lance, escúchame por un segundo —le había dicho su abuela un día que se encontraban en el jardín de la casa después de otra de sus lecciones.
Lance, con ya doce años, obedeció y miró con atención a su abuela, dejando de lado las mariposas que había logrado invocar.
—Hay algo que he querido decirte, tu magia no es cómo la que se ha heredado en esta familia por generaciones. Eres especial, aún más de lo que crees. Ningún miembro de la familia había tenido una relación tan estrecha con el mundo de la magia como tú —su abuela hizo una pausa y tomó las manos de Lance entre las suyas, mirándolo con cariño—. Hay algo acerca de ti que tu mismo desconoces. El gran espíritu del agua te ha concedido ser su nuevo portador. Pude sentirlo desde el momento en que naciste.
Lance la miro algo confundido.
—Nana, pero dijiste que el gran espíritu del agua desapareció junto con los demás espíritus hace siglos —la mujer asintió con una leve sonrisa.
—Y lo hizo, pero siento su presencia en ti. Tienes un gran poder, Lance. Sé que podrás hacer cosas maravillosas con él algún día, tu magia va más allá de lo fantástico, más allá de una herramienta. Es parte de lo que eres, y si nunca te resistes a ella, verás que podrás hacer grandes cosas.Su abuela había fallecido cuando Lance tenía 18. Aún lo recordaba, y odiaba la sensación que se apoderó de él en ese momento. Fue capaz de sentir cuando su abuela se fue incluso antes de recibir la noticia de parte de su madre.
Sintió su alma, impregnada de magia, despidiéndose del mundo. Lance casi se soltó a llorar cuando la vio frente a él en su habitación, despidiéndose mientras su madre respondía la llamada del hospital desde la cocina. Recordaba su voz, clara y dulce, dándole un último mensaje antes de desaparecer.
—Tu destino recae en tu magia, Lance. Debes dejarla guiarte —las palabras resonaron en la mente de Lance mientras escuchaba de fondo a su madre quedarse callada después de recibir la noticia.Desde ese momento, Lance comenzó a retener su magia. No podía tolerarla ahora, era lo que había compartido con su abuela durante años, y ahora el simple cosquilleo de poder en las puntas de sus dedos le traía recuerdos de ella. Era insoportable.
Más aún cuándo Lance pensaba en qué ni si quiera la magia que ella tanto adoraba y amaba pudo salvarla de su enfermedad.
Así que dejó de usar su magia. Sus amigos solían preguntarle que había pasado con los trucos de magia baratos que solía hacer a menudo, pero Lance sólo decía que ya no estaba interesado en eso.
—Supongo que la magia no era lo mío después de todo —respondía Lance con una pequeña sonrisa desganada.
Lance tenía ahora 21 años, y recientemente se había mudado a su propio apartamento. Lejos de su madre, sus hermanos, y su familia en general. Es decir, Lance amaba a su familia, pero cuando todos vivían apretados bajo el mismo pequeño techo las cosas lentamente comenzaban a tornarse algo asfixiantes de vez en cuando.
Había dos cajas en su departamento que Lance se rehusaba a desempacar, eran los libros viejos de magia y los materiales extraños de pociones y hechizos de su abuela, que habían sido heredados a él a petición de esta. Había un libro en específico cuya parte interior de la tapa y primeras páginas estaban llenas de firmas, el libro familiar de hechizos.
Según la tradición, cada miembro de la familia que había sido poseedor de la magia debía de estudiar, memorizar y perfeccionar cada hechizo de el libro, además de añadir uno propio a este. Una vez completado esto, se consideraban las lecciones de magia terminadas, y el poseedor de la magia en cuestión debía de poner su firma en el libro, impregnando esta con un poco de sus propias habilidades mágicas.
Cada que Lance se encontraba a si mismo pensando sobre su abuela, sólo abría la caja para sacar el libro y pasar los dedos delicadamente por la firma de ella, con una letra cursiva muy elegante y atrayente.
Annette.
Entonces lo sentía, sentía la esencia de la magia de su abuela impregnando su pulcra firma y los recuerdos regresaban. Cuando ella le daba lecciones de magia, cuando le enseñaba las principales reglas y tradiciones de los portadores anteriores a ellos, cuando le contaba historias de cómo su madre le enseñó a ella, y las figuras de su bisabuela y su abuela, en ese entonces una niña, se proyectaban en el aire mientras la historia seguía su curso, mientras ella le contaba con cariño como su madre la abrazaba y le decía un "Buen trabajo, Nettie" cada que ella lograba dominar un nuevo aspecto de su magia.
Su abuela se había ido antes de que Lance pudiera ser capaz de seguir con la tradición y terminar sus estudios de magia, así que su firma aún estaba pendiente de aparecer en ese libro, a pesar de que Lance estaba a punto de lograr escribirla antes de que su abuela lo dejara.
Nadie sabía sobre las habilidades especiales de Lance, nadie excepto sus pequeños sobrinos. Los niños eran más fáciles de convencer de que su magia era de verdad que los adultos, y Lance se divertía mucho apareciendo y desapareciendo cosas para ellos, además de hacer clara trampa en el juego de las escondidas y llamarse a sí mismo el rey del juego. Pero eso era cuando Lance aún usaba su magia, ahora seguía jugando con todos sus sobrinos, pero cada que estos mencionaban su magia Lance les explicaba que un malvado dragón la había robado, pero que tarde o temprano la recuperaría.
Así que esa era la nueva vida de Lance, completamente alejada de cualquier cosa fantástica o mágica. Y a él le gustaba que fuera de esa manera, simplemente era... Normal ahora. Y eso era algo bueno.
Tenía un trabajo en una cafetería, no tenía las mejores notas en la escuela pero al menos no eran malas, tenía un lindo y cómodo departamento, amigos increíbles, y por último un novio al que Lance adoraba. Y todo eso lo había conseguido sin ayuda de su magia.
Lance salió de sus pensamientos cuando escuchó a su antes mencionado novio quejarse junto a él.
—¿Qué sucede? —Lance lo miró curioso, despejando su atención del programa que antes se encontraba viendo en la televisión.
—Los boletos se acabaron —Keith puso su teléfono celular en el sofá a su lado con un gesto de derrota en su rostro.
Lance parpadeó un par de veces antes de entender a que se refería Keith.
—Oh, hablas de el concierto al que querías ir.
—Cambiaron la fecha de la preventa de improvisto y los boletos se acabaron —suspiró Keith—. No puedo creerlo, es la primera vez que están en la ciudad y es para su gira de despedida, era mi única oportunidad para poder ir a uno de sus conciertos —Keith enterró el rostro en uno de los cojines.
—Puedes buscar a alguien que revenda los boletos en Internet —sugirió buscando animar al contrario.
—Ya lo intenté, las personas que encontré ya los habían vendido todos —Keith volvió a suspirar—. En serio daría cualquier cosa por poder ir al concierto... —Keith se recargó en Lance sin muchas ganas y comenzó a ver la televisión sin mucho interés.
Lance mordió su labio y dio un hondo suspiro, una voz resonando en lo profundo de su mente diciéndole que usara su magia, pero de inmediato otra voz, presumiblemente la de su abuela, se escuchó en sus oídos.
«—La regla número uno de la magia es que si es usada con buenos propósitos y para el bien, siempre estará de tu lado. Pero si es usada con propósitos egoístas, esta se tornará en tu contra y habrá muy malos resultados.»
Regla número uno, de muchas, que Lance había tenido que memorizar y seguir
desde niño. Incluso la magia tenía sus reglas, por más molesto que esto fuera.
—Ojalá pudiera ayudarte... —murmuró mientras trataba de concentrarse de nuevo en la televisión.
No podía usar su magia para conseguirle un boleto a Keith porque, en primer lugar, no era simplemente materializarlo de la nada. Es decir, sí, podía hacer eso con algunos objetos, pero para obtener el boleto eso significaba que debía usar su magia para tomar el boleto de alguien más que había pagado justamente por él y que estaba probablemente igual de ansioso que Keith sobre el concierto. Eso definitivamente calificaba como un “objetivo egoísta” ya que lo haría simplemente para no ver a Keith así de desanimado, pero conseguirlo significaba quitárselo a alguien más. Así que, gracias a las reglas, simplemente no podía hacerlo. Pero Lance desearía poder con todas sus fuerzas. Aunque para él, la magia tenía más reglas de lo necesario.
Algunas eran obvias, cómo no usar pociones o hechizos de amor, no alterar el orden natural de la vida e intentar revivir a alguien, blah, blah, blah. Aunque sí que había otras más, y Lance había pasado los últimos años de su vida rompiendo una de las más importantes de todas.
Nunca, jamás, contengas tu magia.
Supuestamente, era lo peor que podías hacer. La magia era un constante flujo de energía, cómo un grifo abierto, necesitabas utilizarla regularmente si la poseías. Pero si no lo hacías, el grifo se cerraba, y las tuberías tarde o temprano sucumbirian ante la presión y la inundación de magia, y esta encontraría su propia forma de salir. O peor, no podrías ser capaz de volver a usarla nunca más.
Lance intentaba no pensar en eso cada día desde que decidió dejar de usar sus poderes.
Pero, sin embargo, había viejos hábitos que Lance aún conservaba, como dejar cristales (especialmente cuarzos) por todo su departamento, o mantener colgados por ahí varios atrapasueños, considerando la natural buena suerte que estos atraían. O reprenderse a sí mismo cada que se sorprendía jugando con una bolsa de hechizos entre sus manos, o cómo aveces inconscientemente murmuraba nombres de diferentes plantas y hierbas y sus distintos usos dependiendo del hechizo. También tenía que morderse la lengua o darse un regaño mental cada que estaba por comer o beber agua e inevitablemente decía o pensaba "Bendito sea". El bendecir objetos era una cosa constante usada en hechizos, y también era algo que su abuela lo hacía practicar con regularidad.
Pero, sobre todo, meditar. A Lance no le gustaba la meditación al principio, además fue algo que su abuela lo obligaba a hacer cómo parte de sus estudios de la magia. Pero con el tiempo, encontró que hacerlo le ayudaba a mantener su magia bajo control, y asegurarse de que no se desbordara si no la usaba. Además, lo ayudaba a relajarse.
Lance se aseguraba de que las cajas con libros y utensilios mágicos de su abuela siempre estuviera fuera de la vista de los demás en caso de llegar a tener a alguien visitándolo, aunque Keith era el que pasaba más tiempo en el apartamento de Lance. Por suerte, el jamás había visto las cajas, aunque aveces preguntaba porqué había toda clase de cristales tirados por toda la casa.
—Sólo es decoración, ni si quiera son reales —contestó Lance. Keith sólo asintió y cambió de tema.
Lance se sentía culpable por no decirle la verdad a Keith sobre él, pero el miedo era más fuerte, y Lance no quería que Keith se alejara de su lado por algo como su magia, así que hasta ahora lo mantenía en secreto. Ni si quiera su mejor amigo Hunk lo sabía, ni ningún otro amigo de Lance. Era su secreto, suyo y de su nana. Y se mantendría así por un tiempo más.
ESTÁS LEYENDO
One Shots Klance
RomanceUna vez que tenían una maldición, otra donde vieron a sus futuros hijos, otra donde eran criaturas mitológicas, y otras con diferentes mundos alternos. Pero en todas, se enamoraron.