Epílogo

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Epílogo.

Amaba a ese muchachito, mucho más de lo que se puede expresar con simples palabras. Castiel había pasado en un segundo, de ser nada, a convertirse en su todo.

Adoraba observarlo desde el marco de la puerta, tarareando canciones suaves, meciendo a su hijo por todo el ancho y largo de la habitación. Si la felicidad pudiera resumirse en una sola palabra, esa sería su familia, la hermosa familia que estaba construyendo con el amor de su vida, un doncel de los suburbios con un pasado oscuro y deprimente, pero sin duda con el corazón más grande y tierno que alguien pudiera encontrar.

—Se te ve tan a gusto. —El aludido pego un saltito en la silla y luego le observo sonriente.

—No me asustes así Christopher, —reprocho meciendo un poco al bebé, pues el también se había alterado con la reacción de su papi.

—No quería asustarte mi cielo, —confeso plantando un beso sobre su coronilla. —Venia a ver como estaban tú y el pequeño revoltoso, —soltó a modo bromista, pues hasta el momento, Theo era el bebito menos problemático de la existencia.

—Acaba de comer, y ya se quedó dormido, —externo Castiel cobijando al pequeño.

—Tienes manos de ángel, —Soltó Cristopher al instante. Si, estaba loco por Castiel, y todos lo sabían, aunque a veces también se comportaba serio y huraño, su actitud con el doncel había cambiado "del cielo a la tierra".

—No digas tonterías, —contesto el menor. Tomo por un lado al bebé y con la otra mano se apoyó para levantarse de la mecedora. Christopher entendió las intenciones del menor, quito el peso de Theo de sus brazos y lo dejo en la cuna, luego volvió para ayudarle a su pareja.

Tan solo habían pasado dos semanas desde que tuvo al bebé, y su cuerpo continuaba significativamente resentido por el dichoso parto, en especial la sutura que habían tenido que hacerle posterior al alumbramiento. Molestas, Castiel las reconocía como la cosa más molesta que había vivido, los puntos tiraban y dolían cada vez que hacia un movimiento, o se cambiaba de ropa, aun sentía la irritación y realmente rezaba para que todo terminara pronto.

—¿Quieres comer en la habitación? —Consulto el pelinegro, atento a las molestias de su amante.

—Suena tentador, pero Clarissa dijo que vendría a almorzar, además si no me siento a la mesa Giulian tampoco lo hace. —Soltó el aire y negó con la cabeza. Su hermanito estaba más malcriado que nunca, pero a pesar de todo, seguía siendo un buen niño.

—Camina despacio, —Suspiro Christopher, no tenía planeado iniciar una discusión con su pareja por una cosa tan insignificante como "donde tomaría su comida".

Bajaron juntos al comedor, lugar donde sin esperarlo ya estaba Clarissa, mateo a sus espaldas tenía todo un fuerte montado en el jardín.

—¿Hace cuánto llegaron? —Pregunto Christopher sorprendido, pues el había pasado por allí hacía tan solo unos minutos.

—¡Como hace media hora, pásate delante de mí, sin siquiera prestarme atención! —Exclamo la mayor alzando un poco el tono de voz.

Su hermano se avergonzó al instante, iba tan concentrado en ver a Castiel, que ni siquiera había notado la presencia de su hermana en el comedor.

—¡¿Y porque no habías subido a saludarme?! —Soltó Castiel con total confianza, de poco en poco el tímido doncel comenzaba a mostrar su tierna y "extrovertida" personalidad.

—Me duelen los pies cariño. —Clarissa levanto sus piernas notoriamente, para dejar a la vista de todos su hermosa pedicura y una horrible inflamación en los dedos de las mismas.

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