Capítulo 22: Rayito de Luz

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Capítulo 22: Rayito de Luz

Su amiga se había asomado a la escalara apenas oyó la puerta de entrada ser abierta. Estaba con su jefe, pero ante la gravedad de la situación, poco le importo interrumpir cualquier discusión que tuvieran ambos.

—¡Castiel, que buenos que llegas! —Exclamo. —Es Giulian, algo anda mal con él.

El estremecimiento que recorrió su cuerpo no fue un secreto para nadie. Sintió como todos sus músculos se contrajeron, mientras que su rostro palidecía rápidamente. Quiso haber gozado al menos de un minuto para recuperar su frágil cuerpo de la impresión, pero eso no le fue posible. Obligado a poner toda su fuerza de voluntad para desplazarse hasta la escalera, consiguió dar unos cinco pasos rígidos y luego de eso la adrenalina recorrió sus venas, provocando que casi se saltara los escalones de tres en tres.

Paso junto a Adelina, no pregunto nada, ni siquiera tuvo la decencia de agradecerle por cuidar a su hermano, simplemente paso de ella, corriendo acelerado hasta la habitación de Giulian.

—Necesita una ambulancia, —soltó de inmediato luego de abrir la puerta.

Sus pies avanzaron a todo lo que le dieron los nervios. Fue hasta el baño y allí mojo un pequeño paño con agua fría, luego volvió a la habitación. Quería ser fuerte, verse firme frente a su hermanito en esa situación tan desesperada. Pero la imagen frente a sus ojos le rompía el corazón.

Giulian se encontraba tendido de costado, con la mano derecha se presionaba el pecho, y el brazo izquierdo apenas lo podía mover, todo el segmento le dolía, estaba pálido y con la frente perlada en sudor, intentaba llenar sus pulmones de aire, pero por más que inspiraba no se sentía satisfecho.

—Castiel, —musito remojando sus labios secos con saliva. —Hospital, —rogo casi sin aire.

—Ya viene la ambulancia, —susurro Adelina desde la puerta. Hasta ese momento ninguno de los hermanos había notado la presencia de la muchacha.

—¿Ya lo oíste? Están por venir. Aguanta un poco, —pronuncio con la garganta estrujada, deseaba pasar el paño sobre el rostro de su hermanito para aliviarle un poco, pero las manos le temblaban. Se sentía tan inútil. —No me des estos sustos Giulian, por favor. —Con su mano hecha puño se secó un par de lágrimas, luego intento sonreír, era tan difícil fingir que todo estaba bien. A punta de esfuerzo refresco a Giulian, y luego repartió besos cálidos en todo su rostro, con una de sus manos recorría el pecho del menor, dándole masajes que no estaba seguro si eran buenos o no, al menos Giulian parecía serenarse con ellos.

Estuvieron así un rato, Giulian se quejaba cada cierto tiempo, luego volvía a calmarse y cerraba sus ojos. Como si estuviera anunciando una catástrofe.

—Castiel debes apartarte un poco. —Sintió aquella mano amplia apoyada en su hombro y la voz aterciopelada recorrió cada fibra de sus ser. Pero en esos momentos no estaba de humor para dejarse llevar por la seductora voz de Christopher Owen.

—¿Cómo quieres que me aparte que no vez...? —Se había girado dispuesto a pelear, pero una vez levantada la vista, se encontró con que ya no solo eran ellos dos y Adelina en la habitación. Un grupo de paramédicos esperaban impacientes que se moviera para dar atención a su hermano — ¿Cuándo? —Pregunto, al timpo que Christopher le apartaba un poco del camino.

—Hace unos segundos, — respondió sin presiones.

Tan ensimismado estaba en atender a su hermano, que ni siquiera se había percatado de la llegada del equipo médico, de hecho fue Christopher quien tuvo que separarle, para que dejara a los profesionales hacer su trabajo, puesto que él aun no digería bien la información.

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