Demandado [Venganza #1]

38° Epílogo ✅

Condena de 5 años en prisión: Cumplida.

No exageran cuando dicen que la cárcel te cambia, pero esa parte de mí, aquella que nunca cambiará es la de mi amor por Chloe.

Vago por los pasillos de la que ha sido mi casa estos últimos años, con la ropa con la que entré, cinco años después, salgo. Me dan todas mis pertenencias y un sermón sobre mi futuro comportamiento. No tengo nada que escuchar, me encarcelaron por algo que no había hecho. Doy un paso y piso la calle, aquella simple calle estrecha se siente como la libertad misma. Miro a ambos lados. No hay nadie. Decido caminar un poco, no voy a esperar a mi hermano a un metro de la cárcel.

Un mercedes ruge rompiendo el silencio de aquel lugar triste. Me paro en seco y entrecierro mis ojos para ver quién es. Mi hermano.

El coche se para a unos metros de mí y las puertas se abren. El primero en aparecer es Matt. Los años no han pasado por él.

Mi mirada se desvía hacia la chica que sale junto con una niña de al menos cinco años.

Ahina y mi pequeña sobrina.

Me hace muy feliz ver la familia que ha formado mi hermano.

Matt prácticamente se lanza a mis brazos, este pequeño granjuna... Cuanto le he echado de menos...

—Hermano... —Es lo único que puede decir, pero el abrazo ya lo dice todo.

Nos separamos segundos después y abrazo a Ahina.

Cuando me separo de ella miro hacia abajo y veo como unos ojos grandes y azules me observan con curiosidad.

—Él es tu tío, Tessa. —Sonrío al escuchar su nombre, inconscientemente miro a Matt.

Es el nombre de nuestra madre.

Me agacho poniéndome en cuclillas, pero aún así soy bastante más alto que esta pequeña.

Le tiendo mi mano y ella la mira con temor, acto seguido no duda en apartar mi mano y abrazarme.

Su diminuto cuerpo me enternece, cómo me hubiera gustado tener un hijo con Chloe.

No soy capaz de retener mis lágrimas y comienzo a llorar en silencio. Estos cinco años han sido muy duros para mí.

***

—¿Has tenido algún contacto con Chloe? —No me puedo callar más la pregunta.

—No, lo último que supe es que se mudó. —Le miro mientras él conduce. —No, no sé a donde se fue. —Vuelvo mi mirada a la carretera.

Mierda.

Llegamos a su casa y lo primero que hago es comer. La comida que servían en la cárcel no es que fuera de primera calidad.

—Adelante, estás en tu casa. —Dice sarcástico.

Ni siquiera le miro, me dedico a zampar todo lo que hay en la nevera.

Una vez con el estómago lleno, me lavo los dientes y salgo de la casa.

—¿A donde v...? —No le dejo terminar la pregunta y cierro la puerta.

Subo las escaleras como si me fuera la vida en ello hasta llegar a su piso.

Enfrente de su puerta me intento relajar y toco el timbre.

—¿Quién es? —Escucho la voz de un hombre. Vuelvo a timbrar.

La puerta se abre dejándome ver a un señor de avanzada edad.