Las tres amigas se materializan en Neusa, el mismo lugar donde la noche anterior se había llevado a cabo el aquelarre. No hay ningún resto de la celebración. Sin embargo eso es lo último que le importa ahora a Verónica.
Nada más aparecen, Verónica cae al suelo sin poderse mover. Está completamente agotada por el dolor y el esfuerzo que realizó esa tarde.
El agua del embalse moja sus dedos haciendo que la sensación de vacío aflora desde su estómago hasta invadir todo su ser.
La pérdida que ha sufrido es tan grande que se pregunta si podrá superarla alguna vez. Sabe que no es así, no comprende cómo se puede vivir en un mundo sin Amalia.
«Lo lamento», trata de consolarla Isibene sin saber qué otra cosa decir.
Verónica lleva sus manos a los ojos para cubrir las lágrimas que salen de ellos. El vacío es tan grande que la hace sentir débil. No quiere hacer más que quedarse ahí, tirada en medio de la nada.
Sin embargo, aunque desea permanecer así, algo cae cerca de ella y la alerta. Junta las pocas fuerzas que le quedan para sentarse. Un nuevo proyectil cae a su lado salpicando un poco de agua a su rostro.
Verónica se sorprende al darse cuenta de lo que sucede: Irma está de pie, a unos metros de ella, lanzándole piedras con la intensión de herirla. Su rostro se desencaja por el desespero y el dolor. Lucía se acerca a su hermana tratando de detenerla, pero esto solo hace que ella salga corriendo en dirección a Verónica.
La agarra del cuello de suéter y la levanta con violencia. Una vez Verónica está de pie, Irma empieza a ahorcarla.
—Todo esto es por tu culpa —las lágrimas le nublan la vista—. Tú le hiciste esto a Amalia.
—¡Déjala! —Pide Lucia tratando de separarlas— ¡Sabes que no es así, Vero hizo todo lo que pudo para ayudar!
—¡Solo mírala! —Dice Irma mirándola de arriba abajo haciendo que su amiga sienta vergüenza de su aspecto—. No puedo creer alguna vez la haya considerado mi amiga.
Temiendo lo peor, al ver que su hermana no es capaz de controlarse, Lucía la empuja a con fuerza, haciéndola perder el equilibrio y caer. Esto hace que suelte a Verónica.
Cuando Irma está en el suelo, Lucía la sostiene.
—¡Corre, Vero! ¡Huye de aquí! —pide a su amiga.
Verónica no quiere moverse, ni siquiera es capaz de levantar la mirada del suelo.
Sabe que Irma tiene razón.
«Vámonos» —pide Isibene— «Dejad que se calme, no os hará ningún bien quedaros ahora»
Pero Verónica no reacciona, por lo que la bruja empieza a moverse por ella. Haciéndolas correr por los matorrales hasta que aparece el carnero de nuevo y se las lleva de ahí.
Cuando Verónica despierta está acostada en su cama.
El carnero la mira fijamente desde la silla de la habitación. Gracias al reflejo de la lámpara de noche, Verónica se da cuenta que Isibene está preocupada por ella.
Desea consolarla de alguna forma pero no sabe cómo.
Verónica se incorpora en su lugar y abraza sus piernas. Los ojos le pesan por el llanto.
—Es momento de marcharnos —advierte el carnero poniendo una de sus manos sobre las de ella—. No deberíamos quedarnos acá por mucho más tiempo.
Verónica sabe que él tiene razón, ya no hay lugar para ella allí. Después de todo lo que sucedió esa noche lo mejor que pueden hacer es marcharse o de lo contrario correrán peligro.
Busca su maleta y empaca lo que cree que va a necesitar durante un tiempo, sin saber exactamente qué es lo que van a hacer ahora. Antes de salir de su casa echa una última mirada a sus padres, preguntándose cuándo los volverá a ver.
El carnero la toma de la mano y juntos desaparecen.
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La danza del carnero [Tomo I: Grimorio]
ParanormalEn un pueblo que se cree de brujas está escondido un pequeño libro con el rostro de un carnero. Nadie sabe de dónde vino ni cuál es su historia, pero de lo que sí están seguros es que ese es uno de esos libros que no se deberían abrir jamás. ¿Qué su...