13.1 -Evento para los damnificados del invierno

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El evento para los damnificados del invierno liderado por Alexander Ortiz se lleva a cabo en Zipaquirá, una ciudad ubicada a una hora de Bogotá. Por más de que Magda hizo lo que pudo y movió todas las influencias que conocían, no logró obtener el permiso para hacerlo en ningún otro lugar de la capital para el día que había pedido el político.

Sin embargo, su jefe había quedado más que satisfecho con la ubicación.

Desde las ocho de la mañana el acceso a la plaza principal del pueblo está restringido para evitar cualquier tipo de sabotaje. Largas filas de personas emocionadas empiezan a formarse para entrar. Muchos comerciantes aprovechan la ocasión para ofrecer al público sus productos.

Además de la promesa de una buena celebración se ha expandido el rumor de que en algún momento se empezaría a repartir dinero por lo que muchas más personas de las esperadas se presentan.

La emoción es colectiva y en más de una ocasión los policías tienen que detener una que otra gresca ocasionada por pasiones políticas.

La magnitud de lo que sucede se puede notar en los ojos de los extraños que aguardan afuera de la iglesia. Laboriosos se encargan de terminar los preparativos para el mediodía.

Cada hora que pasa hace que la emoción crezca en el pueblo. Los espectadores esperan en la fila, ansiosos.

Para cuando llega el momento de entrar al evento hay tanta gente que más de uno se pregunta cómo van a caber todos allí. Da la impresión de que todo Zipaquirá se ha vaciado para asistir.

La plaza es irreconocible: se han dispuesto una serie de tarimas dándole un nuevo aire al lugar al lugar y en el centro de todo, una pila de troncos. Se trata de una estaca enorme dispuesta sobre una plataforma de madera.

Según los rumores habría fogata esa noche, sería un evento de enormes proporciones que recordarían durante mucho tiempo.

Las campanas de la iglesia suenan, repican entre la muchedumbre que ha acudido al evento; cada golpe más fuerte que el otro.

Alexander Ortiz había sido claro: quería que todos los que fueran hicieran parte de la misa que esa tarde ofrecía por aquellos que lo habían perdido todo por culpa de la madre naturaleza.

―En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo ―saluda a la muchedumbre Castaño, el sacerdote encargado de oficiarla.

Los ancianos y los adultos se persignan para atender a la eucaristía. Alguno que otro niño llora por la incomodidad que le causa la multitud por lo que se puede ver como sus madres, apenadas, tratan de hacerlos callar como pueden.

Esa tarde la homilía trata sobre la maldad. Castaño habla a los creyentes sobre el demonio y la corrupción y como solo es necesario el amor y la fe en dios para vencerlo.

Mientras la gente atiende a la misa, una serie de voluntarios ofrecen comida gratis. Hay tanta y es tan variada que por un momento la entrega parece salirse de control debido a quienes quieren usar la ocasión para sacar provecho propio. Más de una persona inescrupulosa tiene que ser amonestada por abusar de la amabilidad de sus anfitriones tratando de conseguir más comida de la cuenta o por aprovecharse de ancianos y de niños para robarla.

Una vez se termina la misa, suben diferentes bandas locales de música a la tarima para continuar con la celebración. Hay para todos los gustos. 

Ahora se empieza a repartir licor junto con la comida. Para muchos, el evento es todo un éxito.

A eso de las cinco de la tarde la música cesa y un hombre sube a la tarima principal. Cuando la multitud lo reconoce aclama su nombre como agradecimiento por la celebración.

―Alexander Ortiz, te amamos ―grita un grupo de borrachos haciendo la señal de la cruz con los dedos.

El político lleva su dedo índice a la boca y el público hace silencio.

―¿Están disfrutando? ―pregunta a través del micrófono.

―¡Sí! ―le responden

―¡Así me gusta! ―exclama emocionado― pero el verdadero espectáculo está nada más comenzando ¡traigan a nuestra invitada principal!

La danza del carnero [Tomo I: Grimorio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora