Capítulo 4

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Andrea.

De acuerdo, esta mujer con nombre muy estilizado al parecer es una amiga muy intima de la señora Grace, pero esto aun no me explica por qué razón no deja de mirarme de esta manera... Creo que simplemente es ¿su manera de ser? Sí, eso debe ser.

-Señora Grey –entró una señora mayor, creo que es el ama de llaves, o la cocinera. No estoy segura– Su hijo.

-Oh, ¿que querrá Elliot ahora? –se quejó la señora Grace poniéndose de pie– Está de viaje, pero se siente como si jamás se fuese ido –suspiró dejando su sombrero sobre su asiento.

-No señora, no es Elliot. Se trata del señor Christian –indicó el ama de llaves. Anastasia levantó la mirada tras oír eso casi inmediatamente no sé por qué razón, pero algo me indicó que escuchar el nombre de Christian fue lo que llamó su atención inmediata.

-Gracias, enseguida vuelvo chicas –nos dijo Grace antes de entrar a la casa y dejarnos a las dos solas en la terraza. ¿Qué le digo? ¿Que en el mundo le puedo preguntar? ¿El clima, la hora? Siento que mi cerebro se puso en modo hibernar y me ha dejado sola en este momento con ella prácticamente ignorando que me encuentro aquí. Que pesar.

-Y, cuéntame Andrea. ¿Llevas tiempo trabajando aquí? Grace no había mencionado tu nombre antes –me preguntó mirándome fijamente, en su intento por ser amigable.

-La verdad no, recién comencé ayer –respondí simplemente.

-Oh. –gesticuló– Ya veo.

-¿Son... Buenas amigas? –que estúpida pregunta. Dios, ¿por qué no solo abres el suelo y me tragas en este momento?

-Se puede decir, si –se limitó a contestar dejándome con más preguntas por hacer.

En ese momento se escucharon ruidos de personas en la casa. Enseguida, dos niños de cabellos cobrizos y ojos azules y grises entraron corriendo y saltaron a los brazos de Anastasia, besándola y abrazándola con cariño.

-¡Mami! –gritó el pequeño abrazándola con dulzura. La niña más pequeña alzó sus brazos para que ella la cargara.

-¿Como están mis niños? –les preguntó ella. No pude evitar mirar con atenta curiosidad. Hasta que mis pensamientos fueron desviados.

Allí estaba, de pie luciendo un traje de vestir color gris oscuro a la medida, corbata negra y su cabello cobrizo hacia un lado. Su mirada sorprendida viéndome y viéndola a ella.

-Anastasia –murmuró hacia ella algo estupefacto– Estás aquí.

-Christian. Creí habértelo comentado –le respondió ella sonriendo.

-No lo creo. –replicó él. Buen Dios, se veía absurdamente sensual.

-¿No lo hice? Oh, bueno. Mi error –ella se encogió ligeramente de hombros. Luego bajó su mirada a sus manos puestas en su regazo.

-Andrea –volteó él a verme, lo cual me tomó por sorpresa– ¿Cómo te encuentras?

-Muy bien, gracias. ¿Y usted? –pregunté de vuelta con una pequeña sonrisa.

-Excelente –me sonrió y sus ojos ocultaban algo. Anastasia nos observaba atentamente.

-¿Se conocen? –preguntó Christian intrigado hacia nosotras.

-Solo hace unos minutos –agregó Anastasia– ¿Llegaron a tiempo los niños a la escuela?

-Como siempre –Christian ni siquiera se inmutó.

Cincuenta Sombras RenovadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora