Capítulo 18

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Christian.


Durante mi vida he compartido con mujeres diferentes pero todas iguales en una sola cosa. No eran más que acompañantes, no tenían ningún significado para mí. Con o sin ellas podía seguir siendo yo mismo ya que no me definía precisamente por mantener relaciones sentimentales que me involucraran más de lo que debía ser. Solamente era sexo.

Una vez que Anastasia llegó a mi vida pude percibir que mis días reclutando sumisas llegaba a su fin, no me satisfacían de la misma manera, todo cambió cuando ella apareció pero así como ella cambió algo en mí también lo hizo en ella misma y nuestra relación jamás volvió a ser lo que fue en un principio. No puedo mentir y decir que fue fácil. Fueron los meses más devastadores que tuve que atravesar. Pero tenía dos hijos y una empresa que seguir manejando. Seguir adelante no era una opción, era lo único que me quedaba.

Ahora, con dos hijos por quienes velar su seguridad y bienestar mi concepto de la vida ha cambiado drásticamente desde la primera vez que entré al mundo de BDSM a mis 15 años. Nada de lo que era ese Christian ni lo que fui por el transcurso de los años es lo que soy ahora. Mi pasado es eso, mi pasado. He luchado, aprendido, sacrificado, mejorado y hasta he sufrido pero mi vida es justo lo que es por las decisiones que he tomado. Y todo se resume a éste momento junto a Andrea en el que finalmente puedo ser yo mismo y demostrarle que lo que he hecho no me define como persona, pero si me define las decisiones que tome de ahora en adelante. Y una de ellas es mantenerla en mi vida por el tiempo que sea necesario para ambos.

Es imposible explicar con palabras lo que mi corazón siente ante su presencia, y lo que sentí durante esos breves segundos en que mis labios sintieron los suyos por primera vez no tiene comparación a ninguna otra sensación que pude haber experimentado anteriormente. Solo rogaba porque ella me aceptara tal y como era. Estaba roto por dentro rodeado por tanta oscuridad que a veces me cegaba pero nada me iba a detener de demostrarle cuanto podía hacer por ella. Por despertar a su lado, ser quién la acompañe por el resto de su vida. Verla reír, llorar en sus mejores y peores momentos. Estar para ella de la manera en que me sea permitido. Y daría lo que fuera porque ella sea quien velara por mí también.

Andrea posaba su cabeza sobre mi pecho mientras yo rodeada su pequeño cuerpo con mis brazos, acariciando su espalda y embriagándome de su inconfundible aroma a rosas y canela. Su respiración era amena y tranquila contra mi pecho, los latidos de mi corazón se acompasaban a los suyos rítmicamente y yo solo no quería que éste momento acabara. Tenerla en mis brazos era exactamente donde quería que siempre estuviera. Ella levantó un poco su rostro para encontrarse con mis ojos.

-¿En qué estás pensando? –me preguntó.

-Pienso... –comencé– en lo mucho que me alegra que aceptaras mi invitación –ella sonrió y yo le devolví la sonrisa. Últimamente lo hacía mucho a su alrededor.

-Me alegra que te decidieras a invitarme a salir –comentó ella ésta vez sonriendo con diversión.

-Ya era hora de que tomara las riendas en el asunto –respondí y ella rió.

-Ha sido una cena increíble, gracias –dijo.

-No agradezcas aún, la noche no ha acabado –contesté yo.

-Lo sé, dijiste que responderías a mis preguntas más adelante –inquirió. Era insaciable.

-Y lo haré, una a una –asentí sosteniendo su mano y la atraje hasta mi boca para besar su dorso suavemente. Si tenía suerte esta noche le contaría todo, y quizás ella aceptaría. Quizás ella me aceptaría a mí –Antes de que nos vayamos tengo algo para ti.

Cincuenta Sombras RenovadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora