Proyecto

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 Este capítulo va dedicado a todas las personas que han invertido su tiempo en llegar hasta aquí, así que sí, tú, si estas leyendo esto. Va para ti.


PV Amaia

Despertarme sin oír al otro lado a mi madre gritando se había convertido en un sueño incumplido en los últimos meses. Nunca llegaré a comprender como es capaz de ponerme firme estando a kilómetros de distancia. Por supuesto, cada vez que tenía un acto la tensión aumentaba, ella, mi hermana y yo hacíamos video-llamadas que solo tenían como fin el asegurarse de que no me presentaba a ningún lugar hecha una adefesio. Y por supuesto, hoy no iba a ser menos. 

He de reconocer que aunque solo algunas veces les hago caso, siempre las echo de menos. Sobre todo cuando en medio de las discusiones en las que mi madre está histérica aparece mi padre con una sonrisa solo para decirme que me quiere. Mi madre me lo dice a su manera. Una representación de su amor es su conocimiento de mi casa, sabe dónde están las cucharas, los cubiertos, los papeles de cocina y juraría que hasta me ha repuesto otras cosas en alguna ocasión en la que me ha hecho la compra.

Hoy no es un día cualquiera, llevaba meses pensando en cómo devolver a Barcelona un poquito de lo que me ha dado. Recuerdo aquel día que andando por el Rabal conocí a un chico tocando cubos como si fuese la mejor de las baterías. Aquello hizo mella en mí de tal forma que cuando le dije a mi madre que le había pagado un alquiler a él y a su familia, mi madre lo más discreto que me llamó fue 'loca'. A partir de mañana será uno de los alumnos de la Escuela de Música del Rabal.

Cuando leí en Twitter sobre el proyecto de formar una escuela para niños y niñas sin recursos y vi que lo dirigiría Raoul, supe que tenía que colaborar de algún modo. Quizás era una forma de acercarme de nuevo al mundo y dejar de estar apartada. Aunque, ¿para qué engañarnos? la idea de que me considerasen algo inalcanzable me gustaba. Mi hermano y hasta mi padre que no es solo un ángel de nombre, me dijeron que lo más fácil era sin duda llamar por teléfono a Raoul y decirle que quería colaborar económicamente con su proyecto. Pero eso ya estaba en marcha, le pedí a mi asistenta, Milagros, que hiciese una transferencia y que pidiese a la escuela que no diesen su nombre.

Pero yo quería algo más, siempre me han gustado mucho los niños y a pesar de que no soy el ejemplo de buena estudiante sí que creo, que la constancia en la música me ha llevado hasta donde estoy hoy. Hablé con Javier y le expliqué mi intención de colaborar, no se si acudiendo algunos días al mes o realizando visitas, cualquier cosa iba a ser un premio para mí. Me dijo que Universal se opondría ya que ellos querían mantener la estética del disco y la imagen proyectaba de diva, pero bueno... de algo sirven los varios discos de platino de mi primer trabajo así que finalmente no les quedó otra que tomarme por perdida y dejarme.

Me habría gustado llamar a Raoul directamente y decirle que podía contar conmigo pero no había acudido a ninguna de las reuniones que había hecho en un su flamante casa. Tampoco acudí a la inauguración de su pequeña escuela de música y para su boda simplemente les mandé un audio varios días más tarde llorando a mares y alegrándome por su felicidad. Ahora no podía sin más decirle que como ese proyecto me gustaba, iba a colaborar así que se me ocurrió una idea y mi hermano no tuvo más remedio que decir que sí.

Planeamos un encuentro "no casual" para mí y "súper casual" para Raoul, nada podía salir mal. Imaginad Barcelona en pleno mes de enero y lloviendo a mares, yo con gabardina y un ligero vestido de seda. Así suena como si fuese la vestimenta ideal pero la realidad era que el vestido me lo había puesto en uno de mis encuentros dos noches antes y por ende estaba situado en la cúspide de la montaña que era mi armario. Quería ir cómoda así que me enfundé en mis zapatillas y salí corriendo solo con el móvil en la mano.

Una vez vimos salir a los niños, me bajé inmediatamente del coche de mi hermano y cruce la acera. Desde luego los niños salían bastante contentos, buahh pensé, deben pasárselo en grande. Creí ver a Raoul hablando con uno de los padres y me escondí, quizás lo de hacerme la encontradiza de repente no era un buen plan. Lo cierto es que entre que seguía lloviendo y que iba sin paraguas cuando vi que estaba a pocos metros me metí de repente en la primera tienda que encontré. Y para qué engañarnos, el destino a veces, hace chistes.

- ¿Amaia?

- ¿Raoul?

- Por favor, ¡cuánto tiempo! dijo dándome un abrazo tan grande que los botones del abrigo se me estaban clavando en el pecho y las almohadillas del sujetador empapadas en agua, parecieron desinflarse en segundos.

- Pues, nada, aquí, ¡buahhh! Sí que es verdad, ¡cuánto tiempo! ¿bueno y qué haces aquí? ¿vienes mucho? Fueron las dos únicas preguntas que aparecieron por mi cabeza.

- La verdad es que vengo mucho al barrio, a esta tienda no, la verdad. No suelo comprar en sex shops pero debe de ser buena para que la gran Amaia Romero alias la 'Reina Helada' venga a este barrio. Sin duda ya que estoy echaré un vistazo. ¿Me recomiendas algo?

(Otra vez debía agradecer a Alfred sin saberlo que me sacase de aquellos entuertos. Todo lo vivido con él era sin duda, una gran clase magistral. En Lisboa no se le ocurrió otra cosa que decirme que era momento de experimentar y que me iba a llevar a un sitio sorprendente. Cogimos un taxi y aparecimos en Loja do Sexo. Lo cierto es que no me lo esperaba, como siempre, sabía sacarme una sonrisa a la misma vez que conseguía que mi cabeza dejase de pensar para solo querer llegar de nuevo al hotel y probar de aquello que me daba que me tenía completamente enganchada)

- ¿Amaia estás bien? Si te ha molestado la pregunta...

- (Como decirle que en ese momento estaba recordando los innumerables productos que había probado durante mi participación en Eurovisión) No, que va... contesté al instante. Es solo que estaba pensando qué recomendarte. (Y continué antes de que pudiese decirme algo) -Tengo un rato libre mientras vienen a recogerme y hace mucho que no nos vemos, si te apetece, podrías invitarme a un café (Sonó regular pero ¿cómo decirle que tampoco llevaba dinero?, iba a pensar que me había vuelto rara de verdad y aunque entre los compañeros de OT nuestros secretos estaban a salvo, no quería tampoco que echase la mente a volar) – Bueno, lo cierto es que te podría invitar yo pero, me he debido de dejar la cartera en el coche al salir con la lluvia. (Puse mi típica carita de pena con ojitos hundidos a la que ni el más cruel de los malvados podría resistirse).

- No te preocupes, conozco el lugar perfecto y es íntimo, se que no te gusta que te vean (me contestó emocionado y con los ojos ansiosos).

(¿En qué momento hasta mis propios compañeros de OT habían creído que había cambiado tanto como para pensar que me importaba que me viesen por la calle? La realidad era que me había vuelto pedigüeña pero era la misma de siempre en un cuerpo de mujer y con una publicidad de mujer fatal a mis espaldas.)

Mi móvil sonó, tenía una cita aquella noche, bueno, una cita en la que solo iba a existir una cena de aproximadamente una hora con conversaciones superfluas sobre la vida y... sexo.

De repente la lluvia que caía sobre nosotros me devolvió a continuar con mi propósito. No me fue difícil conseguir que Raoul me invitase a la inauguración e ir una vez a la semana a dar consejos a los chicos. Lo cierto es que parecía que el favor se lo hacia yo a él. Sin duda ese día fue redondo. Había conseguido mi objetivo.

Suena el teléfono, es un mensaje de Javier:

AMAIA, seguro que estás sentada pensado en flores y pajaritos. Tienes una hora para arreglarte. Paso a recogerte a las 8. 

Hast A marteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora