The Writer

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Queridos/as amigos/as:

Me conmueve vuestra visión de la historia. A veces lo que leéis es simplemente lo que es, otras, tenéis que pensar un poco más.

Como os digo siempre, no esperéis de esta historia algo muy predecible porque en cualquier momento cambia.

No es que por supuesto no sucedan cosas típicas, van a suceder, es simplemente que no siguen el curso normal de algo porque los personajes le dan su giro.

De hecho os digo más, no se si el resto de personas que escriben meten partes de su vida pero yo meto muchas historias de mi alrededor, de hecho incluso maquillo cosas que me suceden o que veo en la vida diaria. Así, aunque surrealistas algunas, os aseguro que ocurren.

No se cuándo será el final ni cómo va a ser. Cuando lo imagine llegará, tendrá un nombre al igual que los anteriores y al final pondrá final o no jajajaj

Mientras tanto, me gustaría que si a lo largo de esto os gustaría saber cómo vivió un personaje algún hecho o si queréis saber qué pasó y cómo desde el punto de vista de alguno me lo decís y lo meto cuando publique después del capítulo que toque para que no se mezcle.

¡Ahh! ¡Se me olvidaba! "Boom" en mi tierra es un tortazo (golpe, no bofetada).

Y ahora sí, por favor, imaginad:

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Las imágenes las carga el diablo

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No sufras por lo que no ves.

No te lamentes por lo que no sientes.

Me da igual que te lleves mi vida

porque el corazón ya era tuyo.



PV Escritora

Nadie tuvo tiempo de reaccionar. Ella no pudo entrever ni atisbar lo que se podía venir encima ni los elementos que desencadenarían tal declaración. El autobús se comió la farola haciendo que todo el mundo se moviese y se golpease entre los dos centímetros escasos que separaban a una persona de otra. Ella, Amaia, en el fulgor de estar cogida a Alfred solo sintió el golpe en su cabeza contra una de las barras y el llamador para la siguiente parada clavado en su sien. Él no pudo hacer nada más, de hecho si no lo hubiese agarrado, habría sido seguramente mucho peor. Un piquete de la huelga se había puesto de repente en medio de la calle y el volantazo para esquivarlo había dirigido al autobús hacia la luz.

El grito de todos los pasajeros sobrevino al aplauso por ese arranque público de sentimientos de Amaia. Nadie había podido caer al suelo porque entre ellos mismos se habían hecho de colchoneta. Era lo que tenía ir como sardinas en lata.

Otros, aquejados habían dado con sus cabezas en el cristal y parecían más que conmocionados pero Alfred no pensó si quiera en Catalina. Solo vio a Amaia y a la sangre que le corría por su precioso rostro a la vez que intentaba no sacar su vena asesina para decirle al taxista varias cosas. Hacía tiempo que no se caía o se daba algún golpe y el reloj había dispuesto el momento.

Cogió su cara entre sus manos y con gasas de un bebe que afortunadamente había salido ileso, cubrió su pequeña herida mientras la miraba con la tez de la persona más feliz del mundo. Quizás levitaba, no era fácil fijarse porque se te iban los ojos a lo maravilloso de la estampa. A una unión de miradas que decía mucho más que un beso, a un aura que los bordeaba como si fuesen dos estrellas irrompibles en el firmamento, algo lustroso, inimaginario. De estas veces en las que ves a una pareja de ancianos de la mano, a dos jóvenes besándose, a un bebé haciendo derretir con su sonrisa a sus padres... en definitiva, a esa sensación que te provocan las pequeñas cosas del mundo y que te sacan el lado amoroso que siempre llevas, aunque a veces guardas, bien porque no quieres compartirlo, bien porque no tienes con quién hacerlo.

Hast A marteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora