Natsukashii

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Dedicada a Davinia y Paula, por los detalles y por el cariño.


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PV Alfred

Me había acercado, lento, tembloso y recatado. Solo quería activar mis cinco sentidos. Necesitaba saber si dentro de mi cuerpo, algo, todavía seguía vivo. Y pude comprobar que así era.

Ella me dejó hacer, quedándose a mi merced mientras mi beso, le pedía que se uniera a mí y todo era necesario y delicado hasta que decidió dejarse llevar por completo al ritmo que marcaban mis labios en los suyos, mis manos en su cuerpo y sus latidos en mi alma.

Y me obligué a respirar y a dejar muy a mi pesar, que existiese espacio entre los dos. No quería levantar mis manos de su cuerpo pero debía serenarme.

Teníamos los ojos cerrados, su nariz pegada con la mía y mientras yo encontraba la fuerza para alejarme, ella lo hizo por mí retirando sus manos de mi nuca, mis manos de su cadera y sonriendo.

- ¿Apuestas siempre todo a la primera? Me sondeó con cara de no haber roto un plato al mismo tiempo que se recogía el pelo en un moño y dejaba su cuello al aire.

- Desconozco que hubiésemos empezado a apostar. Pensaba que todavía estábamos definiendo el juego.

El calor ya empezaba a hacer mella en mí, tanto que incluso me vi obligado a abrir el cinturón y abrochármelo un poco más holgado.

Necesitaba más vino porque si no era con ella, tenía que saciarme de algún modo.

- Bueno, ya me ha quedado claro que a ella no le pones las manos en la espalda a la vez que la besas. Dijo giñándome el ojo y poniendo de nuevo un obstáculo entre nosotros pero sin dejar de mirarme. - ¿Cómo llegó Catalina a tu vida?

La campana extractora situada sobre la isla no me permitía verla con claridad así que comencé a moverme hacia ella y ella a alejarse de mí. Éramos como las agujas de un reloj y estaba empezando a entender cómo funcionaba.

Ella preguntaba, se acercaba y luego volvía a separarse para seguir con el interrogatorio. No podía hacerlo si estaba unida a mí porque al igual que en mi caso, una vez juntos, mi corazón atraía al suyo y mis manos solo querían dedicarse a su anatomía. Estaba siendo una forma un poco extraña de tener una conversación pero, así éramos nosotros, raros.

- Creo que ahora es mi turno ¿no? Y ella, asintió - ¿Por qué te convertiste en hielo cuando yo solo te daba calor? Y ahora quién se retiraba era yo apoyándome en una de las esquinas de la encimera.

- A veces,... demasiado calor puede quemarte, a veces,... cuando lo tienes todo, quieres más, a veces... (y por cada vez, daba un paso que la acercaba más) eliges mal sin saberlo, a veces...es necesario estar sola para sentir el valor de la compañía... Y a veces, no sabes que estás haciendo daño a alguien hasta que no lo ves en la distancia... (Y ya pegada de nuevo, agarró mi cara con las dos manos y rozando mi nariz, me inclinó la cabeza para recorrer con sus labios los espacios de mi cuello.

- Dios, ¿Cómo se llama esto? Sin darme cuenta estaba hablando en alto.

- ¡Ennn! Has hecho dos preguntas seguidas, y se separó risueña dándome la espalda y agachándose a escasos diez centímetros para desabrocharse las sandalias.

Sin duda, me veía haciendo un esfuerzo sobrehumano de contención. Tenerla ahí, inclinada, observando su falta de ropa interior me estaba volviendo loco. De repente, se descalzo y se subió a la encimera quedando sentada a escasos pasos.

Hast A marteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora