Subir al cielo

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La vida no es pausa si la prisa no existiese, no sería amor si el engaño no hiciera mella en nosotros, la humildad habría desaparecido si el ego no se presentase frente a frente. Toda figura tiene sus aristas que aunque imperceptibles, se sienten, se padecen y, a veces, y solo a veces, las añoras.

Ojalá el mundo fuese de los valientes, de los que viven sin miedo a un mañana, de los que adoran al mundo como si de nuestro último recurso se tratase, de aquellos que luchan por los demás como si fuese una batalla propia, de aquellos que traspasan barreras que ni siquiera existen en su cabeza... El mundo no es de nadie más que del que lo vive, del que lo siente, del que no sufre y del que se levanta cada mañana para que no le sobrevenga algo contra lo que no puede luchar.

Los finales no son tristes, son eso, finales, pero ¿qué es el fin? No existe un fin cuando existe tiempo, no os deis por vencidos cuando haya esperanza y no decaigáis cuando tengáis una mínima oportunidad.

A vosotras, a esas que me habéis comentado siempre, a esas que leéis en silencio, a aquellas que en la oscuridad de su habitación solo con la luz del móvil habéis seguido esta historia. A quiénes hayáis llorado, a quiénes hayáis reído, a las que deseéis que una historia así os ocurra en vuestra vida, a las que estas letras le sirvan de algo, a las que habéis aprendido que cuando todo va bien, siempre hay algo que puede estropearlo y a aquellas que sin haber aprendido nada, me siguen leyendo sin saber por qué, a quiénes habéis actualizado sin descanso esperando una respuesta que ha tardado ().

Decir adiós a una historia que me ha ocupado tantas horas es bonito, quizás he sido demasiado egoísta por no dejar un final mucho antes pero como siempre os he dicho, esta historia sigue en la vida real y quedan muchos capítulos por contar.

Quiero que cada personaje cierre su historia y me parecía que ellos dos debían hacerlo. Aquí tenéis su parte, el resto está escrito.

Por mi parte, simplemente, gracias infinitas por quererme, por ser pacientes y por saber amar una historia que salió de la nada y que me ha hecho reír a carcajadas en un pasillo, trabajar llorando a mares y hacer una tesis con el cosquilleo de volver a continuarla. Lo he dividido en dos para darle emoción.

Os quiero.



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PV Luis


Hace un año que no le veo, desde aquella noche, dejé de ser un simple violinista a ser deseado y querido por el cruento mundo de la fama. Ella me había arrastrado a su mundo, a su niñez, a su inquietud, a su fantasía pero yo... necesitaba otra cosa. Esa noche, intentando llevar a cabo el plan para reconquistarla me di cuenta de lo superflua que es la vida a la que quería pertenecer. Sin duda, ellos sabían más que yo de todo esto, y si ellos se enfrentaban a adversidades dentro de un amor inmenso, ¿dónde iba yo que no había amado nunca?

El amor no es fácil de describir, no es un beso ni una sola mirada, no es querer y no es poder, no es amistad ni agradecimiento, no es entendimiento ni empatía, el amor no tiene color rojo o vino tinto, es una conjunción de todo. Algo que cuando lo sientes lo sabes, porque tú, pasas a ser segundo plano. Por eso, cuando perdemos a alguien nos duele el alma, porque nos volvemos egoístas, no por lo que dábamos sino por lo que ya no vamos a recibir.

Cuando me agarró del brazo aquella noche, no sabía qué hacer. Si dijese que estaba decidido, era mentira, quería ser uno con ella pero el poder del respeto me lo impedía. Ella era una locura en un mar en calma, me gustaban sus ojos, su boca, su cuerpo pero yo solo podía ofrecer timidez. Quizás momentos antes y con ayuda, me había venido arriba en un subidón de adrenalina pero, tras quedarnos solos en la puerta de aquel lugar desangelado mientras ellos se iban en busca de su felicidad, el acelerón de sentimientos contradictorios se había apoderado de mi persona.

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⏰ Última actualización: Mar 10, 2019 ⏰

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