Capítulo 13: Dueles

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-¿Ana?- Era Miriam, me había seguido.

No quería contestar pero el sonido de mis sollozos me delató. Hice un gran esfuerzo para parar de llorar pero la leona ya habría adivinado en qué ducha me encontraba. No dijo nada más, oí algunos ruidos pero no pude descifrar qué estaba haciendo.

La cortina de mi ducha se abrió de golpe y ahí estaba ella, completamente desnuda. Su cuerpo era perfecto, sus piernas, sus caderas, sus pechos, su pelo, toda ella. Me quedé embobada mirándola sin saber cómo reaccionar. No entendía qué estaba pasando, Miriam sabía que si alguien nos veía iba a haber consecuencias, pero aún así, la imagen que tenía delante me parecía demasiado maravillosa como para rechazarla.

La leona entró y cerró la cortina sin apartar su mirada de mí. Se fue acercando poco a poco hasta que el agua empezó a empapar su melena, haciendo que las gotas resbalaban por su cara, su cuello y siguieran el recorrido por sus pechos y su vientre. Sabía que lo que iba a pasar estaba mal. Mi cabeza en ese momento se encontraba en un debate entre dejarme llevar o pensar en las consecuencias y frenarlo.

Miriam se seguía acercando, lentamente, sin decir nada, sus manos fueron a agarrar mi cintura para acercarme a ella pero la frené.

-Para por favor, las dos sabemos que como alguien se entere estamos jodidas.

No me contestó y sin darme tiempo a reaccionar atrapó mis labios entre los suyos, le seguí el beso por instinto y por necesidad pero me separé de nuevo. Por mucho que mi cuerpo deseara a la leona, mi vida estaba en juego y un calentón no iba a hacer que la arriesgara.

-Miriam para, enserio, Mimi me ha amenazado antes, me ha dicho que no me acerque a ti o me matará, y sé que a ti te ha dicho lo mismo, os he escuchado discutir esta mañana...-dije mirando al suelo.

Por primera vez desde que la leona había entrado en el baño, habló:

-Losé... -dijo mientras ponía la mano en mi barbilla y me subía la cabeza para mirarme a los ojos.-¿Quieres que me vaya?- siguió con un tono triste pero seductor.

-No, ya sabes que me encantaría que te quedases pero no me quiero arriesgar...

-Echame entonces- me susurró cerca de la oreja para después empezar un recorrido de besos y mordiscos que fueron desde mi cuello hasta mi escote.

-Miriam...- dije en un jadeo.

-Dime- me contestó poniéndose a la altura de mis labios.

No pude contenerme más y la besé con pasión y ansia. Sus labios eran carnosos y besaba de maravilla, su lengua enzarzó una batalla con la mía para tomar el control y sus manos recorrieron todo mi cuerpo con deseo haciendo que yo me encendiera cada vez más.

Nuestros cuerpos estaban disfrutando del contacto del otro mientras el agua resbalaba por ambos. Miriam empezó a besar, lamer y morder mis pechos para después dejar un recorrido de besos por mi vientre. Sabía dónde se dirigía pero esta vez iba a ser ella la que recibiera todo el placer.

La empotré contra la pared y mis labios se dispusieron a saborear cada parte de su cuerpo.

Mis manos se posaron en su culo mientras mis besos bajaban hasta su centro. Le agarré una pierna y me la puse por encima del hombro para poder acceder mejor a su intimidad.

Aún y estar debajo del agua podía notar como estaba mojada. Mi boca se quedó a pocos centímetros de su centro, sabía que el simple hecho de notar mi respiración ahí la excitaba muchísimo.

-Ana porfavor...- me suplicó jadeando.

No me demoré más y lamí su clítoris haciendo que se estremeciera. Me recree jugando con la lengua por toda su intimidad. Sus gemidos me excitaban y me daban más ganas de hacerla llegar a lo más alto.

Cuando noté que estaba apunto, introduje dos dedos en su interior y en poco tiempo la hice alcanzar el orgasmo.

Ahogó su fuerte gemido mordiendose el labio inferior y yo la agarré de la cintura para sujetarla y que sus temblorosas piernas no tuvieran que soportar su peso.

La besé con ternura y le susurré:

-Ya estamos en paz leona.

Apoyó su frente contra la mía y una preciosa sonrisa se dibujó en su cara.

-Tendríamos que irnos, es casi la hora de cenar y es mejor que no nos echen en falta.- me dijo sin separarse de mí.

-Vamos anda- le contesté apartandome y tapandome con la toalla.

Salimos de la ducha, nos secamos y nos vestimos. Fuimos a dejar las cosas y nos dirigirnos al comedor para cenar.

Cuando acabamos, volví a la celda con Amaia y Aitana las cuales se iban a duchar ahora. Saliendo del comedor no pude evitar fijarme en que Mimi y Miriam estaban hablando en un rincón. Preferí no darle mucha importancia y seguí hablando con las pequeñas que ahora me preguntaban dónde había estado.

-Después del trabajo estuve un rato en la celda y me fuí a duchar, ¿porque lo preguntan?

-Por nada, solo que como no te hemos visto queríamos preguntarte por si había pasado algo importante.- me contestó la del flequillo.

Obviamente había pasado algo importante pero por mucho que confiase en Aitana y Amaia, no me podía arriesgar a que Mimi se enterara y preferí no contarles nada.

Llegamos a la celda, cogieron sus cosas y se fueron a la ducha. Yo me quedé tumbada en la cama de Amaia. No pasaron más de cinco minutos cuando Miriam entró.

-Hola leona.- la saludé con tono seductor.

No me contestó, ni me miró. Fue directa a tumbarse en su cama y me dio la espalda.

-¿Pasa algo Miriam?- pregunté expectante.

Se giró y me dijo borde:

-Tenias razon Ana es mejor que nos alejemos, olvida lo que ha pasado hoy, ha sido un error.

Ahora si que no entendía nada. Primero me odia, despues follamos, le digo que no se puede repetir y le da igual y ahora me dice que ha sido un error. Estaba flipando.

-Pero Miriam...

-Enserio Ana déjalo, a partir de ahora seremos compañeras de celda y de trabajo, nada más.

Realmente me hirieron sus palabras, estaba empezando a sentir algo por ella y que me rechazara de esa manera me dolió.

Preferí no decir nada más y subí a mi cama. Le di la espalda y cerré los ojos para intentar dormirme y no pensar.

Oí como Amaia y Aitana entraban cuando llegaron de la ducha, nos saludaron y seguramente Miriam las avisó de que era mejor no decirme nada porque no intentaron hablar conmigo.

Las puertas no tardaron en cerrarse y las luces se apagaron. Por mucho que lo intenté, no pude dormirme.

Un ruido me sacó de mis pensamientos, giré levemente la cabeza para descubrir la causa de ese ruido y no podía creérmelo, era Miriam. Se estaba levantando para irse, igual que hizo la primera noche, a ver a Mimi.

Pude ver como abría la puerta y se iba y en cuanto la cerró, un dolor punzante me invadió el pecho.

Después de todo lo que había pasado había decidido seguir acostándose con ella.

Dolía, dolía mucho.

VOLVER A SER INVISIBLE~wariam~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora