Capítulo 22

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Fausto se encargó de llevar a Lucio al departamento de la policía, para que dijera toda la verdad sobre la situación.

—¿Por qué no permitieron que los Cristales, Estrellas y Lions, fueran independientes del dominio de sus amos? —le interrogó Fausto, con una mirada severa.

—¡Porque ellos no merecieron su libertad, ya que todos nosotros nacimos para obedecerlos! —le gritó Lucio, quien tenía las patas esposadas.

—¡Ellos nacieron para ser libres, tu naciste libre... Sus amos los esclavizaron!

—¡Eso no me importa, todos nacimos solos! —le dijo Lucio, frunciendo el seño.

—¡No es cierto!, todos fuimos creados por el Altísimo, hasta los Cristales —le dijo Fausto, golpeando la mesa.

—Entonces... ¿Yo fui creado por el Altísimo? —preguntó Lucio, confundido.

—¡Claro que sí!, el Altísimo nos ama, no le importa si eres blanco o negro, alto o bajo; no le importa si eres feo o hermoso. Solo le interesas, porque él nos ama y nos seguirá amando —dijo Fausto.

—Y... ¿el Altísimo me ama, a pesar de todo lo que hice? —le preguntó Lucio, mientras que los demás policías lo vigilaban atentamente.

— Sí, pero si te arrepientes de las cosas que hiciste, te amará aún más —le explicó Fausto, quitándole las esposas de sus patas.

—Entiendo lo que me dices, pero las cosas que yo hice en el pasado son muy difíciles de superar. Mis padres los desaparecieron, y me obligaron a darle tributo al malvado de Enchanted —le dijo este, con una lágrima en su ojo izquierdo.

—Tu dolor es algo que nadie podría soportar, hasta mi propio padre podría entenderte. Es mejor que te vayas Lucio, porque no queremos más dolores de cabezas en los habitantes —finalizó Fausto, indicándole la puerta de salida del departamento.

Los MisugatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora