Raphael
La noche llegó más rápido de lo que pensábamos, había dejado a los polluelos descansar después de aquel encuentro con los collares, no porque los veía como débiles si no que esta noche ambos brujos de la casa y yo íbamos a ir a un lugar que podría ser peligroso, y aunque sé que esta Catarina junto a los dos polluelos, los quiero fuerte por si acaso hay algunas visitas indeseadas, no dudo que sabrán defenderse o Madzie, la hija bruja adoptiva de Cat lograra hacerlo por ellos, pero de igual manera quiero a los polluelos atentos por cualquier problema, eran mejor cuatro que dos.
Dentro mío me decía que no debía irme, muchos Nephilim ya saben del movimiento que se hará, siento aquella sensación de que algo malo sucederá, pero cuando quiero dar marcha atrás y decirles que no se hará nada miro de nuevo a aquel polluelo que es a quien quiere, ese niño mundano que me ha salvado la vida a pesar de estar rodeados de Nephilim, que dejó sus expectativas de vida mundana atrás solo para sufrir las consecuencias de sus hechos y no se le ve arrepentirse de lo que hizo, puedo verlo como alguien que quiere avanzar a pesar de haberse convertido en un subterráneo inmortal ¿Y quién soy yo para no darle una mano? Tengo que devolverle aquel favor, salvarlo de aquellos Nephilim, entrenarlo y verlo vivir una vida normal como cada subterráneo libre y con vista a avanzar, además será mi mano derecha así que no puedo perderlo antes de la respuesta.
— Muy bien, Catarina por favor cuídalos, al polluelo Fran le das animaciones y estará quieto, Simón se adapta también, no les des comida mundana, aún no tienen su entrenamiento, no los dejes salir, acompáñalo a Fran hasta la terraza para que de las noticias a sus compañeros y nada más que eso ¿Qué más? Si necesitas algo llama, estaremos enseguida aquí— digo.
— Raphael se cuidar niños, y estos dos son adolescentes, no me darán problemas, así que ve calmado— responde Catarina con una sonrisa— vayan, todo estará bien y los chicos se van a portar bien ¿O no?
Veo como ambos polluelos asienten y sonríen, parezco un padre al estar pidiendo aquellos pedidos pero no puedo describir este mal presentimiento, no de muertes si no más que un sentimiento de que irme hará mal, sonrío tomando de la mano de la bruja dejando un beso entre ellos para agradecer aquel favor que nos está dando para después caminar hasta el grupo que se ha formado, no hace falta oler el ambiente para saber que se trata de una mini charla de relajación de la preocupación que tenemos encima, pues a pesar de que íbamos a hablar con Nephilim, estos eran traicioneros y podía ocurrir muchas cosas allá o en la casa mientras estuviéramos separados.
— Muy bien, no quiero sonar como un padre pero polluelos les pido por el amor de Dios que no le hagan molestar a Catarina y Fran si tanto aprecio le tienes a Magnus como Ragnor, por favor no des en tu informe lo que vamos a hacer o habrán muchas consecuencias— les digo— ¿Puede ser que hoy no digan nada ni hagan nada, solo estar frente a aquel aparato, junto a la niña?
— Está bien, solo porque aprecio a Ragnor— comenta Fran— y a Magnus.
— No te hagas problema, yo me haré cargo si algo sucede también— dice Simón sonriendo.
Asiento y camino hasta donde esta Magnus armando un portal, la noche ya está en lo alto y era hora de dejar en claro que los Nephilim no están en épocas para negociar, menos después de todo el daño causado, y no con alguien que ya es parte del submundo y de los hijos de la noche, que es mi polluelo, una categoría de subterráneos tan importantes, les tendré que dejar en claro que Simón Lewis ya es parte importante de nosotros, entonces antes de cruzar por el portal recapacito, el polluelo será mi mano derecha, se lo propuse hoy, nada más importante que dejar en claro en persona frente a los Nephilim, y para eso necesito llevarme a Simón conmigo, además tendré al polluelo bajo mi vista, me detengo y doy media vuelta.
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Al Lado Tuyo. •Saphael•
Fanfic||Saphael|| Raphael Santiago mano derecha de Camille Belcourt fue encarcelado bajo las órdenes de los Nephilim del instituto de Nueva York, bajo las órdenes de Robert Lightwood, culpándole de un error nunca había cometido. Pero lo que ellos querían...