Raphael.
Nunca he sentido tanta diversión como la que estoy sintiendo en este momento mientras veo a Simón Lewis, ex mundano y ex aprendiz de los Nephilim, intentar manipular su mente para así lograr usar su velocidad tanto como su fuerza en su entrenamiento, aunque aún no ha empezado con nada de lo que he requerido. Susurra su testamento por lo bajo a pesar de haberle informado que no puede morirse, mientras sube a donde será su primera actividad, está muy asustado y eso hace que me sienta un poco alegre por sentir esas emociones que se les cruzan por el cuerpo, no es que tenga algo que ver con verlo sufrir, si no que solo que me pone de buen humor.
Me cruzo de brazos esperando el inicio de las actividades del chico, es un ex Nephilim, he oído sobre el polluelo cuando iba a las misiones, que hizo todo lo posible para defender la espalda de una de las Nephilim y como a pesar de su torpeza logro ayudarla hasta salvarla para dejarla fuera de peligro de demonios ¿Pero porque estaba tan aterrado delante de mí con estas actividades? Si cuando era un mundano no tenía miedo a nada cuando defendía a su amiga, y ahora que era un ser inmortal aterrorizado.
— Para polluelo, espera unos minutos.
No tengo por qué decir aquello, ya que Simón aún no ha empezado aún, me acerco hasta donde el esta y subo para quedar cara a cara, puedo ver en sus ojos la falta de confianza, el miedo acumulado, sus emociones reflejan un gran agobio, desesperación y tristeza, algo que golpea como piedras, el polluelo parece muy intenso con sus emociones y no sé porque se hace tanto problemas por algo que podría ser hasta divertido si se le ve de otra manera. Lo observo como mira hacia abajo y cierra los ojos mientras se tensa, la barrera de miedo que tiene en su cabeza no dejara que se concentre.
— ¿A qué le temes?
— A todo—responde—a veces me gustaría ser un poco más seguro de mis acciones y no comportarme como un miedoso.
— ¿Quién ha dicho que lo eres? Solo eres un primerizo en esto, debes trabajar en tus miedos, ya no puedes morir, eres inmortal, esta caída te hará gritar y llorar, pero aprenderás de tu debilidad, trabajarás en el equilibrio. Capaz saltar de un techo al otro no salga bien y termines como el primer polluelo, pero descubrirás en que fallaste— le aliento— no es cuestión de que hago esto porque si, si no porque quiero ver en qué son malos, vulnerables y trabajarlo, porque si no lo hacen entonces si serán unos fracasos, así que ahora muévete.
Antes de bajar veo una sonrisa en la cara de Simón que se ha formado después del comentario, espero que le llegue y haga lo pedido, porque si no se mueve de donde esta para empezar a trabajar con sus miedos mundanos, yo mismo le empujare para que caiga y se quiebre como Fran, pero no fue necesario cuando veo como comienza a moverse trotando en la terraza.
— Muévete más rápido y deja de mirar el piso ¿Piensa que tú enemigo no va a matarte porque tienes la mirada en el piso? ¡Sube esa maldita mirada!
Simón aún tiene ese miedo en su cuerpo, puede notarse con su forma de no usar su velocidad o su mirada para guiarse, solo lo está haciendo como un mundano y tiene que darse cuenta que ya no es uno, me molesta que tampoco respete lo que se le ordena, le he ordenado subir la mirada, pero no lo está haciendo y su velocidad no es lo que estuve esperando ver, me molesta bastante, no quiero en mis manos un polluelo miedoso, menos uno que es un fugitivo buscado por los Nephilim, si no aprende a defenderse y usar lo que su transformación le ha dado solo será un subterráneo muerto y solo es un niño para poder morir, si no pasa una década de vida entonces me voy a desilusionar de mi mismo y del polluelo por no haber puesto su empeño para mejorar.
— ¡Ve al siguiente! No puedo mirarte ser un mundano por tanto tiempo, espero que esta vez sea mejor que el anterior o juro que cuando estés en el piso voy a patear tu cuerpo hasta llevarte dentro de la casa.
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Al Lado Tuyo. •Saphael•
Hayran Kurgu||Saphael|| Raphael Santiago mano derecha de Camille Belcourt fue encarcelado bajo las órdenes de los Nephilim del instituto de Nueva York, bajo las órdenes de Robert Lightwood, culpándole de un error nunca había cometido. Pero lo que ellos querían...